Hay jinetes de luz en la hora oscura
Gil Ramos | 06 de octubre de 2017
En los últimos días, se está produciendo un frenético aluvión de artículos acerca de la cuestión catalana. No es para menos. Ha llegado la hora de la verdad. En los últimos días, hemos podido comprobar fehacientemente la habilidad del independentismo en el constante relato del victimismo separatista. Se puede considerar acertada o no la decisión de impedir votar en ciertos colegios, pero lo que resulta claro y francamente aterrador es que el acto ilegítimo de desobediencia y el patente escarnio que supone una consulta realizada sin ningún tipo de garantías democráticas hayan quedado difuminados por la imagen de la violencia legítima de quien ostenta el monopolio de la fuerza en un Estado de derecho.
"Niños que creen que #Cataluña fue un reino". La opinión de @carloscuestaEM #Referendum #1Oct #dbhttps://t.co/FwHmAdbXpX
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) October 3, 2017
Por ello, resulta inevitable echar la vista al exterior y, en particular a Europa, para poder atisbar la percepción de los ciudadanos de otras democracias consolidadas sobre este galimatías o, mejor dicho, poder aproximarse al parecer de los medios que se emite en dichos países en relación con este manido asunto.
En concreto, en París, hasta el domingo pasado, se podía constatar un seguimiento escaso y muy secundario de la pertinaz consulta ilegal independentista. Los principales periódicos franceses trataban las noticias desde Cataluña, pero las referencias se situaban muy por detrás de eventos como los efectos de los desastres naturales en el Caribe y en México, las elecciones en Alemania, la amenaza nuclear de Corea del Norte o la reforma laboral de Macron. Sin embargo, esto ha cambiado de modo relevante. En la época de las redes sociales y de la sociedad posmoderna, una revolución, aunque sea pija e “infantiloide”, se puede observar con buenos ojos o, al menos, con cierta expectación mediática. Si, además, la pseudorrevolución se adereza con las imágenes de los forcejeos y la tensión con la Policía Nacional y la Guardia Civil, el resultado lógico por parte de la mayoría de medios europeos no puede ser otro que poner en cuestión las acciones de defensa del Estado, pese a que se resalte en todo momento la ilegalidad de la consulta. No puede obviarse que el impacto visual de los actos de sublevación en Barcelona atrae de lo lindo, atrapa, tiene un efecto magnético.
Catalogne : grève générale deux jours après le référendum https://t.co/Bne4DYOh5U
— Le Parisien (@le_Parisien) October 3, 2017
Aunque la embajada está haciendo extraordinarios esfuerzos por contar lo evidente, es decir, que un Gobierno de una autonomía española ha decidido no cumplir la ley, optando por la desobediencia institucional, y que el Estado ha reaccionado adoptando medidas legales y constitucionales para reparar y reconducir la deslealtad manifiesta, lo cierto es que se denota cierto síndrome de Estocolmo para con los responsables causantes del órdago soberanista. En este sentido, se ha tenido que aclarar que las detenciones de altos cargos de la Generalitat se ordenaron por un juez, como corresponde al Poder Judicial, y que la acusación de la limitación del autogobierno y de los derechos cívicos es tan fantasiosa como el propio ideal independentista. Tales explicaciones ante los medios franceses se han realizado porque la información que llega de Cataluña sigue siendo sesgada y sectaria, en pro, cómo no, del único pensamiento posible: la independencia.
⌚️ #En2minuts Resultats del #referèndum de l'#1OCT https://t.co/SBSmDthH2F pic.twitter.com/LlrE7KuTEQ
— Govern. Generalitat (@govern) October 2, 2017
Es falso lo que sostiene todo el establishment separatista al afirmar que no se trata de independencia, sino de democracia. Lo que ya ha quedado meridianamente claro es que de lo único que se trata es precisamente de eso, de independencia con victimismo a toda costa, ya sin caretas, sin disfraces de procedimientos ni formalidades jurídicas. Supone un verdadero insulto, no solamente al conjunto de los españoles, sino a la inteligencia, y constituye una falta de respeto a todos los ciudadanos que han sufrido de verdad una dictadura, el manifestar que se ha reprimido y arrasado a Cataluña. Como bien describe Ignacio Varela, en lo que se está ahora es en la revolución, porque en el fondo y en la forma no queda otra salida a toda la pléyade de políticos mediocres y egocéntricos que han creído que este es el momento de conseguir el sueño romántico del Estado propio. Un lugar idílico sin españoles a los que alimentar, sin Rey, sin horribles gobiernos de derechas, sin paro, sin delincuencia, reservando la solidaridad para los etíopes o sirios y con el Barça pudiendo ganar todas las ligas domésticas sin necesidad de viajar por la rancia meseta. Sabemos a ciencia cierta que en ese país nuevo no caben los españoles, porque son básicamente fascistas o centralistas de izquierdas engañados, pero desconocemos si ese nuevo Estado podría acoger en común el gozo de Anna Gabriel y el éxtasis del obispo de Solsona. Al parecer, el credo ya no importa si el objetivo es colgar permanentemente la estrella en el campanario.
En todo caso, me temo que llegamos tarde en el complejo desmontaje de toda la parafernalia secesionista y de la ilusión necia de vivir una experiencia única contra el Estado que ha calado incluso en los no independentistas. En esta semana, la más que probable declaración unilateral de independencia no solo supondrá la mayor afrenta al Estado desde el 23 F, sino el final de muchos vínculos familiares y de amistad que, incoherentemente, los dos millones de independentistas van a llevarse por delante. ¿Cómo se podrá explicar a un hijo que los amigos de su padre de toda la vida quieren que sea extranjero en su tierra? El buen rollo ha terminado. victimismo separatista
El obispo de Solsona utiliza su glosa semanal para anunciar que irá a votar en el referéndum ilegal del 1-O https://t.co/7EQippSqAY
— ABC.es (@abc_es) September 28, 2017
Evidentemente, esos lloros y lamentos del pueblo (qué palabra tan sencilla y peligrosa) que han sido expuestos en las televisiones del mundo gozan de mejor prensa que la presión de la turba diecinueve horas seguidas ante el Tribunal Superior de Justicia o de las manifestaciones coloreadas por “estelades” tan cool de adolescentes sin colegio o del anuncio irresponsable de huelga general. Pero no podemos ignorar que, en buena parte, esta dinámica de realidad virtual es el fruto maduro de cuarenta años aprovechados por el nacionalismo y el victimismo separatista en favor de la causa y en detrimento del sentido común. Este desiderátum, absurdo pero tan real ahora mismo, no se alcanza a comprender en muchos medios de países europeos, ni tan siquiera en París, donde la mayoría de relatos de la prensa alberga dudas sobre la reacción del Gobierno español. En el fondo, no entienden cómo una parte de la población de una región (con perdón, aquí se llama así) tan próspera, dinámica y bien desarrollada quiere separarse económicamente, social y, sobre todo, emotivamente, del resto de españoles y constatan que la reacción del Estado favorece el victimismo. La explicación fácil a la situación actual la pueden encontrar en el Espanya ens roba i no ens deixa votar (ahora ya se ha votado, aunque sea de modo bananero). Es decir, lágrimas de futbolistas, sentimiento a flor de piel y toda la víscera del odio. La más difícil, seguramente, sea la que podemos dar desde la razón: por el capricho e infantilismo de un país que se ha cimentado en los últimos cuarenta años bajo la peligrosa y frágil utopía romántica del nacionalismo. Los catalanes que todavía creemos en el proyecto común seguiremos intentando trasladar este mensaje dentro y fuera de España, cueste lo que cueste. victimismo separatista