Hay jinetes de luz en la hora oscura
Carlos Echeverría | 04 de octubre de 2018
Una encuesta elaborada por el Instituto Dialog y de la que se ha hecho eco el diario Haaretz hace una radiografía de la sociedad israelí de la que se pueden extraer conclusiones para la evolución de su política, y destaca en ella la firme conexión entre religión y juventud en Israel.
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Que Israel sea un Estado en el que el 54% de los encuestados se declare creyente no debería sorprender. Nació este país en 1948 no por capricho, sino como resultado de una iniciativa que en términos ideológicos se había consolidado a fines del siglo XIX: el sionismo. Esta ideología buscaba reunir a la dispersa diáspora judía en un Estado y nació en un contexto marcado por la persecución contra los judíos, desde el Imperio Ruso hasta la Francia del ‘affaire Dreyfuss’.
Luego vendría el Holocausto y el proceso de descolonización, en cuyo marco nació Israel, en solitario por el rechazo árabe al Plan de Partición de la ONU de 1947. Volviendo al presente, Israel tiene una población de 9 millones de habitantes, de los que 6,6 millones son judíos y el resto, árabes.
Con estos antecedentes no debería sorprender que un porcentaje importante de la población se declare creyente –estando entre los Estados occidentales de mayor religiosidad, solo superado por los EE.UU., y que contrasta con la escasa religiosidad declarada en países europeos (14% en Suecia)–, aunque en la encuesta analizada lo que parece sorprender, más fuera de Israel que dentro, es que el 64% de quienes se declaran creyentes tienen entre 18 y 24 años, es decir, que encontramos una estrecha relación entre religión y juventud en Israel.
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Israel tiene la tasa de fertilidad más alta de los Estados miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico: 3,1 hijos por mujer, a años luz de las bajísimas tasas que sufrimos por ejemplo en España.
Israel tiene una extensión de 20.770 kilómetros cuadrados, la diáspora inventariada de judíos que viven fuera de dicho Estado es de 8 millones de personas (el 70% en los EE.UU.) y, aunque podrían solicitar la nacionalidad israelí en aplicación de la Ley de Retorno, es improbable que lo hagan muchos en los próximos años.
Atrás quedan las grandes llegadas de judíos a Israel: tras el Holocausto, tras la consolidación de regímenes hostiles a las minorías judías en países árabes como Iraq, Argelia o Libia, o musulmanes como Irán, o con centenares de miles de fallashas etíopes o de judíos rusos llegados en los años ochenta del siglo XX. Hoy no es previsible que se den situaciones parecidas ni el escenario israelí y regional es tan atractivo como otrora.
El entorno regional se puede definir por dos características en relación con el tema de la religión y la juventud en Israel. Una es la inestabilidad creciente para un Israel que ganó cuatro guerras convencionales en sus primeras décadas de vida (1948, 1956, 1967 y 1973), pero que ahora afronta guerras que no ha podido ganar, tres con Hamás y una con Hizbollah. La otra es el creciente protagonismo del islamismo, reflejado no solo en los grupos yihadistas sino también en las políticas de Irán, Arabia Saudí e incluso de la Turquía que, otrora aliada, hoy le es crecientemente hostil de la mano de Recep Tayeb Erdogan.
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En Israel, la arena política ha sido siempre compleja y hoy está dominada por quienes enarbolan religión e identidad judías. Su empeño por definir a Israel como Estado judío con capital en Jerusalén no debería sorprendernos, pues tal principio ha estado ahí siempre aunque muchos gobernantes decidieran no enarbolarlo.
Volviendo a los porcentajes, esos jóvenes mayoritarios entre quienes se consideran creyentes son en un 48% más practicantes y más fieles a las exigencias (por ejemplo, el respeto del Sabbat) que sus padres, y ahí tenemos otro reflejo del cambio generacional. Muchos jóvenes israelíes son hijos de familias ortodoxas o ultraortodoxas y van dejando atrás a unos padres que son reflejo de ese Israel cosmopolita y plural de aluvión, que se alimentó de europeos, de americanos, de norteafricanos o de medioorientales que fueron durante décadas a Israel a construir un proyecto ilusionante y moderno. Como la tasa de fertilidad es más alta entre ortodoxos y ultraortodoxos que entre los demás sectores de la población israelí, la cuestión de la religión y juventud en Israel es hoy y seguirá siendo una cuestión central en los próximos años.