Hay jinetes de luz en la hora oscura
Jaime Rocha | 11 de noviembre de 2017
Que todo estuviera programado por los presuntos golpistas me cuesta trabajo creerlo, sencillamente porque, hasta el último minuto, el expresidente Puigdemont estaba dispuesto a convocar elecciones autonómicas que hubieran evitado la aplicación del artículo 155 de la Constitución Española. Ahora tenemos a Puigdemont en Bruselas.
La presión de la CUP, que es la que verdaderamente gobernaba en Cataluña, y los agitadores sociales, incluidos medios de comunicación oficiales, consiguieron que accediera a representar una comedia ambigua en la que no se sabía muy bien si verdaderamente el Parlamento catalán había proclamado la República Catalana o no.
La trampa de la CUP . Nacionalistas radicales que buscan enfrentar a la sociedad catalana
El propio Rajoy preguntaba una y otra vez: ¿han proclamado la república? O lo que es lo mismo: ¿solicito ya al Senado la aplicación del 155? Todo parecía discurrir por el camino de las elecciones hasta el último minuto, pero el cambio de decisión desencadenó lo que ahora tenemos. Medio Gobierno en la cárcel, otro medio en Bélgica y el Tribunal Supremo empezando a tomar medidas contra los miembros de la mesa del Parlamento catalán.
La huida a Bélgica tuvo que organizarse muy rápidamente, incluido viaje en coche y avión, y con el desconocimiento, según dicen, del exvicepresidente Junqueras. O sea, de prisa y corriendo. Puigdemont en Bruselas
La batalla de Cataluña . La imagen de España queda dañada en los medios internacionales
Sin embargo, les ha salido bien; fuera por casualidad o medidamente, el país reúne las condiciones deseadas por los independentistas, a saber:
Verdaderamente no se han equivocado en la elección los presuntos golpistas. El pasado año tuve ocasión de viajar a Bélgica y visitar Gante, Brujas y Bruselas. En las dos ciudades flamencas era imposible comunicarse en francés (lengua oficial del país), era rechazado hasta por los empleados del hotel. De la tensión entre ambas comunidades puede dar idea el hecho de que tardaran exactamente 541 días en formar gobierno: “Un país federal que habla varias lenguas oficiales y parece siempre a un paso de romperse. Un Estado amenazado por el eterno conflicto entre dos culturas opuestas”, describía la prensa española la situación de desgobierno en 2011.
Conflicto de interpretaciones en la aplicación del 155 . Rajoy a rastras o Rajoy estratega
Con Puigdemont en Bruselas, la prensa flamenca se ha apresurado a descalificar a la democracia española, varios puestos por delante de la suya, a nuestro Gobierno y a su presidente con una auténtica campaña de “agitprop”, de la que se han hecho eco los más importantes medios del mundo. Esa batalla, la de la “propaganda política”, la hemos vuelto a perder una vez más. Los flamencos han hecho suyo a Puigdemont, que les ha llevado el conflicto catalán para avivar el suyo propio, y lo ha logrado.
España, su Gobierno, están contagiados del mal del Partido Popular, no dominan la técnica de la comunicación, ignoran o no consideran debidamente la fuerza de la publicidad, les basta con saber que tienen razón y que la fuerza de la razón terminará imponiéndose. Con ese desprecio o no saber utilizar los medios de comunicación, incluidas las redes sociales, han permitido que el independentismo en Cataluña suba de un quince a un cuarenta y ocho por ciento en muy pocos años.
No es necesaria la reforma de la Constitución para sanar las heridas de la sedición catalana
Decía un conocido periodista español, que acababa de regresar de un viaje por Europa, que todas las televisiones más vistas del continente habían reproducido la entrevista de Puigdemont en Bruselas con la televisión flamenca, que echaba de menos una fuerte campaña española que balancee, al menos, la fuerte campaña de Puigdemont, que basa su defensa en la “escasa calidad democrática española”. También Junqueras escribe en prensa prestigiosa extranjera, Guardiola hace declaraciones públicas sobre Cataluña cada vez que tiene un micrófono o muchos micrófonos, no les importa mentir, insultar y siempre presentarse como las víctimas de un Estado opresor “tardofranquista”, que vende mucho y despierta simpatías.
¿No hay deportistas de élite, actores o actrices españoles reconocidos mundialmente que sean capaces de hacer como Guardiola, pero diciendo de verdad lo que pasa en España? Al único que he oído, y realmente no quería comprometerse demasiado, ha sido a Rafael Nadal, pero ¿no hay nadie más?
El catalán que une y el que separa . Enseñar el respeto a un idioma que todos debemos cuidar
Josep Borrell está, por su cuenta y riesgo y con el prestigio que tiene en Europa por haber desempeñado la Presidencia del Parlamento Europeo, hace la guerra en solitario, consciente de que: “España no tiene quien le escriba. España no tiene un relato de país. Tuvimos un gran relato, la transición democrática, la superación de la dictadura, la conversión de un Estado autoritario y centralista en un Estado más descentralizado de la OCDE. Y ese es un relato que se ha ido agotando”.
El Gobierno belga está dividido, la presencia de Puigdemont en Bruselas ha exportado la división de la ciudadanía catalana. Ministros de su Gobierno ponen en duda la democracia española en declaraciones públicas, mientras otros la alaban y resaltan la separación de poderes.
Una explicación sobre el procedimiento del artículo 155 y su trámite de aplicación tan lento
Puigdemont ha acertado con su decisión de trasladarse a Bélgica, los presuntos golpistas, meditadamente o no, han acertado; quien no ha acertado acogiéndolos ha sido Bélgica. Solo llevan unos días y el enfrentamiento entre flamencos y valones, a causa de la presencia de los exmiembros del Gobierno catalán, es más que evidente y que se plantee una crisis del Gobierno belga, que tanto costó formar, no es descartable.
Internacionalizar este problema catalán en un continente como Europa, con veinticuatro lenguas oficiales y quince más regionalistas, puede traernos el principio del fin de la Unión Europea. Si añadimos el brexit británico, la situación económica de Grecia, las subidas de los partidos de extrema derecha antieuropea en países como Austria, Francia, Alemania, Polonia o Hungría, y la desbordante llegada de miles de emigrantes, difícil lo tienen los políticos europeístas para mantener lo que hay sin que se rompa más.
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