Hay jinetes de luz en la hora oscura
Jorge del Corral | 15 de marzo de 2018
En algún lugar leí con sumo interés que Amancio Ortega, cofundador, expresidente y accionista mayoritario de Inditex, solo se permite un derroche: estrenar cada día una camisa cortada por el mismo patrón. El texto no precisaba si están bordadas con sus iniciales y, si es que sí, ¿dónde y en qué lado?
La información, rica en detalles y bien documentada, añadía que Amancio Ortega mantiene una estricta disciplina de trabajo, jornada tras jornada: llega a primera hora, celebra reuniones con diversos equipos que lo mantienen al tanto de la actualidad del imperio textil, come en una mesa alargada del comedor general de la empresa, sin mantel ni servilletas de tela, en la que lo acompañan miembros de la directiva, incluido el presidente, Pablo Isla. El empresario suele optar casi siempre por un almuerzo ligero, a base de pescado que le sirve directamente el personal del refectorio y, después de la colación y una breve sobremesa, se reúne con parte del equipo que la consultora Deloitte tiene permanentemente en la sede de Inditex, en Arteixo (A Coruña).
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La duda que me asalta es qué pasa con las 365 camisas (366, si el año es bisiesto) que Amancio Ortega deja anualmente en desuso: ¿las utiliza otra persona con sus mismas medidas?, ¿van al ropero de los pobres de una congregación religiosa?, ¿a alguna de las ONG que proveen de ropa a personas necesitadas?, ¿alguien las deposita diariamente en algún contenedor callejero de la organización solidaria internacional Humana People to People?, ¿se venden en los mercadillos?, ¿terminan en un outlet?, ¿se hacen trapos con ellas, como tienen por norma la mayor parte de las familias?, ¿acaban directamente en la basura?, ¿se confeccionan otras prendas dentro o fuera de Inditex? Y si es así, ¿qué pasa con los botones?
Hay variadas biografías de Amancio Ortega Gaona al alcance de un clic en internet, por lo que huelga trasladarlas a estas líneas. Cabe añadir que cumplirá 82 años el 28 de marzo(¡ felicidades por adelantado patrón!) y que es un empresario atípico, antítesis de la imagen convencional del hombre de negocios, y quizás por ello admirado por el común de los españoles, como lo era para los suecos el fundador de IKEA, Ingvar Kamprad, fallecido en enero de 2018. Ortega puso la moda textil al alcance de todos los bolsillos y Kamprad hizo otro tanto con los muebles y útiles del hogar.
Ortega ama a Galicia y a su empresa igual que ama la pintura, navegar, volar, montar a caballo y conducir coches. Son sus pasiones confesas según los próximos a su círculo de amigos íntimos, dos o tres, y entre ellos un ferroviario, la profesión que ejerció su vallisoletano padre en León y que lo llevó a Galicia un año después de nacer su vástago Amancio. Hasta 1999 no se guardó su fotografía en los archivos periodísticos. Fue la que apareció en las páginas de la primera memoria oficial de Inditex mostrando a la sociedad el rostro del hombre que había levantado en 30 años un imperio empresarial. Este cambio de estrategia en la comunicación se acentuó por dos razones: porque el grupo quería salir a Bolsa en 2001 para colocar el 26% del capital en el mercado de valores y porque ese año se iba a constituir la Fundación Amancio Ortega para encauzar otro de sus rasgos: la filantropía. A través de esta fundación, Ortega promueve distintos tipos de actividades, fundamentalmente en el campo de la educación y la asistencia social.
Hoy en DN+: Testimonios de 15 navarros becados por Amancio Ortega, por @pflarrea #Navarra https://t.co/omNg8P1mdC
— Diario de Navarra (@DiariodeNavarra) February 5, 2018
En el primero y solo para el curso 2016/2017, concedió 500 becas a otros tantos alumnos de toda España para estudiar Grado 11 (equivalente a Primero de Bachillerato) en Canadá y Estados Unidos. La beca incluye viaje, tasa de escolarización, convalidación de estudios, alojamiento y manutención en una familia de acogida, seguro médico y de accidente, y apoyo continuado durante los diez meses de estancia. Para el segundo objetivo y coincidiendo con su 81 cumpleaños, la Fundación donó 320 millones de euros a la sanidad pública española, firmando convenios con cada comunidad autónoma, para la compra de 290 equipos de última generación para la renovación de los instrumentos de diagnóstico y tratamiento radioterápico del cáncer, así como para la formación necesaria de quienes los deban manejar. Este gesto de filantropía y entrega al prójimo levantó airadas protestas entre aquellos colectivos que se oponen a todo por el simple hecho de estar contra todo aquello que no sea público y no venga del Estado, es decir, del contribuyente. Será porque ellos contribuyen poco al erario o porque todo aquel que triunfa en la vida con sus negocios y trabajo intenso es sospechoso y culpable. Sea por lo que sea, la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Aragón (trufada de Podemitas) se oponía a la donación con el argumento de que “no es necesario recurrir, aceptar, ni agradecer la generosidad, altruismo o caridad de ninguna persona o entidad” porque “aspiramos a una adecuada financiación de las necesidades mediante una fiscalidad progresiva que redistribuya recursos, priorizando la sanidad pública”.
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La asociación hermana de Canarias fue más punzante con Ortega y declaró que “no podemos sino sonrojarnos de vergüenza ajena” y añadió esta lindeza: “Esta comunidad autónoma no tiene que aceptar ningún gesto similar y menos aún de quien, siendo el mayor accionista de una de las mayores empresas y fortunas personales del Estado, tendría que demostrar no su filantropía sino su obligación de contribuir al erario público de forma proporcional a sus beneficios y en la misma proporción que el resto de los contribuyentes”(como si Amancio Ortega no fuera uno de los españoles que más impuestos paga en España). No consta que proteste ninguna asociación de educación por las 500 becas anuales, pero lo dicho: esas asociaciones odian al triunfador y al que crea riqueza y puestos de trabajo a centenares de miles. No quieren que cada vez haya más españoles ricos. Nos quieren a todos pobres y enchufados a la ubre del Estado, que con todos indigentes cogerá hojas de los árboles convertidas en euros gracias a los sortilegios de esos radicales para quienes lo suyo es solo suyo y lo de los demás, también suyo.
Amancio Ortega, ejemplo de honestidad, trabajo, esfuerzo, creación de puestos de trabajo y entrega al prójimo, ha diversificado sus inversiones personales en diversos sectores, como el inmobiliario, el financiero, los concesionarios de automóviles o la gestión de fondos de inversión, creando nuevos puestos de trabajo y riqueza. Pero volviendo al principio de este artículo, le confieso que a mí lo que me puede es la curiosidad del destino de sus camisas de una solo puesta, y que la saciaría con quien me diera respuesta, porque seguro que es sencilla y de sentido común. Uno de estos días se lo podría preguntar alguno de los 7.000 empleados que comparten comedor con el patrón en Arteixo y luego decírmelo a mí, vía El Debate de Hoy. No ofrezco premio en metálico, pero prometo al informante una camisa de Zara.