Hay jinetes de luz en la hora oscura
Antonio Olivié | 28 de marzo de 2017
ROMA (ITALIA) | La actuación de la entidad católica Comunità di Sant’Egidio ha gestionado la integración de quienes huyen de la guerra en Italia. Este modelo se está repitiendo en Francia y Polonia, y en España, el presidente de la Conferencia Episcopal ha invitado al Gobierno a ponerlo en marcha.
Fue el papa Francisco, tras su viaje a Lesbos en 2016, quien inauguró un corredor humanitario que ha logrado acoger en Italia a más de 700 personas en poco más de un año. Es un proyecto de integración social con resultados positivos, gestionado por tres entidades cristianas.
El Estado Vaticano financia directamente el alojamiento y la manutención de 21 personas, musulmanas y católicas, provenientes de Siria. Pero, sobre todo, ha promovido la actuación de la Comunità di Sant’Egidio, una entidad católica que gestiona la integración de quienes huyen de la guerra.
El objetivo es lograr que quienes huyen de la guerra no se lancen a las pateras ni sean explotados por las redes mafiosas de tráfico de personas del Mediterráneo
El éxito de este proyecto en Italia ha llevado a que el modelo se repita en Francia. Allí, el pasado 14 de marzo, se firmó un acuerdo para desarrollarlo con el Gobierno del país, la conferencia episcopal católica, Cáritas, la federación de iglesias protestantes y Sant’Egidio. Mediante este acuerdo, esperan recibir a unas 500 personas en los próximos meses.
Los próximos pasos internacionales se darán en Polonia, donde el Gobierno ha mostrado disposición a gestionarlo, y en España, donde el presidente de la Conferencia Episcopal ha invitado al Gobierno de Rajoy a ponerlo en marcha, tras calificarlo como un proyecto “admirable”.
El objetivo es lograr que quienes huyen de la guerra no se lancen a las pateras ni sean explotados por las redes mafiosas de tráfico de personas del Mediterráneo. El trabajo de campo comienza en Líbano, donde seleccionan a las personas más vulnerables, ya sean familias numerosas, personas perseguidas por motivos religiosos o por no haber querido enrolarse en las filas del ISIS o de cualquier otro grupo militar cuando han sido llamadas a filas.
Una vez identificados los perfiles, la Comunidad de Sant’Egidio gestiona el pasaporte y el alojamiento en Italia. Hasta ahora, han recibido más propuestas de personas o entidades que ofrecen alojamiento que el número de refugiados, por lo que esperan superar el millar de acogidos en los próximos meses.
Buscan que quienes vienen de fuera, sin saber italiano, puedan residir en zonas que no estén demasiado apartadas, para facilitar el acceso a un trabajo o el aprendizaje del idioma. Los refugiados que tenían experiencia ganadera están trabajando como pastores en Italia; quienes sabían cocinar, ayudan en restaurantes, en un entorno familiar o parroquial.
La integración de muchos de estos refugiados tiene como centro parroquias u otras instituciones sociales, en las que son cientos de personas las que colaboran al sostenimiento de los recién llegados
Entre quienes han llegado a Roma en los últimos meses se encuentran dos jóvenes cristianos sirios, Simon y Admon Alhabib, que se vieron forzados a escapar al Líbano hace unos meses. Algunos de sus amigos han desaparecido y otros han sido forzados a alistarse. Una vez que han conseguido entrar en Italia, gracias a este corredor humanitario, su objetivo ahora es formarse en la universidad italiana para poder ayudar en la reconstrucción de su país, en cuanto les sea posible volver.
En la determinación de estos refugiados para regresar está en juego la presencia de la comunidad cristiana en Oriente Medio. Los obispos de la zona acuden con frecuencia a Roma y a otros enclaves de Europa para solicitar ayuda sobre el terreno en las áreas que han ido recuperando a los terroristas, como es el caso de algunas localidades del norte de Iraq.
La realidad es que la iniciativa de entidades religiosas en la crisis de los refugiados no se limita a colaborar en la resolución de un problema concreto, también marca la línea a seguir en la acogida. Y es que la integración de muchos de estos refugiados tiene como centro parroquias u otras instituciones sociales, en las que son cientos de personas las que colaboran al sostenimiento de los recién llegados. Más allá de los números, se valora y defiende a las personas.