Hay jinetes de luz en la hora oscura
Justino Sinova | 21 de septiembre de 2018
Se cuenta que el general gobernante que está en boca de Pedro Sánchez, o sea, Francisco Franco, aconsejaba viajar menos y leer más los periódicos. Era una forma de combatir la realidad mediante la ficción que ofrecía una Prensa censurada. Los Gobiernos de Franco, con su poder omnímodo, imponían a los medios lo que debían contar (ese control tan minucioso especialmente desde 1936 a 1966, que hasta borraba noticias de accidentes callejeros) y el ejercicio del poder se desarrollaba en una balsa de aceite. El odio a la Prensa es una seña de identidad de todos los dictadores, pero también una tentación permanente de los que no pueden “dictar” como aquellos y querrían someter a los medios de comunicación al ejercicio laudatorio y, en casos de bochorno, al olvido de su persona. Por eso es tan preocupante la reacción de Pedro Sánchez contra la Prensa.
Las informaciones aparecidas en algún medio de comunicación que sostienen la existencia de plagio en la redacción de mi tesis doctoral son rotundamente FALSAS.
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) September 13, 2018
Emprenderé acciones legales, en defensa de mi honor y dignidad, si no se rectifica lo publicado.
Sánchez ha demostrado que quiere que no leamos tanto los periódicos, salvo ese que en cuanto ha estallado el caso de su tesis llamada doctoral se ha ocupado de insistir en el caso máster, de Pablo Casado, naturalmente. Cuando los demás periódicos han trabajado para desentrañar el texto que él había retirado de la circulación, en una decisión insólita pero explicable, y han encontrado que más que tesis es un refrito impropiamente condecorado con un cum laude, a Sánchez se le escapó el tic vengativo de llevarlos a los tribunales. Era el segundo. El primero fue la amenaza contra Albert Rivera por preguntarle en el Congreso sobre esa malhadada tesis, un “te vas a enterar”, que es lo que decía otro Sánchez, Hugo, a los defensas que lo vapuleaban en el área, uno de varios exabruptos expansivos cuando aún las cámaras no leían los labios de los futbolistas.
Y así, Sánchez, que no ha sido el primer jefe de Gobierno en ser doctor, pese a lo que dijo su portavoz, Isabel Celaá, sí ha destacado en anunciar que quería empapelar a unos periódicos. Pedro Sánchez contra la Prensa. Eso no se le ocurrió a Adolfo Suárez a pesar de la inmisericorde caza que sufrió de los socialistas tras consumar la Transición, ni a Leopoldo Calvo-Sotelo, ingeniero y doctor, aunque abusaron del insulto contra él por su propósito de meter a España en la OTAN, de donde luego los socialistas no quisieron salir, sino que llegó a regentarla el notable socialista de entonces Javier Solana, ni a Felipe González tras las informaciones sobre el caso Gal, terrorismo de Estado, y la rampante corrupción de su partido, ni… hasta ayer mismo, a Mariano Rajoy cuando el propio Sánchez lo llamó indecente, vivir para ver.
De las sospechas de plagio en la tesis de Pedro Sánchez a la mentira en el Congreso
Cuando Sánchez anunció que iniciaría acciones legales en defensa de su “honor y dignidad” contra ABC, El Mundo y Okdiario, por destripar su llamada tesis doctoral y encontrar en ella muy abundantes trazos ajenos, muy escasas aportaciones propias y muy sospechosas conexiones con el tribunal que le galardonó, no solo iniciaba un camino inédito sino que también establecía una estrecha conexión con Donald Trump, el presidente a quien desprecia pero a quien imita. Esta forma de actuar de Pedro Sánchez contra la Prensa se asemeja a cómo lo hace Trump. Prensa que no le gusta, a la papelera, en este caso, a los tribunales. Yo no sé qué porcentaje de verdad hay en las noticias de los medios americanos sobre Trump. Lo supongo elevado porque han demostrado actuar generalmente con profesionalidad, aunque a algunos periódicos se les vaya la mano con los presidentes republicanos. Pero si sé que ese porcentaje de verdad es muy alto en los periódicos a los que quiere Sánchez enviar al juez.
Cuando un político ataca a la Prensa ¡con los jueces! por informaciones ciertas que le afectan, demuestra que previamente le han fallado sus dispositivos de ocultamiento y que luego no controla sus reacciones emocionales. Lo de Sánchez es todo muy Trump. Sánchez ha hecho un Trump, que se diría hoy. Es verdad que en cuanto los medios demostraron no arrugarse ante la bravata, y posiblemente cuando alguien le avisó, Sánchez pasó de la amenaza a una exigencia de rectificación. Pero el autorretrato -Pedro Sánchez contra la Prensa- ya estaba consumado. Ahora puede dejar de leer los periódicos si así se siente más tranquilo, pero estos no pueden claudicar de su deber informativo, porque precisamente la información libre actúa como defensa de los ciudadanos y vivifica la democracia.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.