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Sociedad

Marihuana. Su legalización pone en riesgo a los adolescentes

Cristina López Navas | 16 de enero de 2019

Sociedad

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Uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años ha consumido marihuana en los últimos 12 meses. Un modelo de legalización agravaría un problema que debe considerarse ya como de salud pública por los trastornos mentales que puede producir.

“¿Consumió usted marihuana durante su adolescencia?”, pregunta la psiquiatra. “Su consumo está relacionado con el desarrollo de trastornos de salud mental a partir de los treinta años”, añade. Esta escena podría repetirse cada vez más, teniendo en cuenta que se está adelantando la edad de inicio en el consumo de cannabis y que las cifras de consumo mundiales en esta etapa de la vida son cada vez más altas. Es necesario centrar el debate sobre la legalización en el cómo los datos nos hablan de la banalización del consumo y las consecuencias que esto tiene sobre las poblaciones más jóvenes.

Canadá legalizó el consumo de marihuana con uso recreativo el 17 de octubre de este año. Así, se sumaron a la política iniciada en Uruguay el mes de julio de 2017, que permite la compra de esta droga a mayores de 18 años, así como la venta despenalizada. Este “experimento”, como lo califican desde los Gobiernos promotores, se apoya en una tendencia generalizada en el mundo desarrollado a abrir paso a la regularización de esta droga. Existen modelos alternativos de regulación solo para uso terapéutico, como es el caso de Israel y algunos estados de Estados Unidos; y también está el famoso modelo de Holanda de permitir la venta y el consumo, pero no la producción (traducción ingenua de esta política: compra y consume lo que quieras en los coffee shops, que no les vamos a preguntar a propietarios y propietarias de dónde han sacado lo que te han vendido).

La marihuana es más perjudicial para los jóvenes

Sea el modelo de regulación que sea, todos ellos se traducen en una normalización del consumo. Y lo malo de la normalización es que no distingue entre franjas etarias, ni entre clases socioeconómicas y, ni de lejos, entre grupos de riesgo y grupos más protegidos. Porque no es lo mismo fumarte un porro cada día con 15 años (edad de comienzo del consumo de esta sustancia en España) que con 40, como tampoco es lo mismo hacerlo si tienes recursos a que tengas que sacrificar lo poco que tienes para comprar unos petas o pagar la multa por haberlos comprado. Y mejor no hablamos de las diferencias de toxicidad según tengas las neuronas. O sea, que la normalización es bastante democrática: todas y todos tenemos derecho a participar, pero no a todas y a todos nos supone lo mismo.

Drogas por internet . Formación y control frente a una globalización asimétrica
 

La OMS advierte de que las más afectadas por el consumo son las poblaciones más jóvenes. Las personas que comienzan a consumir marihuana antes de los 18 años tienen entre cuatro y siete veces más probabilidades de desarrollar un trastorno que un adulto; algunas investigaciones sostienen que la vulnerabilidad sobre el cerebro en desarrollo es extensible hasta los 25. En el caso español, según la ESTUDES 2016 (Encuesta sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias, elaborada por el Plan Nacional), los porcentajes del consumo en el último año de sustancias derivadas del cannabis es del 26,3%. Según la última EDADES 2015 (desarrollada sobre la población general por el mismo organismo), el 19,9% del grupo 15-24 años consumió esta sustancia en los últimos 12 meses. Otras instituciones nos revelan que las consecuencias derivadas de fumar porros resultan asumibles para un 23,2% de la juventud (13,6% creen que les compensa medianamente y un 9,6% creen que les compensa mucho asumirlos), según el último Barómetro del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad. Esto, en un país donde consumir marihuana es ilegal, te pongas como te pongas y tengas la edad que tengas.

En este escenario, parece claro que un modelo de legalización no vendría sino a agravar un problema que debería empezar a considerarse ya como de salud pública. Parece claro que sería mejor invertir o experimentar en más programas de información y sensibilización sobre los riesgos pensando sobre todo en esos dos de cada diez jóvenes (la misma proporción en menores) que consumen y que, además, asumen las consecuencias. Resultaría irresponsable otra cosa. Las drogas siempre van a estar ahí (las legales y las ilegales) y siempre van a tener argumentarios a favor (casi siempre cualitativos) y argumentarios en contra (casi siempre cuantitativos), pero con determinadas etapas de la vida es mejor no jugar a hacer como si no pasara nada.

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