Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ainhoa Uribe | 12 de junio de 2017
Las últimas semanas han estado muy revueltas en el Reino Unido. Al tenso debate de cómo gestionar el brexit se ha sumado una trágica sucesión de asesinatos a manos de yihadistas radicales que han enturbiado la campaña electoral. El resultado ha sido un reajuste de los bastiones de poder del Partido Conservador y el Partido Laborista.
Los conservadores de la primera ministra, Theresa May, han ganado las elecciones, pero no de forma holgada. Esperaban mayoría absoluta y, sin embargo, su victoria se ha visto reducida a la mayoría simple, lo que les obliga a pactar con terceros. En este caso, con los unionistas norirlandeses. Por el lado laborista, los resultados han sido mucho mejores de los esperados. Corbyn ha recuperado posiciones y se sitúa en segunda posición, pisando los talones a su rival Theresa May.
Con este saldo, es obvio que la premier británica no se enfrentará a una legislatura serena y larga, sino más bien corta y bronca. La diferencia de votos entre los conservadores (42,4%) y los laboristas (39,9%) es de poco más de dos puntos y ello va a dificultar la toma de decisiones y los debates en el Parlamento de Westminster.
En minoría, los políticos tienen pocas opciones y, si se enfrentan a uno de los mayores retos de su reciente historia, las posibilidades de lograr consenso son aún menores
Los conservadores han logrado 318 escaños (es decir, 12 menos respecto a la anterior legislatura); por el contrario, los laboristas han ganado 29, alcanzando la cifra de 261 escaños. El gran perdedor ha sido el partido nacionalista escocés (que baja 21 escaños), algo lógico en un contexto tan complejo como el de los últimos días, en el que los ciudadanos han priorizado el voto útil (de carácter nacional) hacia uno de los dos grandes partidos; mientras que los liberales y los unionistas han mejorado ligeramente su posicionamiento. El Partido Liberal-Demócrata obtiene 12 asientos (+4) y el Partido Unionista, 10 (+2).
No es la primera vez ni será la última que el Reino Unido necesite un pacto de gobierno de este estilo. Sin embargo, tanto en estos casos como en el previsible pacto de Theresa May con el DUP no han resultado ser gobiernos ni eficaces ni duraderos
¿Qué sucederá a partir de ahora? El titular de la revista británica The Economist de esta semana era muy elocuente al respecto: “How a minority government does (not) work”, o lo que es lo mismo, cómo un gobierno de minoría (no) funciona. A buen entendedor, pocas palabras bastan. En minoría, los políticos tienen pocas opciones y, si se enfrentan a uno de los mayores retos de su reciente historia (como es la gestión del brexit), las posibilidades de lograr consenso son aún menores.
El pacto con el Partido Unionista (Northern Irish Democratic Unionist Party, DUP) será débil. No es la primera vez ni será la última que el Reino Unido necesite un pacto de gobierno de este estilo. Harold Wilson (1974) o John Major (1996) tuvieron que recurrir a fórmulas similares. Sin embargo, tanto en estos casos como en el previsible pacto de Theresa May con el DUP no han resultado ser gobiernos ni eficaces ni duraderos.
Adolfo Suárez resumió muy bien el problema que subyace tras los pactos, en general, sean de una u otra naturaleza política. Para Suárez: “El diálogo es, sin duda, el instrumento válido para todo acuerdo pero en él hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores”. Veremos qué cede Theresa May a cambio de los votos favorables de los unionistas. Aunque, ceda lo que ceda, el acuerdo no está exento de peligros. La oposición es más fuerte que nunca, por lo que su capacidad de movilizar a la ciudadanía y de paralizar o ralentizar la actividad parlamentaria será exponencialmente superior a la de hace unos pocos años. En conclusión, la victoria electoral conservadora no debe alejar el foco de la pregunta que sigue sin resolver: ¿cuánto durará la legislatura?