Hay jinetes de luz en la hora oscura
Antonio Olivié | 01 de junio de 2017
Hace pocos días, estuve en Washington DC, en un encuentro sobre persecución religiosa en el mundo organizado por las universidades de Notre Dame y Chicago. Una de las presentaciones de ese foro, sobre la situación del cristianismo en China, fue especialmente reveladora.
La dictadura comunista que controla el país asiático desde 1949 ha mantenido entre sus objetivos la erradicación de cualquier religiosidad que pudiera hacer frente al pensamiento único. Ha habido etapas especialmente duras, como la de la Revolución Cultural (1966 a 1979), donde fueron encarcelados cientos de miles de personas por el mero hecho de ser cristianos. Pero la realidad es que no han conseguido eliminar la fe.
El profesor de la Universidad de Purdue (Indiana) Fenggang Yang asegura que “en torno a 1980 allí había unos seis millones de protestantes y católicos. En el año 2010, treinta años después, el número de cristianos se ha incrementado hasta 67 millones. De 6 a 67 millones. Y la media de crecimiento anual es del 10%”.
Si bien en China, un país de 1.300 millones de habitantes, el número de cristianos pueda parecer pequeño, en el ámbito internacional no lo es. Esos 67 millones de cristianos ya superan a la población de países como España. Y lo más llamativo es el porcentaje de crecimiento, que se mantiene constante en los últimos años. Se estima que unos 10 millones de esos cristianos son católicos, mientras que el resto pertenece a denominaciones protestantes.
Hace unos días, el director de Asia News, Bernardo Cervellera, aportaba otro dato interesante. En la última Pascua de este año 2017 se han bautizado unas 17.000 personas en la Iglesia Católica en China. No es el único momento del año en que se celebra esta ceremonia, por lo que la cifra de conversiones anual es superior.
¿A qué se debe este rápido crecimiento de la fe? Según el profesor Yang, la situación que se vive en estos momentos en China es similar a la de los últimos años de la Roma pagana, cuando la persecución contra los cristianos se recrudeció, provocando el efecto contrario. Finalmente llegó el Edicto de Milán, que permitió la libertad religiosa y sacó a la luz a cientos de miles de fieles que vivían en la clandestinidad.
Frente a las noticias que llegan del país asiático, el profesor Yang asegura que la persecución religiosa en China se ha recrudecido en estos últimos años. Encierran a líderes religiosos con acusaciones falsas, impiden la celebración de encuentros cristianos o bloquean las posibilidades profesionales de los fieles. Solo en la provincia de Zhjiang, el Gobierno chino ha derribado más de 1.500 cruces y cerca de 400 iglesias desde el año 2013.
Frente a ese intento oficial por eliminar la práctica religiosa, las conversiones al cristianismo están a la orden del día. Son una tendencia que se advierte en la mayoría de las parroquias del país, sean ‘oficiales’ (aceptadas por el Gobierno) o clandestinas.
El Vaticano y China mantienen conversaciones para intentar alcanzar puntos de acuerdo. Hay tensiones entre quienes mantienen una postura de resistencia sin concesiones y quienes tratan de contemporizar
La situación de China se enmarca en una tendencia común de mayor religiosidad en todo el continente, tal y como refleja el Anuario Pontificio Vaticano. Según los últimos datos de la Iglesia Católica, en el continente asiático el crecimiento del número de católicos es superior al de la población (20%, frente al 9%). Asia es también el continente donde más ha aumentado el número de obispos en los últimos años y el segundo, después de África, con mayor incremento en el número de sacerdotes y religiosos (un 27%).
¿Por qué apenas se habla de este fenómeno? A día de hoy, el Vaticano y China mantienen conversaciones para intentar alcanzar puntos de acuerdo. Hay tensiones entre quienes mantienen una postura de resistencia sin concesiones y quienes tratan de contemporizar. En ese entorno, ni la Iglesia quiere destacar que bajo la persecución crece el número de fieles ni el Gobierno chino se presta a reconocer el fracaso de sus políticas de represión.