Hay jinetes de luz en la hora oscura
Gregorio Serrano Hoyo | 20 de mayo de 2018
Los autores de delitos contra la libertad e indemnidad sexual presentan una tasa de reincidencia alta en comparación con otros delitos; por ello, con más frecuencia de la que a todos nos gustaría, los medios de comunicación informan de distintos casos de delincuentes sexuales reincidentes y la opinión pública, tanto en España como fuera de ella, se ve sacudida. La ciudadanía comprueba alarmada que las penas privativas de libertad impuestas a autores de crímenes execrables, no han servido para lograr la reinserción social –a la que deben orientarse según nuestra Constitución– y que las medidas de seguridad o los controles previos a la concesión de permisos penitenciarios han fallado. Se habla de los falsos negativos, es decir, de penados a los no se consideró peligrosos y, sin embargo, delinquieron nuevamente.
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Ante esta situación, las víctimas, sus familias e incontables personas –temerosas de encontrarse con tales depredadores– legítimamente piden que el legislador endurezca las penas (incluso, se amplíe la prisión permanente revisable), aumente los mecanismos de control de los delincuentes que disfrutan de la libertad vigilada y mejore los métodos de diagnóstico de peligrosidad criminal de delincuentes potencialmente reincidentes. La previsión o pronóstico de que un condenado pueda volver a cometer el mismo delito es, de alguna manera, el reverso del pronóstico favorable de reinserción social o predicción de comportamiento futuro revelador de la improbabilidad de comisión de nuevos delitos. Estos pronósticos se encuentran previstos en el Código Penal y la normativa penitenciaria.
A nadie se le escapa que el comportamiento delictivo es una cuestión compleja y multifactorial y que la evaluación del riesgo de conducta violenta tiene una relevancia crucial. El objetivo de prevenir la reincidencia y de proteger a la sociedad frente a la reiteración delictiva exige una adecuada y eficaz evaluación de los riesgos que presenta cada delincuente. Tal evaluación individualizada se centrará en los concretos factores de riesgo, necesidades y cualidades personales de cada recluso, programas de tratamiento a los que se haya sometido a lo largo su completa estancia en el centro penitenciario, variables psicológicas (interés sexual desviado, distorsiones cognitivas que justifican o minimizan su conducta, personalidad antisocial con carencia de empatía, impulsividad), contexto social, valores, consumo de sustancias, etcétera.
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Cuantas más investigaciones se realicen, más información se recoja y mejor se traten los indicadores o variables que concurren en el delincuente sexual o violento, mayor será la eficacia predictiva de los instrumentos y menores los errores en la toma de decisiones que corresponden a personas expertas integradas en los equipos técnicos y en las juntas de tratamiento de Instituciones Penitenciarias y a Juzgados de Vigilancia Penitenciaria. En cualquier caso, siempre la capacidad predictiva es limitada o, dicho de otro modo, nunca la fiabilidad será del 100% (el riesgo de reincidencia en el futuro siempre existe), no se trata de algo matemático. En este sentido, no hace mucho, distintos medios de comunicación se hacían eco de que el software utilizado por los tribunales norteamericanos, cuyo algoritmo revisa 137 parámetros distintos del sujeto para determinar sus probabilidades de reincidir en el futuro, falla más que los humanos y no está exento de sesgos (probablemente los mismos que padecen las personas que lo diseñaron). Es más, cabe que los estudios estadísticos o actuariales puedan jugar en contra de una concreta persona y, pese a la concurrencia de factores de riesgo que le catalogan como proclive a la reincidencia, el delincuente evaluado puede encontrar a la persona o a la institución que evite que esté en el lugar equivocado, en el momento inoportuno y en las condiciones inidóneas. Es lo que se llama falso positivo, esto es, la clasificación como peligroso de quien a posteriori se demuestra que no lo es.
En definitiva, si cada persona es única e irrepetible, no es extraño que sea difícil pronosticar que un delincuente va a volver a cometer el mismo delito cuando se encuentre fuera del centro penitenciario. La libertad y la voluntad humana en cada caso concreto y en situaciones que están por llegar son impredecibles. Este hecho debiera relajar la presión a la que se encuentran sometidos los psicólogos, criminólogos y otros profesionales al cumplir con su responsabilidad de evitar nuevas víctimas del mismo victimario y que pudiera llevarles a emitir informes periciales –imprescindibles para la toma de decisiones por las autoridades competentes– cediendo a la tendencia de sobreestimar la peligrosidad para evitar ser el blanco de todas las críticas. En cualquier caso, la evaluación y la reevaluación del riesgo por especialistas constituyen las únicas herramientas con las que se cuenta para prevenir la indeseada reincidencia.
Finalmente, cuando en cumplimiento de la legalidad la salida del centro penitenciario tenga lugar, debe tenerse en cuenta que en la reinserción juega un papel relevante el apoyo de la familia y el apoyo comunitario a través de asociaciones o servicios locales que sirvan de nexo entre el delincuente con un pie fuera y el sistema judicial. En este sentido, no cabe desconocer que los familiares o los voluntarios que trabajen con delincuentes sexuales experimentan específicas dificultades (emocionales y psicológicas, de rechazo social, etc.) para prestar el apoyo y el acompañamiento que, producida la excarcelación, necesita el delincuente con el fin de prevenir su recaída.