Hay jinetes de luz en la hora oscura
José Manuel Muñoz Puigcerver | 24 de agosto de 2017
Si, finalmente, la huelga de trabajadores de AENA anunciada por CCOO, UGT y USO en todos los aeropuertos de España -cuya duración prevista es de 25 días -, a partir del próximo 15 de septiembre y hasta finales de año, terminara por materializarse, sin duda nos hallaríamos frente a la mayor crisis sufrida en el sector desde que en diciembre de 2010 se declarase el estado de alarma debido al paro convocado por los controladores aéreos. Si bien las circunstancias son muy distintas a las que dieron lugar a aquel caos aeroportuario, la amenaza continúa siendo latente y, en principio, el 31 de agosto es la fecha límite para alcanzar un acuerdo.
En esta ocasión, son los trabajadores de AENA quienes reclaman unas mejores condiciones laborales, plasmadas en más facilidades para la conciliación de la vida familiar, mayor estabilidad laboral y, muy especialmente, un aumento en la tasa de reposición de los puestos de trabajo de la empresa para afrontar con mayores garantías el incremento en el volumen de pasajeros. Concretamente, reclaman la creación de 700 puestos, frente a los 202 que estaban previstos reponer para finales de este año y una retribución más acorde con la buena situación económica de la compañía, que ha experimentado unos beneficios de 461 millones de euros en el primer semestre de 2017 y una rentabilidad en bolsa durante el último año de en torno al 30%. Los sindicatos denuncian que el poder adquisitivo de los trabajadores de AENA ha descendido un 8% desde 2010 y que la situación debería haberse corregido desde que en 2013 la empresa dejó de presentar números rojos.
AENA Barajas (50,4 MM pasajeros en 2016) se lleva con 1.200 empleados, falta plantilla https://t.co/1pPCceRD6g #enaire pic.twitter.com/tL2UiHUyZe
— Sindicato ASAE [AENA/Enaire] (@SindicatoASAE) August 23, 2017
Sin embargo, lo que realmente hace especial este conflicto y lo que lo diferencia de otras reivindicaciones sindicales – conflicto que, por cierto, transcurre de manera paralela al que mantienen los trabajadores de Eulen en el aeropuerto de El Prat y cuya huelga ha quedado suspendida a raíz de los recientes atentados de Barcelona y Cambrils- es la postura tan cercana que mantienen los representantes de los trabajadores y la propia AENA. Tan es así que los altos dirigentes del gestor aeroportuario instan al Gobierno a llevar a cabo la pretendida subida salarial, ya que, a pesar de que AENA es una empresa autofinanciada y que, por tanto, dicha subida no alteraría en modo alguno las arcas públicas ni afectaría de ninguna forma a los Presupuestos Generales del Estado, no puede existir diferencia en la negociación entre los trabajadores de AENA y el resto de empleados públicos.
De esta manera, la patata caliente está en manos del Gobierno, perfectamente consciente del daño que supondría un paro de semejante magnitud en un país cuyo motor económico histórico ha sido el turismo. De hecho, la vía aérea es el principal modo de entrada de los turistas en España: de los más de 36 millones de visitantes que nuestro país ha recibido en el primer semestre de 2017, 30 millones han llegado en avión, lo que supone un 12,6% más que en el mismo período de 2016.
La recuperación económica podría sufrir un duro revés si el sector turístico resulta afectado. En los últimos años, y aprovechando la coyuntura de inestabilidad en otros países del Mediterráneo, España ha estado batiendo récords en la recepción de turistas. Precisamente, en un momento en el que la turismofobia ha iniciado un debate sobre cuál debe ser el modelo a seguir por la industria turística, imágenes de aeropuertos colapsados y sumidos en el caos es lo último que nos deberíamos permitir.