Hay jinetes de luz en la hora oscura
Antonio Olivié | 08 de noviembre de 2017
La historia de Roma y el Vaticano presenta pocas épocas tan esperanzadoras como la que vivimos en los últimos cuarenta años, desde san Juan Pablo II. El liderazgo del Papado, la autoridad moral que se ha conseguido en esta etapa es algo que no se puede dar por descontado. Es preciso valorarlo y fomentarlo.Francisco
En un momento de reformas, de consolidar decisiones que Benedicto XVI no se vio con fuerzas para afrontar, hay quien insiste una y otra vez en la crítica, destacando las limitaciones o errores del actual Pontífice y su equipo. Sin entrar en el fondo del debate, aceptando que Bergoglio, como toda persona, se puede equivocar, esta actitud eclipsa las oportunidades que ofrece su personalidad, de entre las que me gustaría destacar las siguientes:
Durante años, se ha intentado acallar la voz de la Iglesia Católica, argumentando que la religión no debe mezclarse con la política. Una ofensiva que pretende eliminar la moral de las actuaciones públicas. Y la realidad es que la Iglesia Católica como institución se ha convertido en una autoridad escuchada y respetada. Ya lo era con Juan Pablo II, lo fue con Benedicto XVI, pero la relevancia de Francisco es incuestionable, alcanzando foros que parecían vetados para un cristiano.
La Iglesia está viva de verdad si es materna, misionera y sale al encuentro del prójimo.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) October 21, 2017
El cristianismo está presente y activo en la vida pública. Es una referencia moral que no se puede ocultar. En los últimos días, en Roma he asistido a varios encuentros, impulsados por el Vaticano, uno sobre la Protección del Menor en el Mundo Digital y otro sobre la trata de personas humanas, en los que representantes del gobierno británico y del alemán han participado activamente. No son los únicos, pero los destaco porque se trata de dos de las grandes potencias del mundo y están realizando gestiones concretas, no mero protocolo, en colaboración con la Santa Sede.
La voz de la Iglesia gana terreno moral en una época en la que no se encuentran líderes internacionales de referencia. Es una clara oportunidad para forjar alianzas y trabajar de la mano con otros para ayudar a mejorar nuestra sociedad.
En un momento en que se confía más en las acciones y los gestos que en las palabras, el papa Francisco prioriza la acción caritativa de la Iglesia. La fuerza del cariño con que abraza a un enfermo, el tiempo que dedica a escuchar a los más débiles, las constantes visitas, fuera de programa, a hospitales o centros de salud, llegan al corazón de las personas.
La Iglesia nunca ha dejado de llevar a cabo una acción social extraordinaria. El problema es que, por las causas que fueran, no se visualizaba de forma tan evidente como con Francisco. Y no es un mero asunto de imagen, de maquillaje, es una cuestión esencial, la caridad de la Iglesia se hace más patente que nunca.
Queridos jóvenes, no teman el futuro ¡Atrévanse a soñar a lo grande! Mantengan viva la alegría, signo del corazón que encontró al Señor.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) September 7, 2017
Los gestos y las actitudes caritativas del Papa abren la puerta a un diálogo sobre la fe con todo tipo de personas, cristianos o no. Hace unas semanas, un obispo de Iraq comentaba el gran bien que hacen las declaraciones públicas del Papa sobre Tierra Santa. Aseguraba que es algo que alienta a los cristianos y que agradecen también los musulmanes, conscientes de la relevancia del Papa, por hacer visible un conflicto dramático.
El compromiso personal del Papa con los más necesitados, esa actitud de respeto y misericordia, es algo que engancha a los jóvenes. El desafío de la Iglesia Católica, especialmente en Europa, está en conectar con las nuevas generaciones. Es algo que logró Juan Pablo II y que también consigue Francisco, con un lenguaje directo y claro.
Papa Francisco: Los cristianos deben huir de los honores y servir a los demás https://t.co/swpbCI7JC5
— ACI Prensa (@aciprensa) November 5, 2017
La personalidad de este Pontífice es un reclamo para quienes buscan ideales grandes, quienes aspiran a cambiar el mundo. Francisco es un banderín de enganche para las nuevas generaciones que no deberíamos desaprovechar si pensamos en el futuro de nuestra sociedad y de la Iglesia.
Quienes pasan por alto las declaraciones de este Pontífice sobre la confesión, la necesidad de la oración o la perversión de la ‘doctrina gender’ están desaprovechando una oportunidad única para la transformación interior. Centrarse solo en los aspectos polémicos, al margen de no reflejar toda la verdad, supone perder un tiempo precioso.