Hay jinetes de luz en la hora oscura
Carlos Cuesta | 11 de septiembre de 2017
Han aprobado abiertamente su inconstitucional Ley de Referéndum, su Ley de Transitoriedad, han aniquilado el preceptivo y obligatorio debate en el Parlament de sendas normas, han obviado las advertencias de ilegalidad de sus propios letrados, han hecho caso omiso de la negativa del secretario general del Parlament a secundar semejante barbaridad, han convocado el referéndum saltándose su propio Estatuto de Autonomía y han incluido en el boletín oficial autonómico la papeleta de la consulta inconstitucional sin tener ni el más mínimo soporte competencial.
▶️ "No habrá referéndum. Mi obligación es cumplir y hacer cumplir la ley y preservar la unidad de España" @marianorajoy #PPCohesiónDeEspaña pic.twitter.com/YIcggEn4ZA
— Partido Popular ?? (@populares) September 9, 2017
A todo ello se han atrevido la Generalitat y los partidos rupturistas. Y a todo lo que queda se atreverán. Porque se han acostumbrado a la falta de aplicación plena de la ley. Porque están decididos a romper con España. Porque cuentan con un respaldo social, económico e institucional suficiente para intentarlo tras años de adoctrinamiento en las escuelas, medios de comunicación públicos y privados, y en la misma calle. Porque se han hecho dueños del discurso dominante y la coacción, ante la inacción del Estado. Y porque los paños calientes les han dado tiempo para organizarse y amedrentar a una parte de la sociedad que, aunque mayoritaria, no ha contado con el apoyo decidido de las instituciones.
Por todo ello es importante frenar el 1-O. Y, aún más, lo que va a ocurrir a partir del 2-O.
La advertencia del Tribunal Constitucional al Parlament, la suspensión de sus actos legislativos o el inicio de acciones penales contra el Govern en pleno, no han frenado el desafío a la Carta Magna. Los avisos de inhabilitación, las inspecciones en busca de urnas y papeletas, o el inicio de acciones patrimoniales por el Tribunal de Cuentas, tampoco. Ni lo harán. Porque los separatistas cuentan con que la división de fondo del bloque constitucionalista diluya la respuesta, minore las sanciones o, incluso, revoque parte de las posibles condenas.
Sánchez (@sanchezcastejon) apoya a los alcaldes de Catalunya frente a las presiones #referéndum #1O https://t.co/vTFCdTbEbK
— El Periódico (@elperiodico) September 9, 2017
Y es que esa división, por desgracia, es real. Aparentemente existe unidad sobre la defensa constitucional. ¿Pero cómo llevarla a la práctica si el PP busca el consenso de un PSOE que no respalda el uso de los mecanismos constitucionales diseñados para su aplicación –artículo 155 CE-78- y Ciudadanos no acaba de aclararse sobre si los apoya o no?
Hasta el momento, tan sólo se ha logrado un respaldo genérico a la retirada de las urnas el 1-O. Genérico, porque lo cierto es que ni siquiera se han concretado los medios policiales que deberían efectuar tal incautación en caso de negarse a hacerlo los Mossos. Y nada se ha hablado del plan de actuación desde el 2-O.
¿Acaso alguien piensa que pasado el 1-O, los partidos separatistas, sus movimientos, asociaciones, medios de comunicación, recursos públicos, sistemas de adoctrinamiento educativo, se diluirán por arte de magia?
?@Albert_Rivera 'Hay que aplicar las leyes con serenidad, y decirle a Puigdemont que, como sabe, no habrá referéndum'https://t.co/HxthSvwwJN pic.twitter.com/Em1UAsZHd3
— Ciudadanos ???? (@CiudadanosCs) July 5, 2017
Evidentemente, no será así. Si el 1-O triunfa, porque el encadenamiento de acciones tendentes a la ruptura y revuelta social será automático y enloquecido. Y si fracasa -total o parcialmente- el referéndum, porque la estrategia de arrinconamiento a Puigdemont y toma del relevo por Esquerra está ya diseñada.
El máximo responsable de ERC sabe que son elevadas las posibilidades de que no se pueda celebrar como ellos desean el referéndum ilegal recién aprobado. Y la nueva estrategia a adoptar tras esa cita pasa por hacerse con el poder pleno en Cataluña y el posterior impulso de una moción de censura nacional con la que tumbar a Mariano Rajoy y sentar en La Moncloa a un Pedro Sánchez postrado a los intereses nacionalistas.
Así, si fracasa el referéndum, el plan regional para el día después del 1-O prevé sacrificar a Puigdemont, convocar elecciones autonómicas, enterrar lo que queda de la antigua Convergencia, y apuntalar a un nuevo conductor del proceso separatista al frente de la Presidencia catalana: ERC. Y, para ello, es necesario el apoyo del voto catalán de Podemos y los comunes.
Gracias Pablo por tu compromiso. Se trata de democracia, en efecto. Jo també he signat el manifest @referendumpacte #referèndum. https://t.co/SiOLyB5y6L
— Carles Puigdemont (@KRLS) February 22, 2017
Pero ni Iglesias daría su apoyo gratis a este plan, ni ERC es tan iluso para pensar que su estrategia puede funcionar con un Gobierno constitucionalista firme y decidido en Moncloa. Por eso sería necesario el impulso a una moción de censura donde Podemos sería el motor y factor decisivo de un futuro Gobierno nacional, y Pedro Sánchez, el gran beneficiado como aspirante a la Presidencia.
Porque, si fracasa el 1-O, Junqueras tendrá la disculpa perfecta para no plantear un referéndum durante un periodo de tiempo: no tendría sentido volver a intentarlo para ahondar en la imagen de incapacidad. Un periodo en el que el socialismo exigiría al Gobierno cesiones territoriales, económicas y competenciales a la Generalitat -como ya ha adelantado con su Conferencia sobre Territorialidad- y en el que se encargaría de afirmar que la aparente moderación del lenguaje de ERC es la prueba del éxito de sus planteamientos.
El plan se puede frenar. Evidentemente. Pero requiere de adoptar la estrategia contraria. De no ceder. De ser conscientes de que los continuos regalos al nacionalismo a lo largo de décadas lo han convertido en independentismo. Y de que, cada minuto que pasa con el sistema educativo en sus manos, las calles controladas por asociaciones radicales y subvencionadas, y los medios de comunicación asistidos públicamente a cambio de un mensaje inconstitucional, el número de votantes separatistas crece. Como demuestra el hecho de que desde 1996 hasta 2016 el sentimiento independentista haya crecido desde el 15% hasta el 41%.
Esa será la decisión clave a partir del 1-O. La del PP. La de un Ciudadanos que deberá cruzar ahí su particular Rubicón de identidad y hasta ideológico. Y la de un PSOE que no ha dejado de coquetear con el nacionalismo desde la llegada de Rodríguez Zapatero al poder.
Una triple decisión en la que nos jugamos que el siguiente golpe secesionista sea más duro y dañino.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.