Pedro Sánchez ha dado un plazo de ocho días a Nicolás Maduro para blanquear su régimen totalitario en Venezuela, en vez de reconocer el liderazgo de Juan Guaidó. Actúa bajo la influencia de unos socios cuyos líderes fueron formados por el chavismo.
España lleva demasiado tiempo bajo sus complejos históricos. Una actitud incomprensible viniendo del país -imperio- que menos cobijo ha dado históricamente al esclavismo y que abrió camino al reconocimiento y libertad de los indios -Leyes de Burgos-. Pero tenemos unos complejos ciertos que hoy se mezclan con la implantación de una extrema izquierda que hunde sus raíces en los dictadores cubanos y venezolanos para
vender una falsa leyenda negra de España que tan solo busca destruir las raíces, con el fin de implantar un proyecto populista.
Guaidó, presidente interino de una Venezuela usurpada por Maduro
Esa extrema izquierda, que se dice indigenista,
no duda en respaldar matanzas en estos países con tal de no desafiar la mano que le da de comer. Esa es la actitud de
Podemos ante Venezuela. Y esa es la consiguiente actitud de su socio en el Gobierno, el PSOE. La que explica la lamentable decisión de
Pedro Sánchez de abandonar a su suerte a un pueblo asesinado y humillado por el dictador
Nicolás Maduro.
Sánchez ha decidido no solo no llevar el liderazgo en la defensa de Juan Guaidó -al que avala firmemente la Constitución venezolana como presidente del país-,
sino directamente dar una oportunidad de ocho días al dictador para convocar unas falsas elecciones y blanquear su régimen totalitario.
El presidente español asegura que es un ultimátum para reconocer a Guaidó, pero,
¿alguien podría creerse que quien supera ya los 340 presos políticos y los 150 asesinatos de opositores y manifestantes, y quien ha cerrado todos los medios de comunicación libres, fuese a convocar ahora unas elecciones limpias?
El daño de Sánchez no es solo a la legalidad, a las más mínimas exigencias morales y al respecto a los derechos humanos violados en Venezuela. Lo es también a la propia responsabilidad histórica de España con aquellos países que formaron parte de algunas de las páginas más sobresalientes de nuestro relato.
Fue una expedición española dirigida por
Alonso de Ojeda en 1499 la que dio nombre a Venezuela por su parecido con Venecia. La que colonizó la parte continental del futuro país en 1522. Y fue igualmente España la que fijó su capital en Coro -fundada por
Juan de Ampíes-, hasta que
Juan de Pimentel trasladó la capitalidad a la actual Caracas en 1577.
Fue igualmente España la que
traspasó los derechos coloniales a la familia banquera Augsburgo-Welser, a cambio de créditos para Carlos I.
Y fue también España la que, tras diversas contiendas, perdió el control definitivo del país en 1821 a manos de Simón Bolívar, pasando Venezuela a formar parte, junto con Colombia, Panamá y Ecuador, de la República de la Gran Colombia hasta 1830: cuando Venezuela tomó rumbo propio como país soberano e independiente.
Un socialismo que reniega de todo lo que ha hecho grande España
Pero, si agitada fue esa parte de la historia, no menos intensa fue la relación entre España y Venezuela durante todo ese tiempo. Una relación que ha llevado a generar hoy en día un evidente entendimiento y cariño entre sus gentes, más allá de disputas pasadas.
Y esa cercanía social ha crecido desde la instauración del chavismo. Porque,
para orgullo de España, la madre patria se ha convertido en el destino estrella de todos aquellos represaliados por Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
La defensa de los exiliados fue, de hecho, lo que provocó en 2002 una fuerte tensión diplomática entre el presidente de Venezuela Hugo Chávez y su homólogo español
José María Aznar. De hecho, fue en aquel momento cuando Chávez acusó sin prueba alguna a España de haber apoyado el golpe del 11 de abril.
Y fue en 2014 cuando España acogió oficialmente a
Lilian Tintori (la mujer del opositor venezolano
Leopoldo López), al igual que a tantos otros opositores amenazados por la dictadura.
Ahora,
Sánchez quiebra esas relaciones y esa preocupación mutua. Y lo hace en plena dependencia suya de un Podemos cuyos líderes fueron formados y mantenidos por ese chavismo.
Nada nuevo bajo el sol de
un socialismo que reniega de todo lo que ha hecho grande España y que no duda en venderlo todo con tal de seguir en el poder.
Imagen de portada: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su comparecencia para hacer una declaración oficial sobre Venezuela | Pool Moncloa/ Fernando Calvo