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Internacional

Seis años de la Primavera Árabe . Un conflicto de intereses que impide alcanzar una solución

María Dolores Algora | 15 de marzo de 2017

Internacional

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Que se cumplan seis años de la Guerra de Siria resulta desolador, pero más aún cuando analizar las soluciones futuras se convierte en un ejercicio de prospectiva plagado de incertidumbres y augurios, que no permiten abrir una puerta a la esperanza en el corto plazo que requieren las consecuencias de esta contienda.

La mejor muestra de ello, a la vez que la más deplorable, es que esta guerra se ha convertido en algo cotidiano en los medios de comunicación. No ha dejado de suscitar preocupaciones de toda índole ni ha dejado de inquietar las conciencias, pero también ha demostrado que el orden mundial puede seguir manteniendo su pulso vital a pesar de la guerra. Esta es la mayor desgracia en la que podía haber caído este conflicto, pues es sintomático del pernicioso enconamiento en el que ha derivado.

Las agencias de ayuda humanitaria datan el índice de la población de Siria afectada por la pobreza en torno al 15% y el del retroceso económico del país al 80%, después de seis años de guerra

Las agencias de ayuda humanitaria datan el índice de la población de Siria afectada por la pobreza en torno al 15% y el del retroceso económico del país al 80%, después de seis años de guerra. Sin embargo, entre todas las disparadas cifras, las que ya no hay por donde tomar son las que reflejan la situación de los desplazados internos, que superan los 6,5 millones, y de los refugiados, que en breve alcanzarán los 5, en un país donde antes de la guerra el índice era de 21 millones de habitantes.

En una zona en la que, desde hace décadas, se viven las consecuencias de conflictos regionales inacabados, estas nuevas circunstancias no hacen más que empeorar los datos que se puedan recoger sobre Líbano, Jordania y Turquía. Si la primera se vio envuelta en un conflicto civil en los años ochenta tras años de acogida de refugiados palestinos, la segunda padeció la inflación ocasionada por la llegada de los refugiados iraquíes a partir de 2004.

Turquía se aleja de la Unión Europea

TurquíaEl carácter autoritario del gobierno de Erdogan ha provocado choques con Bruselas y la ruptura, casi definitiva, de cualquier opción de que Ankara forme parte del bloque comunitario.

En la actualidad, Turquía se ve sumida en una crisis interna, a la que se suma la presente oleada de refugiados sirios que han incrementado su inestabilidad política y social. Sus efectos no solo se aprecian en las circunstancias que atraviesa el Gobierno de Ankara, sino en las que llegan hasta la Unión Europea. En esta se han puesto a prueba muchos de los pilares comunitarios, pero sobre todo el espíritu de Schengen que, junto con el euro, representaron la unidad de Europa para el ciudadano de a pie, para ese espectador pasivo que ve, lee o escucha insólito las noticias de un conflicto al que ya se ha acostumbrado.

Estos datos reflejan la dimensión de la catástrofe ocasionada por la guerra y la consecuente emergencia humanitaria suscitada. La presencia cotidiana en los medios disminuye el efecto de urgencia, que ya no se sabe si se debe a la falta de acierto en la gestión internacional de esta crisis o al estancamiento al que ha llegado la situación. La realidad es que, lejos de verse luces al fondo de este túnel, todavía esta situación permanece en tinieblas, a la espera de que se cumpla la voluntad de las partes implicadas y sus respectivos valedores, lo cual parece bien complicado.

La presencia cotidiana en los medios disminuye el efecto de urgencia, que ya no se sabe si se debe a la falta de acierto en la gestión internacional de esta crisis o al estancamiento al que ha llegado la situación

La diversificación de intereses internos e internacionales ha dado como resultado planteamientos tan antagónicos que pareciera que en torno a la solución de Siria se estuvieran reavivando o configurando ejes internacionales que recuerdan a las tensiones internacionales de las décadas del pasado siglo posteriores a la Segunda Guerra Mundial. No en vano, conviene recordar que esta ha generado la mayor emergencia humanitaria desde entonces.

Dirigentes sirios representantes de las distintas facciones en conflicto y mandatarios internacionales han reunido a las partes enfrentadas en cuatro cumbres en Ginebra, desde 2012 hasta la última, celebrada en febrero de 2017. En estas, no han faltado tensiones políticas dialécticas, pero han permitido acordar unas bases de entendimiento común en torno a la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De ahí se han establecido como pasos esenciales para alcanzar la paz la creación de un gobierno de coalición, la redacción de una nueva Constitución y la celebración de elecciones legislativas y presidenciales.

Unas bases de mínimos que, a pesar de resultar elementales en la resolución de cualquier conflicto, en este encierran una complejidad prácticamente insuperable que no solo enfrenta las aspiraciones futuras de los rebeldes sirios con el Gobierno del presidente al-Ashad, sino que trasciende a las distintas percepciones del futuro escenario de Oriente Próximo y Oriente Medio de la comunidad internacional. Tanto es así que a las negociaciones auspiciadas por Naciones Unidas en Ginebra le ha salido otro foro paralelo simultáneo a través de las reuniones de Astaná en Kazajistán promovidas por Rusia. Esta vía ha sido respaldada  por Irán y Turquía y aleja a los interlocutores de Arabia Saudí del diálogo regional.

¿Será Trump la clave para que acabe la guerra en Siria?

SiriaLa guerra no ha terminado aunque haya guiños diplomáticos entre Trump y Putin, aunque haya negociaciones y treguas sobre la mesa entre Rusia, Irán y Turquía y aunque los medios ya no hablen los muertos en Siria.

El contexto sirio ha servido para el fortalecimiento del eje Moscú-Teherán-Damasco, a través de la cooperación militar prestada al presidente Bashar al al-Asad, quien ha visto su recuperación política y territorial desde 2015. A ellos está a punto de unirse el presidente Erdogan, quien no solo parece haber perdido la paciencia ante las ambigüedades de la Unión Europea para su adhesión a la organización, sino que además se encuentra profundamente insatisfecho de la gestión comunitaria respecto a la crisis de los refugiados sirios. Ya desde hace años se vislumbraba este posible posicionamiento turco, sin que la política exterior y de seguridad europea haya sido capaz resolver este como uno de los grandes retos del espacio europeo. La llegada del presidente Trump a la Casa Blanca en Estados Unidos no hace más que añadir incógnitas sobre el devenir de Oriente Próximo y Oriente Medio en unos momentos en los que la región necesita soluciones bien sutiles y bien diseñadas.

La Unión Europea no está al margen

Mientras todo este complejo entramado de intereses regionales e internacionales espera a una solución que no llega, millones de sirios sobreviven en la miseria de una situación sin futuro alguno y el terrorismo islamista, más allá de aquella región, franquea las puertas de la Unión Europea. El debate está servido: ¿blindamos Europa para evitar el fin de los valores que nos llevaron hasta Schengen y lo que ello representa? o, por los mismos valores, ¿exigimos  a nuestros gobernantes respuestas rápidas y adecuadas que ofrezcan las alternativas deseadas a la emergencia humanitaria y sus consecuencias, según los valores defendidos durante décadas?

Se han establecido como pasos esenciales para alcanzar la paz la creación de un gobierno de coalición, la redacción de una nueva Constitución y la celebración de elecciones legislativas y presidenciales

Hasta aquí hemos llegado seis años después de la «primavera de Siria»: no solo no se han alcanzado las aspiraciones de justicia que los sirios esperaron de su régimen, sino que además la injusticia ahora golpea de lleno sobre los valores europeos. Mal asunto en tiempos difíciles para la Unión Europea.

Foto de portada: Vista aérea de la plaza Tahrir durante una protesta para conmemorar el segundo aniversario de la revolución que derrocó a Hosni Mubarak.
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