Hay jinetes de luz en la hora oscura
José Fernando Juan | 23 de enero de 2019
Con el auge de estos espacios digitales de comunicación y encuentro, se producen a la par fenómenos a los que hay que atender con cuidado. Uno de ellos, de especial relevancia, es la parcelación generacional. Esto es, cada grupo de edad tiene su referencia y eco principal en una red social, que a su vez posee elementos peculiares, que a la vez educan en un modo concreto común.
Facebook apareció masivamente en España hace una década y absorbió de entrada a todos los usuarios potenciales. Al mismo tiempo, se produjo una primera fragmentación generacional, pues, con la entrada de Tuenti, los más jóvenes migraron o se iniciaban principalmente en otro espacio diferente y lo cuidaban más que su perfil de Facebook, aunque lo tenían en segundo plano. Partiendo del texto escrito como principal soporte comunicativo, las fotos irrumpieron en escena. Para quienes no lo recuerden, todo era exclusivamente en el ordenador. La fractura estaba iniciada. Hoy Facebook es visto por los jóvenes como algo arcaico, “viejuno”.
Hiperconexión y “appstinencia” digital
Con Twitter se dio el siguiente salto. Los más jóvenes tomaron posesión de esta red y ocuparon el primer lugar. Su marca: la agilidad, la cantidad de comentarios e interacción y, sobre todo, la posibilidad de seguir a cuantas personas se quiera, deseando, a la par, ser seguido por muchas otras. El texto escrito sigue siendo lo prioritario, pero cobra protagonismo la imagen como mensaje aún más simplicado (meme). Su gran aportación a esta nueva comunicación ha sido el #hashtag: tema de conversación que permite participar en asuntos de relevancia junto a otras personas desconocidas y crear grandes comunidades cerradas sobre sí mismas a nivel global por sus ideologías, que se verán reforzadas por el trato con afines.
Hoy los más jóvenes reconocen que la red del contenido es para ellos fuente de información y, sobre todo, de desahogo y descarga emocional. No les interesa participar en asuntos que vayan más allá de ellos.
Instagram, la red social de las imágenes, ha conseguido erradicar otras. Lo principal es la foto, y los más jóvenes en la siguiente generación, que tampoco tenían mucho que decir de grandes asuntos, encontraron en ella su espacio ideal, alejado de sus mayores. Se inician con una dosis de autorreferencialidad impresionante, que ha desatado las críticas más feroces sobre la egolatría adolescente. Pero como marcan tendencia, muchos se han sumado a sus prácticas contagiosas por el atractivo de la vida cotidiana mostrada con estilo.
Las nuevas generaciones no articulan palabras ágilmente, pero son expertos en narrativas visuales. Encontraron su lugar disruptor como ocaso de sus ancestros. Nacieron sin el impacto de las redes y una cierta connaturalidad de base. Hubo una red social llamada Snapchat, en claro desuso o uso marginal entre los jóvenes, que apostó por la privacidad de las relaciones y su caducidad más absoluta. Las imágenes en esta red se eliminan a las 24 horas. Invento copiado por Instagram, que recuperó a los más jóvenes otra vez.
No podemos perder de vista que existe una relación directa entre cantidad de uso y logros adquiridos en una red, y la tendencia a la permanencia como resistencia a nuevos proyectos. Esto hace que asiduos a Facebook o Twitter teman dar el salto a Instragam. Además de las novedades en el lenguaje. Por eso cuesta tanto abandonar lo conocido y adentrarse en lo desconocido. Así, los más jóvenes siempre encuentran espacios alejados de las miradas de los adultos, y a merced de otros intereses.
Las seis claves del éxito ‘youtuber’ . Un fenómeno que reinventa la comunicación
La historia no termina aquí. Los más jóvenes de los jóvenes reinventaron para sí mismos, con el móvil y el incremento de capacidad y conectividad, los canales de YouTube, hoy tan conocidos. Su papel ya no es ser activos en la red, sino pasivos consumidores de contenidos virales, tendencias, juegos… Esta red se lleva más horas, con diferencia, que el resto, es nueva “tele-visión” creada por usuarios particulares desde sus casas. El resto de redes sociales sirve como apoyo y difusión, pero el espacio de referencia está creado no por imágenes sino por audiovisuales.
La tendencia es creciente hace un lustro. No existe comunidad de relaciones, salvo en el grado de los youtubers. Se pierde el ser activos comunicativamente y prima la referencialidad de unos pocos sobre grandes cantidades de población. Es el espacio del líder, y el papel del usuario es de apoyo, refuerzo y admiración.
El próximo paso serán (son) los videojuegos online. Aquí están los próximos líderes, que no serán tan líderes pero forjarán los hábitos digitales de la próxima generación. Todo es interacción, pura acción. ¿Distracción?
Sobrecoge percibir la comunicación y la interacción del mañana con herramientas tan potentes. Crearemos nuestro mundo de la mano de estas tecnologías. Y no se ha dicho ni se ha creado todavía lo más importante: ¿está tan lejos la interacción con robots y el diálogo con contenidos no humanos, pero creados por personas?
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