Hay jinetes de luz en la hora oscura
Patricia Santos | 06 de febrero de 2017
Queremos proponer una serie de reflexiones que ayuden a conocer y tomar conciencia del heroísmo de millones de hermanos cristianos ejemplares perseguidos hoy por su fe. La persecución religiosa se sitúa dentro del panorama mundial del siglo XXI como un elemento más al que no se ha dado respuesta cabal todavía.
Según el Informe sobre Libertad Religiosa 2016 que Ayuda a la Iglesia Necesitada realiza cada dos años, uno de cada seis cristianos en el mundo vive en países con persecución religiosa; 334 millones de cristianos en el mundo viven actualmente en países de persecución y 60 millones en países con discriminación. La RAE define genocidio como el “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Parece que la definición académica describe con exactitud la masacre humana que estamos atestiguando, ¿o es que tendría que suceder algo más para removernos?
El informe, basado a su vez en las pruebas aportadas en los informes de los 196 países estudiados, destaca dos grados de represión, por una parte, la discriminación y por otra la persecución abierta.
El informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada concluye que el nuevo hiper-extremismo religioso con pretensiones genocidas constituye una amenaza mundial
La discriminación se entiende como ejercida por los estados en forma de intolerancia institucionalizada: políticas, leyes y normas de distinto rango admitirían el rechazo o la prohibición de beneficio a aquellas personas de religión distinta a la religión oficial. Trayendo la clasificación a nuestra realidad más cercana, una persona en dichas circunstancias no podría estudiar, trabajar en lo que desee (pues muchas carreras y puestos de trabajo exigen la profesión de la religión oficial), tampoco podrían contraer matrimonio ni elegir una educación religiosa para sus hijos de acuerdo con sus convicciones. No podrían existir escuelas, ni medios de comunicación con dicha impronta religiosa. Las manifestaciones religiosas no pertenecientes a la oficial quedarían relegadas a las iglesias existentes o a los domicilios particulares, cuando no a la propia conciencia.
La categoría de persecución, según el informe, corresponde tanto a las acciones violentas ejercidas por el Estado, como a las perpetradas por grupos terroristas u organizaciones no gubernamentales: campañas difamatorias, detenciones, asesinatos, exilios forzosos, expropiaciones y daños contra la propiedad privada de estas personas y de sus familias. Un precio habitual que conlleva su condición religiosa.
El informe destaca algunos países en los que el nivel de persecución es extremo: Afganistán, Arabia Saudí, Bangladesh, Birmania, China, Corea del Norte, Egipto, Eritrea, Indonesia, Iraq, Kenia, Libia, Níger, Nigeria, Pakistán, Siria, Somalia, Sudán, Tanzania, Territorios Palestinos, Turkmenistán, Uzbekistán y Yemen. Cabe preguntarse qué tipo de esperanza humana existe para las minorías religiosas inocentes que sufren persecución en tantos países afectados.
Mapa que muestra los países en los que se ataca la libertad religiosa y su evolución en el tiempo. Fuente: Ayuda a la iglesia necesitada
Las conclusiones del informe constatan un claro recrudecimiento de la violencia y la inestabilidad vinculadas con el islamismo extremo. La crisis migratoria de los refugiados en Occidente ha sido uno de los vehículos que ha propiciado la expansión de los actos de violencia más allá de las fronteras mencionadas. La crisis humanitaria precipitada por el volumen de acogida en Europa, Canadá, Estados Unidos y Australia ha supuesto un choque de culturas y muy especialmente de religiones. Sociedades tradicionalmente cristianas se han visto desprovistas de recursos para hacer frente no sólo a una acogida masiva de inmigrantes, sino también de respuestas al debate surgido acerca del papel que la religión de los acogidos iba a jugar en el nuevo contexto social y político.
El informe concluye que el nuevo hiper-extremismo religioso con pretensiones genocidas constituye una amenaza mundial. Múltiples núcleos dispersos geográficamente, aunque todos ellos con génesis en un islamismo extremo, promueven con métodos radicales no sólo atentados suicidas, la exaltación de asesinatos y ejecuciones en masa, acompañándolos de violaciones y torturas extremas. El uso de las redes sociales constituye una agravante más, característica de su brutalidad, y una forma inmediata de extender el terror y el odio más allá de las fronteras geográficas.
¿Qué esperanza queda? Desde el punto de vista humano es necesario tomar conciencia, informándose y dando a conocer esta realidad, y actuar colaborando y promoviendo las iniciativas que se estimen prudentes, sin perder de vista la propia identidad y los propios derechos. Socialmente la libertad religiosa es un activo que contribuye a enriquecer la convivencia con valores, en igualdad jurídica y superando el materialismo. El arte, la cultura, el deporte, la ciencia, muestran el potencial que la integración de equipos humanos diversos es capaz de generar. Y demuestran que la convivencia en paz es posible.
Las asignaturas pendientes se hallan, de una parte, en el terreno de los “intereses” políticos y económicos de quienes prestan su apoyo a los conflictos mal llamados religiosos; y de otra, la necesidad de que los principales líderes islámicos lleven a cabo una adecuada respuesta religiosa que denuncie y ataque la perversión que su fe está sufriendo. Por desgracia, eso es pedirles un más que posible martirio. ¿Habrá razón en el Islam con capacidad de someterlo a la paz?