Hay jinetes de luz en la hora oscura
Patricia Santos | 28 de febrero de 2017
Hace menos de un mes, la dominica sor Lucía Caram acudió al programa televisivo de Risto Mejide. La entrevista ha estado proporcionando carnaza a los medios durante las semanas siguientes, pues en ella la religiosa manifestó algunas ideas propias acerca de la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la virginidad de María. Por ejemplo, que la Virgen María y san José tenían una relación de “pareja normal”, que implicaba “tener sexo y tener una relación normal de pareja”.
Que los complejos de otros no nos acomplejen. La virginidad de María no es una demonización del sexo. Ni es un estigma católico contra la libertad procreadora
Y lo ha afirmado asumiendo ella públicamente, en nombre de la Iglesia, que dicha institución “durante mucho tiempo ha tenido muy mala relación” con el tema del sexo y lo tuvo “un poco bajo la alfombra y no era un tema tabú, sino un tema que se consideraba sucio, oculto y era la negación de lo que yo creo que es una bendición”, llegando a comentar que “la Iglesia debería haber presentado a María y a José de otra manera y entender que es una relación madura de amor que se abre a la vida y que es capaz de gestar y secundar un proyecto de liberación, de salvación”.
Es decir, que la virginidad de María es una “forma de presentar las cosas”, no una verdad de fe. Como no se trata de denigrar a nadie, nos ahorramos las referencias a la desilusión y el dolor que se han reflejado en las numerosas contestaciones publicadas en diversos medios a partir del día siguiente al programa de televisión.
Desde un punto de vista institucional, para sus hermanas y hermanos dominicos, se trata de un incidente triste. Con las lentes de la Misericordia, vemos a una persona cuyas afirmaciones hablan por ella. Dudas, dudas y más dudas. Desorientación y soledad. Justificación de los propios límites o frustraciones transformándolos en una pseudo-legítima protesta. Quizá por eso no es tan responsable como alguien que, desde una situación personal y vital distinta, hubiera afirmado lo mismo. Nuestro apoyo a sor Lucia, nuestro rechazo a sus palabras.
Sin embargo, no todo queda aquí. Agraciadamente, el pabellón dominico vuelve a estar tan alto como corresponde: días después, dos dominicas, sor Albert Marie Surmanski y sor Maria Veritas Marks, O.P. (cuyo discurso de graduación en Harvard, en latín, fue viral en 2010) acaban de presentar un Manual para la Devoción Mariana, disponible hasta en formato Kindle de Amazon, con el que tratan de ayudar a cultivar un estilo de vida consistente en acudir a María como madre, parecerse a su Hijo y conocer y guardar la voluntad de Dios en el corazón. María es el modelo, la intercesora, la maestra que interpela al lector del manual.
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— TANBooks (@TANBooks) December 20, 2016
Se puede decir más alto, pero no más claro. Gracias, sor Albert Marie.
Efectivamente, lo que hacemos con nuestro cuerpo tiene muchas veces un significado que trasciende el entorno inmediato. Desde esa perspectiva hay que entender los votos religiosos, por ejemplo. En el caso de María, la ofrenda de su virginidad aconteció en un momento en el que el honor de la mujer judía consistía en su capacidad de poder ser portadora de la estirpe del Mesías que iba a devolver a Israel el poder y la libertad políticos. La virginidad era el mayor sacrificio que una mujer creyente podía hacer en ese momento. Solo un alma de semejante generosidad y humilde grandeza era merecedora de llevar en su seno al Mesías hijo de Dios, y así sucedió.
El Manual para la Devoción Mariana desarrolla lo sintetizado en el número 496 del Catecismo de la Iglesia Católica (publicación que representa legítimamente la doctrina de la Iglesia católica), afirma que Jesús fue concebido “sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo”. Y el número 499, dice: “La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María.”
Mirarte simplemente Madre dejar abierta sólo la mirada Mirarte toda sin decirte nada, decirte todo mudo y reverente pic.twitter.com/UEJUXzp0gW
— Papa Francisco (@Pontifex_es) February 14, 2016
Ya antes, un santo con muchísima mayor experiencia vital que sor Lucía y portador de un bagaje de ideas propias tan originales y peregrinas como las de sor Lucía, pero que supo deshacerse de ellas para buscar la Verdad y rendir su inteligencia y su vida a Ella, san Agustín, aseguró que Santa María “fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del parto, Virgen siempre”.
Que los complejos de otros no nos acomplejen. La virginidad de María no es una demonización del sexo. Ni es un estigma católico contra la libertad procreadora. Es una condición que adorna a nuestra Madre cuyo significado han entendido los Padres y los Santos como algo de “divino sentido común”. La fe católica encuentra la base de su aceptación en lo mejor de la naturaleza humana, ese “divino sentido común” que nos enseña a sacar lo mejor de nosotros mismos y recompensando ampliamente.