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Internacional

Trump y la NFL quieren el balón . Una controversia entre orgullo racial y patriótico

Javier Redondo | 03 de octubre de 2017

Internacional

Todo lo que cambia, en Iraq y en el mundo, con la última «imprudencia» del Papa ¿Salvará la geopolítica a Birmania? ¿Por qué un Gobierno de unidad nacional es posible en Italia y no en España? California: ¿paraíso progre o pesadilla neofeudal? Japón y su seguridad ante China Hayk Kasamanyan: «Armenia es el último enclave del cristianismo en Eurasia a día de hoy»

Trump ha desafiado a la NFL y quiere que incluya entre sus reglas la adopción del Código de Bandera. La polémica se ha suscitado porque algunos deportistas rehusaron a escuchar el himno estadounidense de pie y con la mano en el corazón. El presidente considera que el orgullo nacional ha de situarse por encima de toda controversia.

Donald Trump tiene un componente previsible, en cuanto que populista de manual, e imprevisible, en cuanto que caprichoso magnate. No es un político al uso porque, sencillamente, no es un político de cantera. No mide el alcance de sus palabras -no está acostumbrado a hacerlo, aunque también crea que no le conviene hacerlo- pero sí, y mucho, el sentido de lo que dice. Está convencido de que representa a la mayoría silenciosa y un regreso a las esencias de la nación, destrozada por la corrección política, la discriminación positiva y la victoria liberal –progresista- en la guerra cultural.

No tenía necesidad de pronunciar aquella frase que ha generado un nuevo conflicto con otro colectivo, esta vez el de los deportistas de las grandes ligas profesionales: “¿No os gustaría que alguno de estos dueños de los equipos de NFL (National Football League), cuando ve que alguno de estos jugadores falta al respeto a nuestra bandera, dijera: ‘Que saquen a ese hijo de puta del terreno de juego ahora. Está despedido?’” Fue hace pocos días, en un mitin ante leales y enfervorizados seguidores que acuden dispuestos a ver un espectáculo teatral o televisivo. Trump ha de cumplir con su papel y satisfacer los deseos del público; no ejerce de presidente y acaba convirtiendo esos encuentros en actos de purificación ‘antiestablishment’.

Are NFL games getting boring or is it just my magnificent imagination? In any event, I'm just not watching them much anymore!

— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) October 13, 2014

Aunque ignoremos por dónde va a salir, sabemos que no improvisa su objetivo. Gana otra semana de atracón de medios. He aquí el componente previsible: persigue la división, genera confusión e induce a la asociación de ideas: negros y antipatriotas. Sugiere, con elipsis, tuits y dobles entendidos, que no va a por los negros, sino a por los antipatriotas. Al final, provoca la reacción esperada. Persigue una respuesta corporativa. Nada es inocente. Trump no es un solo “bocazas”. Acaba de dar una vuelta de tuerca a la polémica.

. @manuel_llamas analiza el proteccionismo de #Trump y el #NAFTA. #Economia #dbhttps://t.co/Ntaw0bNK6V

— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) September 6, 2017

Los demagogos tienen la virtud de encadenar secuencialmente una división hasta que la sitúan en el punto deseado y la alejan de la polémica inicial. Todo empezó porque un jugador de la NFL, Colin Kaepernick, decidió escuchar el himno estadounidense sentado y no de pie, con la mano en el corazón -como indica el Código de Bandera de Estados Unidos-, en protesta por la violencia policial contra los negros. “No voy a ponerme de pie para demostrar orgullo por la bandera de un país que oprime a las personas de color”. Esto ocurrió en 2016. La nueva temporada alteró el ritual y lo siguieron otros jugadores. Trump estalló contra Kaepernick y puso a todo el gremio en guerra o en guardia.

The NFL has all sorts of rules and regulations. The only way out for them is to set a rule that you can't kneel during our National Anthem!

— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 26, 2017

El 25 de septiembre, Eric Reid, compañero de Kaepernick la pasada temporada en los 49ers de San Francisco, explicó en The New York Times (“Por qué Colin Kaepernick y yo decidimos ponernos de rodillas”: 25 de septiembre de 2017) el origen del gesto, que pasó desapercibido para él y para la Prensa hasta hace muy poco. Kaepernick permanecía sentado en el banquillo. El propio Reid reconoce que, sensibilizado por la causa, cuando uno de los excesos policiales se produjo cerca de su pueblo, ambos buscaron mayor repercusión. Siguieron el consejo de un veterano ya retirado, Green Baret, y se arrodillaron. Los sucesos de Charlottesville de este verano completan el trasfondo del asunto.

Los jugadores millonarios, grupo de presión

Para Trump, todos esos millonarios jugadores tienen atemorizados a los dueños de los equipos de la Liga Nacional de Fútbol Americano. Constituyen un grupo de presión intolerable que se extiende a otros deportes profesionales. La prueba es que, a los pocos días, Stephen Curry, jugador franquicia de los campeones de la NBA, los Golden State Warriors, dijo que no iría a la recepción de los campeones en la Casa Blanca. Trump retiró la invitación. En los JJOO de Barcelona, algunos jugadores del equipo de baloncesto habían firmado patrocinios con ‘Nike’, mientras que el equipo nacional lo hizo con ‘Reebok’. Los encestadores recibieron la medalla con una bandera sobre los hombros para no ofender ni a la nación ni al patrocinador particular. Michael Jordan estuvo en aquellas negociaciones.

If a player wants the privilege of making millions of dollars in the NFL,or other leagues, he or she should not be allowed to disrespect….

— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 23, 2017

“He hablado con un par de amigos, propietarios de equipos de la NFL. Están acobardados. Me dicen que he de hacer algo. Creo que temen a sus jugadores, esa es la verdad; y es una vergüenza”, ha declarado el presidente en la cadena Fox. El propietario de los New England Patriots, Robert Kraft, donante de su campaña (algunos de estos propietarios de equipos reunieron hasta un millón de dólares para la candidatura del republicano en las presidenciales) ha mostrado su desacuerdo con Trump. Justo una semana después, la pelota ya se ha elevado a otro tejado. Trump ha desafiado a la NFL y quiere que incluya entre sus reglas la adopción del ‘Código de Bandera’. Sabe que los deportistas ejercen influencia social y no quiere que el mundo del deporte sea como Hollywood, dominado por el izquierdismo. Cree que los propietarios de los equipos deben recuperar el mango de la sartén. Hoy parecen secuestrados.

?? El efecto Trump incrementa el respaldo de los lectores a los medios que se alzan contra el populismo. @malcalasanhttps://t.co/3RHsm0c0bz

— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) July 3, 2017

La polémica ha generado otra forma de protesta. Los jugadores de los Cowboys de Dallas –y el dueño de la franquicia- se arrodillaron antes del himno y luego lo escucharon abrazados. Para Trump, que parece recular, eso es un progreso. A partir de ahora, la hinchada del presidente entonará el himno más orgullosa que nunca. Son los pequeños logros del otro código: el de la pugna por la hegemonía. Para estos jugadores, la cuestión racial está muy por encima de cualquier consideración sobre la posición corporal que deben adoptar durante la interpretación del himno; para Trump, el orgullo nacional debe situarse por encima de toda controversia. Y si los deportistas no lo hacen, es que carecen de orgullo patriótico. El demagogo siempre distorsiona los matices.

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