Hay jinetes de luz en la hora oscura
El Debate de Hoy | 24 de enero de 2019
La JMJ es uno de los grandes eventos de la Iglesia y eldebatedehoy.es recoge los recuerdos de quienes la han vivido en primera persona.
La JMJ, iniciada por san Juan Pablo II y que ha pasado por ciudades como Roma, Manila, Sidney o Madrid, es un gran acontecimiento de la Iglesia que recuerda al mundo el valor y la importancia de los jóvenes en la sociedad.
En eldebatedehoy.es reunimos el testimonio de algunos de los miles de jóvenes que han acudido a la llamada de los Papas y han vivido la JMJ en uno u otro lugar.
Mi primera JMJ fue la de Madrid, con la suerte de que pude participar como voluntaria. Al principio no sabía muy bien dónde me metía, ni qué tenía que hacer. Pero, que hacía mucho calor, pues a repartir agua; que alguien estaba perdido, pues lo acompañaba a donde hiciera falta… lo disfrute muchísimo. El estar al servicio de los demás siempre es una gracia. Además, me sorprendió mucho ver a tantos jóvenes. No estábamos solo los “locos” de mi parroquia, éramos muchísimos y todos juntos por una misma fe.
Yo fui a la JMJ de Río de Janeiro sin ningún tipo de pretensión, sin ninguna expectativa que hubiese que cumplir. Era un regalo… ¡un lienzo en blanco! Hubo tiempo para todo: rezar, reír, llorar, cantar, jugar al fútbol, ir a la playa, visitar las favelas. El mensaje del papa Francisco me tocó mucho: «¡Cristo te quiere en su equipo!» Y, tras un viaje de dos semanas, vuelta a Madrid. Me acuerdo con mucha nitidez de decir al volver: «¿Y ahora qué?» Fui a hablar con un sacerdote a decirle: «¿Esto es todo? Río ya se ha pasado y yo sigo igual», y su respuesta fue: «Todo lleva tiempo, deja que crezca y ya verás los frutos». Así fue. Si yo hoy soy quien soy, en parte es gracias a la Jornada Mundial de la Juventud.
Año 2008, tras la JMJ de Colonia: “¡Chicos, que la siguiente es en Madrid!” Con 14 años no sabía qué era aquello, pero mis padres estaban tan emocionados que me metí de lleno: hicimos un grupo de jóvenes en hermandades del trabajo y nos apuntamos de voluntarios. Rozábamos la legalidad respecto a la edad mínima, pero nada nos impedía ir ensayando en todas las actividades: la Almudena, la Sagrada Familia, “100 días para la JMJ”, Corpus Christi…
Entendíamos que la JMJ hay que vivirla muy cerca de Jesús, así que nos pasamos todo el año previo haciendo apostolado y oración, lo cual me ayudó mucho a vivir intensamente aquellos días de JMJ en los que bailamos sevillanas, me hice un esguince, me lo curaron, estuve en el estrado con el Papa, ayudamos a encontrar a los padres de los niños perdidos en la tormenta de Cuatro Vientos… ¡La JMJ es una experiencia increíble, ojalá todos los jóvenes puedan experimentarla!
En la JMJ de Madrid constaté que la Iglesia está muy viva, al contrario de lo que dicen muchos. Respiré alegría, ilusión, ganas entregar la vida. La juventud es la etapa de los grandes sueños por cambiar el mundo. Y como la fe, si no se comparte, acaba muriendo, este encuentro con tantos jóvenes supuso para mí una inyección de moral que me ayudó a creer con más intensidad.
Para nosotros, la JMJ supuso el principio de un camino de santidad el uno a través del otro. El Señor nos unió en la JMJ de Colonia 2005 cuando asistimos con nuestra parroquia. Vivimos, en la JMJ de Madrid 2011, la entrega como voluntarios, que fortaleció nuestra Fe y nuestra relación. Tras seguir la JMJ de Río en Lourdes, con miles de jóvenes de toda Europa, contrajimos Santo Matrimonio y formamos una familia. Hoy, junto con nuestros hijos, Javi, Pablo y Jaime, que viene en camino, rezamos por los jóvenes que participan en la JMJ de Panamá, para que respondan con alegría a la vocación que el Señor pone en sus corazones.
La JMJ de Sidney en 2008 fue todo un regalo. Acababa de terminar mi primer curso en el Seminario Conciliar de Madrid y fuimos invitados a unirnos a los jóvenes que se encontrarían con el Papa en Australia. La experiencia de Iglesia y de familia fue increíble, con multitud de anécdotas y recuerdos: aterrizamos sin maletas (que no llegaron hasta tres días más tarde) y el Evangelio del primer día en tierras australianas decía: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata…» ¡Auténtica palabra viva para nosotros! Pero, como os podréis imaginar, no nos faltó de nada. Una manera única por la que el Señor me fue confirmando en mi vocación.
Tuve la oportunidad de vivir desde dentro la JMJ de Madrid y eso me hizo comprender lo grande que es este encuentro, la cantidad de personas que mueve y la alegría con la que se vive. Benedicto XVI nos dejó muchos mensajes, pero recuerdo especialmente aquella homilía en Cuatro Vientos pidiendo a los jóvenes que viviesen la fe en comunidad. Aquel verano nacieron amistades que todavía hoy conservo y que me han servido todos estos años para entender esas palabras del Papa y la explicación que él mismo daba: «Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos».