Hay jinetes de luz en la hora oscura
Carlos Cuesta | 23 de abril de 2018
La última semana se ha convertido en el enésimo capítulo de las revueltas infantiles de Podemos. En la muestra número mil de que los integrantes de esta formación tan solo han llegado para representarse a ellos mismos y, por el camino, demostrar que su frustración y complejos son el motor de su ansia de destrucción -en ocasiones, hasta interna-.
Como niños malcriados, los líderes de Podemos se han enzarzado en la última pelea por el control del poder. Carolina Bescansa -la supuesta experta electoral que aprendió su oficio en la dictadura venezolana (como todo el mundo sabe, no hay mejor sitio para aprender las claves de la democracia que donde ni se la ve ni se la espera…)- se ha aliado con Íñigo Errejón -el hombre que cobraba becas de trabajo universitario en las que aseguraba que solo había que acudir para cobrar- para derrocar a Pablo Iglesias -el mismo que aseguraba que respetaba la democracia interna y sabía años antes de unas primarias, que Errejón sería el candidato de su partido para las autonómicas madrileñas-.
La dirección nacional de Podemos -es decir, Pablo Iglesias y los que quedan sin traicionarle o traicionarse de los 62 nombres a los que él introdujo a dedo en su lista de favoritos en las falsas primarias de junio de 2014, que fueron denunciadas internamente por pucherazo electrónico- fue rotunda a la hora de calificar la maniobra de Bescansa y Errejón como una conspiración inadmisible para tumbar a Iglesias del poder. Es de suponer que inadmisible lo es por el hecho de que iba contra él. Porque sería conveniente recordar las purgas de Iglesias. Las que él ha hecho: porque, por si alguno de sus votantes aún no se ha enterado, ese partido, el de los círculos, es plena y totalmente suyo.
La primera que sabe de qué va Podemos es Bescansa, que ha salido corriendo a aplicarse en primera persona la purga: ya ha renunciado a ir en la lista. Porque, evidentemente, una vez pillados, no tenía sentido ni intentarlo. Pero no es la primera en sufrir los destierros. El propio Errejón ha acabado en Madrid por contradecir al gran líder, al “macho alfa”. Y es que su osadía de enfrentarse a Iglesias en el congreso de Vistalegre II para ver quién tenía el control de la lista electoral y de la campaña dejó claro quién tenía el control. De eso, y del destino de todos sus súbditos. Iglesias saldó la contienda afirmando que no consentiría “ni una tontería”.
Prietas las filas . Iglesias impone un control absoluto en su partido, y también, Sánchez
Es más, la recién designada número 2 de Errejón, Tania Sánchez Melero, fue a su vez relegada en el Congreso a un escaño sin visibilidad, casualmente, tras debilitarse su cercanía personal a Iglesias. Así, Sánchez Melero -aquella que decía eso de “no. Punto. No iré a Podemos. Punto”- sale del trastero y recibe su segunda oportunidad. Pero eso sí, lejos de la órbita de control nacional. Porque allí, ahora, la figura emergente es Irene Montero. Y Pablo, por supuesto. Pero hay que recordar que la propia Montero se benefició ya de otra purga: la que quitó inicialmente a Bescansa –la actual conspiradora- de la Comisión Constitucional. Y es que Pablo Iglesias se dio cuenta en aquel momento de que Montero sabía todavía más que Bescansa de constituciones. También le tocó pasar por la guillotina política a José Manuel López, errejonista. Él fue destituido como portavoz de Podemos en la Asamblea de Madrid y mandado a galeras porque, de nuevo, un discutido proceso de primarias otorgó a Ramón Espinar -el de los pisos protegidos y protegido de Iglesias- el control de la Secretaría General de la Comunidad. Momento en el que Espinar decidió que la diversidad empezaba y acababa en él. Lo mismo le pasó a Sergio Pascual. Parecía destinado a lo más grande dentro de la formación morada. Hasta que fue cesado fulminantemente como responsable de la Secretaría de Organización de Podemos. Su pecado: ser errejonista.
El ‘empoderamiento’ pleno de Pablo Iglesias . Y sus medidas radicales aprobadas sin visibilidad
Pascual fue sustituido por Pablo Echenique, quien, a su vez, también sufrió la ira de Iglesias: fue mandado a Aragón tras plantear problemas desde Izquierda Anticapitalista. Los problemas eran simplemente discrepar de Iglesias. Pero esas discrepancias acabaron de un plumazo cuando Echenique se ofreció a reconducir a los díscolos de la facción podemita de Izquierda Anticapitalista. Una vez domesticados los integrantes de esa organización, cupieron ya todos en la granja de Iglesias. Y el que más: Echenique, que ascendió -y no por asalto, sino por sumisión- a los cielos de Pablo ‘Alfa’. Sandra Mínguez fue otra de las experimentadas crash test dummies de Podemos. El conflicto entre Iglesias y Errejón tuvo una derivada más: también se cobró el cargo de Sandra Mínguez, destituida de la Secretaría de Organización de la Comunidad Valenciana por el secretario general autonómico, Antonio Montiel. Mínguez no era errejonista. Al revés, era pablista. Pero Montiel sí era afín a Errejón. Y decidió aplicar el ejemplo del jefe máximo purgando a quien no compartía su credo.
Pero igualmente fue el purgado Errejón quien aplicó una purga en Cataluña: para quitar a los podemitas no nacionalistas -como Enric Martínez- de las candidaturas del partido. E igualmente fueron purgados todos los militantes de Podemos desde un primer momento, cuando en pleno nacimiento del partido en 2014 fueron sumergidos sus círculos en una caricatura de lo prometido: el control pleno fue trasladado a la Ejecutiva de Iglesias y el supuesto carácter asamblearia quedó en eso: en supuesto. Purgas interminables que en ningún momento han tenido un componente ideológico, tan sólo personal y de poder. Porque, como aclaró el propio Errejón, no es cierto que haya diferencias ideológicas entre Iglesias y él: tan sólo estratégicas. Y, por supuesto, eso sí: de poder personal. Ese es el partido que algunos ven como revolucionario y regenerador. Un partido que usa la política como medio meramente de ascenso personal y que se enzarza en peleas constantes por el poder todavía más que el resto de fuerzas políticas. Que ya es decir.
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