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Lo que no tiene enmienda. Sánchez se la juega con su decisión sobre el independentismo

Juan Pablo Colmenarejo | 24 de septiembre de 2018

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Pedro Sánchez se mueve a golpe de efecto, como en la propuesta de una reforma constitucional para suprimir los aforamientos de los políticos. Su decisión sobre el proceso independentista es la única que no tendrá enmienda para él y para todos.

Solía decir el expresidente Mariano Rajoy una frase que, aplicada a la reforma exprés de la Constitución para acabar con los políticos aforados, resume el carácter del personaje: “Si no sabes a dónde vas, quédate donde estás”. Fin de la cita y. por lo tanto. de las comillas, en este septiembre que antes fue tiempo de exámenes de recuperación, y ahora de comienzos de curso sin tregua. El Gobierno de Sánchez, entre conmemoración y festejo de los 100 días -en realidad, parecen años a los ojos de los menos entusiastas-, se mueve a golpe de efecto, de espasmo mediático. La moción de censura, la coalición de rechazo -como ha definido Santos Juliá a la suma de izquierda e independentistas contra el PP- no era un fin en sí mismo, sino un instrumento para construir desde el poder un liderazgo político. O, mejor dicho, el objetivo era la fabricación de un poder.

 

📄@Ignacos: “Utilizaremos todos los instrumentos del Senado para que no se consume ninguna tropelía”. 👉 https://t.co/OCaItU2Xn6 pic.twitter.com/SFNPzm80LM

— PP Senado (@PPSenado) 20 de septiembre de 2018

Si algo ha hecho con tino y esmero el presidente del Gobierno es la toma del control del aparato de la Administración, incluidas las empresas públicas. La ocupación de los espacios ha sido hecha sin ningún complejo, colocando a la ejecutiva del PSOE en el puesto de mando del Estado con solo 84 diputados. Después de la semana horrible, la segunda de septiembre, se encendió la luz para tapar con un solo dedo la osadía como marca de la casa, lo que estaba delante de las narices de la opinión pública. La dimisión de la ministra Carmen Montón por las mentiras académicas, la descongelación de la venta de las bombas a Arabia Saudí y las informaciones, especialmente de ABC, sobre el plagio cometido por el doctorando Sánchez en su tesis, lo llevaron de cabeza, y por necesidad, al plató de La Moncloa para repetir en televisión una treintena de veces que era el presidente del Gobierno.

La propuesta de Sánchez sobre los políticos aforados

Horas después, salió como en un pronto con la eliminación de los políticos aforados. Una reforma regeneradora que ni siquiera en el Gobierno supieron explicar por la complejidad de algunos de los pasos a dar. Otro fogonazo y a por el siguiente. La improvisación era completa. Tampoco a nadie se le ocurrió plantear de manera complementaria, y a la vez, la supresión de la acusación popular que evitaría el espectáculo de señalar a cargos públicos para eliminarlos de la vista nada más ser investigados.

El veto del Senado y las costuras antidemocráticas del Gobierno

No hay reformas de fondo. Otra idea, Ciudadanos tiene la patente, cazada al vuelo, pero si sirve para lo que se pretende, misión cumplida. Todo es precipitado, porque Sánchez camina deprisa en el alambre para mantenerse lo más lejos posible. Se juega la permanencia, como los equipos de bajo perfil cada domingo. Por eso, cuando se para en el pasillo del Congreso y dice que el veto del Senado al incremento de gasto es un anacronismo que debe ser eliminado, enseña al superviviente que lleva dentro y que le ha permitido darle la vuelta a toda su trayectoria en los últimos dos años. No hay que menospreciar nada de lo que hace, porque aguanta mucho más que la media. La reforma de la Constitución para suprimir a los políticos aforados y la trampa parlamentaria que cuela de repente el cambio de una ley a través de otra cumplen la misma misión.

Al fondo, sobrevuela el drama creado por el independentismo catalán, que cuestiona la democracia del 78. Sánchez ha abierto vías de comunicación con la parte instalada en las instituciones. Pero ese diálogo pasa por Waterloo, donde el fugado Carles Puigdemont necesita de la excepcionalidad como medio de subsistencia y, por lo tanto, vuela cualquier puente de los que está tendiendo Sánchez. Por eso, ministros tan dispares en cuanto a la respuesta al golpismo independentista, Meritxell Batet y Josep Borrell, hacen coro dejando claro que los políticos presos son un problema para encontrar una vía de salida.

Un Gobierno a trompicones. 100 días de bandazos para Pedro Sánchez

Los políticos aforados que van a ser juzgados en el Tribunal Supremo son la pieza clave de toda la legislatura. El juicio es la puerta final y definitiva. Espada o pared. Lo que le están pidiendo a Sánchez en este caso es un imposible. No puede interferir en el juicio cambiando la opinión de quien acusa, el fiscal, o protege, la Abogacía del Estado. Bastante es que ha permitido que esperen sentados en prisiones de Cataluña. La decisión que tome Sánchez respecto al proceso independentista es la única que no tendrá enmienda. Ahí es donde se la juega él. Y, por supuesto, todos los demás.

Imagen de portada: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en el acto «Avanzamos» con motivo de los cien días de Gobierno | La Moncloa
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