Hay jinetes de luz en la hora oscura
Antonio Olivié | 26 de junio de 2018
Le acusan de racista o de egoísta, pero la realidad es que Matteo Salvini, ministro del Interior del Gobierno de Italia, se ha convertido en la voz políticamente incorrecta de lo que muchos ciudadanos piensan. La inseguridad, relacionada con un alto índice de inmigración clandestina, es un problema que gran parte de los italianos percibe como amenaza. La receta que ofrece, tipo Trump, pasa por “los italianos, primero”.
Dentro de un Gobierno complejo, integrado por populistas de derecha e izquierda, la voz de este milanés de 45 años resuena con fuerza. Sin complejos y sin matices, sus proclamas son fáciles de entender. No tiene miedo de que le acusen de racista cuando asegura que “vamos a controlar los campamentos de gitanos”. Aunque luego matice que “no hablo de un control de naturaleza racial: la raza no me interesa. En estos campamentos pueden vivir, incluso, esquimales finlandeses a los que controlaremos de la misma forma para que cumplan las normas y lleven a sus niños al colegio”.
Su planteamiento frente a la acogida de barcos con inmigrantes africanos nace de una gran presión sobre Italia. Es el país de la Unión Europea que más refugiados acoge y es lo que provoca el gran respaldo social a la política dura de Salvini. De hecho, al recibir críticas de Francia, responde diciendo que “yo de un país que pone al ejército en la frontera italiana para evitar la llegada de inmigrantes no acepto lecciones. Cuando reciban diez naves de Libia volvemos a hablar”.
El Aquarius hace estallar el problema de la inmigración en una Europa desorganizada
De hecho, uno de los últimos sondeos sobre la inmigración en Italia, realizado por la empresa Ipsos, aseguraba que el 82% de los votantes de 5Stelle y el 29% de los votantes del PD consideran acertada la política del Gobierno de cerrar sus puertos a los barcos de ONG. Son votantes de dos partidos considerados de centro izquierda, pero que reflejan una percepción del fenómeno distinta de la que se tiene en España. El Corriere della Sera publicaba hace unos días la notable aceptación de Salvini en un centro social tradicionalmente de izquierdas. Una muestra de que el político de la Lega recoge un consenso social.
El sondeo de Ipsos también indicaba que la mayoría de los italianos piensa que una política fuerte frente a este tipo de inmigración desanimará a muchos a emprender un viaje a Europa. Además, confirmaba cómo las bravatas del nuevo ministro le hacen ganar popularidad entre quienes antes votaban a Forza Italia, el partido de un Berlusconi que tiende a la desaparición en el mapa político. De ahí, que todo apunte a que el tono del nuevo ministro del Interior italiano no se va a rebajar en los próximos meses.
Acoger, promover e integrar . La respuesta católica frente al drama de los refugiados
La mala gestión de la inmigración en Italia es evidente en las calles. En grandes ciudades, como Roma y Milán, las principales estaciones de tren se han convertido en refugios de personas sin techo, en su mayoría inmigrantes. Y su entorno se ha degradado hasta límites inaceptables. Los vecinos ven cómo los parques se han convertido en campamentos, en plena ciudad, y tienen miedo de salir por la noche.
Un problema a la vista de todos, que se mezcla con una corrupción local, la de grupos mafiosos que se sirven de la fragilidad de los recién llegados para sus negocios clandestinos. La prostitución y el trapicheo de droga son negocios para los que no hacen falta papeles y con los que consiguen dinero fácil.
Ni Nápoles ni Sicilia, el paraíso de la mafia es Roma donde es más fácil reciclar el dinero
En este entorno, hasta el papa Francisco reconoce que Italia ha sido “generosísima” en la acogida de inmigrantes. En sus últimas declaraciones, en un viaje a Ginebra, justo después de la crisis del Aquarius, el Papa ha evitado reproches, afirmando que “cada Gobierno debe actuar con prudencia, para acoger a tantos refugiados como pueda integrar, educar y dar empleo…”
Salvini también ha tomado partido contra la construcción de mezquitas. En un reciente encuentro en Toscana, el ministro del Interior se ha referido a un acuerdo para realizar un nuevo lugar de culto para los musulmanes en el área de Florencia. En su opinión, “la emergencia en Italia es el empleo y no hacer mezquitas”.
¿Hasta qué punto Salvini puede incitar el odio racial o a los inmigrantes? Es evidente que sus formas no ayudan a rebajar la tensión. Pero la clave está en si, al margen de las declaraciones, será capaz de aportar soluciones positivas y más ayuda de Europa para afrontar un problema que se ceba en sus costas. Las críticas populistas son fáciles, la solución a los flujos migratorios, mucho más compleja.