Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ignacio Urquijo Valdivielso | 05 de julio de 2017
Hace pocos días que el papa Francisco nombró a cinco nuevos cardenales, entre ellos el español Juan José Omella, en un acto celebrado en el Consistorio del 28 de junio. La noticia ha contado con una amplia difusión en los medios españoles, casi siempre desde la óptica de que un español sea, de nuevo, el elegido entre los recién nombrados cardenales.
Todos nos alegramos, pues su elección es importante para nuestro país y para nuestra Iglesia española. Lo es aún más para la Iglesia universal, y no solo la elección de un cardenal español, sino la de cinco cardenales de muy distantes nacionalidades y que pertenecen a cuatro continentes distintos -Europa, África, América y Asia-, y a países con muy distinta mayoría religiosa: Suecia, España y El Salvador, con predominio cristiano; Laos, casi en su totalidad budista; y Malí, mayoritariamente musulmán.
Estos cinco nuevos cardenales se unen al llamado Colegio Cardenalicio que, con esta nueva aportación, está formado por 225 miembros. Hunde sus raíces en el final del S. I en Roma, donde el papa, obispo de Roma, elige como ayuda y auxilio en el ejercicio de su ministerio a los presbíteros y diáconos de las iglesias de la ciudad. La institución así formada permanece a lo largo de los siglos, con cambios y diversos avatares históricos, pero siempre con la primordial función de ayudar al papa en el gobierno de la Iglesia. Su otro cometido primordial fue asumido en el año 1059, en que el papa Nicolás II -en el sínodo lateranense- encomienda a los cardenales la potestad de elección de un nuevo pontífice cuando haya sede vacante.
De las dos grandes funciones del Colegio Cardenalicio, la más significativa comienza el día en que se inicia la sede vacante (por muerte o renuncia del papa); es el momento en que, reunidos en cónclave, los cardenales afrontan la transcendental tarea de elegir al nuevo papa. La segunda de sus funciones -de enorme importancia aunque no esté tan difundida- es la de asesorar y ayudar al papa en el gobierno de la Iglesia, siendo encargados de todo aquello que el papa disponga, bien en cargos de gobierno en los 15 dicasterios que existen o en acciones y tareas concretas que les sean encargadas por él. Los cardenales se reúnen en consistorios, que se realizan en el Vaticano y siempre por convocatoria papal. Pueden ser ordinarios, donde acuden solo los cardenales que residen en Roma, o extraordinarios, donde se convoca a todos los cardenales existentes.
En los últimos siglos, la Iglesia, sin dejar de ser universal, había ido centrándose en muchos aspectos en Europa, y dentro de ella, en Roma. El predominio de papas italianos -con algunas excepciones de papas de otros países de Europa, a lo largo de muchos siglos y también de Colegios Cardenalicios con mayorías europeas, donde primaban los italianos- se había convertido en algo asumido como normal y corriente.
"El camino al cielo comienza en el llano de la vida cotidiana, en la entrega silenciosa de lo que somos", el #Papa a los nuevos cardenales. pic.twitter.com/ji9FZCimSx
— Vatican News (@vaticannews_es) November 19, 2016
Esta dinámica histórica se rompe el 13 de marzo de 2013 con la llegada al pontificado del argentino Jorge Mario Bergoglio que, tras la renuncia de Benedicto XVI y solo dos días de cónclave, es nombrado Papa, adoptando como nombre Francisco. El Papa, en sus cuatro años de pontificado ha ido mostrando un camino de renovación y apertura que se está reflejando en muchos aspectos del discurrir eclesial. No solo es su sencillez, sino también la resonancia de su talante abierto y dialogante en los gestos pastorales, su humildad y alegría transmitida, sus aciertos comunicativos que conectan con millones de católicos y no católicos…
Su talante, su manera de dirigir la barca de Pedro, se ha manifestado también en actuaciones de hondo calado, por ejemplo, en esa institución fundamental que es el Colegio Cardenalicio. En estos cuatro años, el papa Francisco ha convocado cuatro consistorios públicos ordinarios y ha nombrado 61 nuevos cardenales, de los cuales 49 son electores (pueden elegir papa) y 12 no electores, por rebasar los 80 años de edad, norma estipulada por Pablo VI en 1970.
De los 225 cardenales que en la actualidad forman en Colegio Cardenalicio, solo 121 son cardenales electores y muchos de ellos son los nombrados por el papa Francisco. En un nuevo signo de apertura, apertura efectiva e importantísima, el papa Francisco ha reflejado la diversidad y universalidad de la Iglesia en sus 61 nombramientos cardenalicios, ya que entre ellos se encuentran obispos de 33 nacionalidades distintas y de todos los continentes. Esto hace que la visión y cultura humana y eclesial sea parte de un Colegio que está destinado, precisamente, a apoyar al Papa en un gobierno universal. El eurocentrismo retrocede y comienza un reajuste a las nuevas dimensiones demográficas de la Iglesia, donde los pueblos que la conforman son mayoritariamente de otros continentes; recordemos que la Iglesia con más miembros ya no es la europea, sino la americana…
El papa Francisco está dejando su impronta universal también en el Colegio Cardenalicio, pues los nuevos cardenales nombrados provienen de sitios tan distantes y distintos en sus realidades como Malí, Laos, Mauricio, Vietnam, Suecia, Bangui, Papúa Nueva Guinea, Myanmar, España, Uruguay, Lesoto, Etiopía, Estados Unidos, Mozambique, Argentina, Bangladés, Nueva Zelanda y un largo etcétera. Hoy, cuando hablemos de los cardenales, nuestra imagen es ya la de aquellos hombres que, provenientes de todos los rincones del planeta, aportan su experiencia diversa, abarcando todas las culturas para arrimar el hombro apoyando al papa Francisco en la evangelización y la compleja tarea de extender el Reino de Dios por todos los confines.