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Internacional

Robert Mugabe ya es historia . Un cocodrilo para suceder al padrecito violento de Zimbabue

Pedro González | 24 de noviembre de 2017

Internacional

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El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, ha dimitido, tras 37 años en el poder. Quien se autodenominara «padre de la nación» ha visto como la mayoría que le aupó al poder ahora celebra su marcha. Una salida acordada y por la que tendrá inmunidad judicial por los crímenes cometidos.

Robert Gabriel Mugabe, 93 años, el más anciano de los líderes africanos de la independencia postcolonial, ya es historia. Y, sobre todo, lo es también su codiciosa segunda esposa, Grace, 42 años más joven que su marido, desencadenante de la crisis de palacio de Zimbabue, la antigua Rhodesia, antaño el país con la agricultura más y mejor desarrollada de todo el continente.

La destitución del presidente, edulcorada mediante una forzada carta de dimisión al Parlamento, ha sido sin derramamiento de sangre, aunque al veterano héroe zimbabuense haya que haberlo desalojado de la poltrona del poder casi con agua hirviendo. En las negociaciones con el ejército parece haberse concluido un pacto secreto por el que el expresidente Mugabe podrá mantener sus abultadas propiedades e inmunidad judicial, presente y futura, para él y toda su familia.

Elecciones en Guinea Ecuatorial con un dictador que se encuentra en estado terminal

Deja un país completamente arruinado, que ha de recurrir a bonos basura para pagar a sus funcionarios, una agricultura arrasada, un 90% de desempleo y al menos un tercio de la población en el exilio. Él mismo es objeto de sanciones internacionales, que le impiden viajar a la Unión Europea.

La decadencia del país comenzó a fraguarse desde el momento mismo de la independencia, acaecida el 18 de abril de 1980. Mugabe había regresado de su exilio en Mozambique tres meses antes, durante los cuales fue objeto de varios intentos de asesinato.

¿Puede el fin de la era Mugabe inspirar en otras sociedades africanas a derrocar a los líderes aferrados al poder? En @elmundoes https://t.co/ZsvgtEssP3

— El Español (@elespanolcom) November 22, 2017

Siete años de guerra contra la minoría blanca habían concluido con el Acuerdo de Paz de 1979, auspiciado por Londres. Finalizaba así una era, comenzada en 1890, cuando la Columna Pionera de los primeros colonos llegaron a una tierra tan fértil que la bautizaron como El Dorado, retomando en suelo africano el viejo sueño de los españoles en América.

Robert Mugabe se impuso al otro líder guerrillero, Joshua Nkomo, cuyas tropas respectivas se enfrentaron en noviembre de 1980 en Entumbane, en los aledaños de Bulawayo, la segunda ciudad más importante del país. Victorioso Mugabe, aquel fue el punto de partida de una serie de matanzas contra la minoría Ndebele, a la que pertenecía Nkomo.

El Beria de Mugabe

Co-ejecutor implacable de aquellas masacres, Emmerson Mnangagwa, éste se convertiría en el Beria de Mugabe en tanto que jefe de sus temibles servicios secretos, desde los que eliminó sin piedad a todos los que osaran disentir activamente del régimen. Su fama le ha hecho acreedor del sobrenombre de Ngwena (Cocodrilo) y, al igual que Mugabe, también está en la lista de indeseables de la Unión Europea, que le hacen responsable directo, entre otras, de la sangrienta matanza de Gukuvahundi, en la que perecieron más de 10.000 civiles.

Mnangagwa, sustituto provisional de Mugabe, promete una «nueva democracia» para Zimbabue https://t.co/GIth8T0BGq

— ABC.es (@abc_es) November 22, 2017

Mnangagwa, que cuenta actualmente 75 años, fue destituido por Mugabe del puesto de vicepresidente el pasado 6 de noviembre, acusado de “falta de lealtad”. En realidad, Mugabe había cedido a las intensas presiones de su esposa, que ambicionaba ese puesto con la esperanza de convertirse pronto en sucesora del propio Mugabe. Grace había logrado atraer a su causa a una buena parte de los dirigentes del partido oficial Zanu-PF (Unión Nacional Africana Zimbabuense- Frente Patriótico), y Mnangagwa puso entonces pies en polvorosa hacia el exilio, no sin antes, al estilo del general MacArthur, pronunciar un rotundo “volveré”.

No ha tardado mucho en hacerlo, primero exigiendo en un comunicado la dimisión de Mugabe, y luego aupándose en sus hombres de confianza, todos ellos veteranos de la guerra de la independencia, para alzarse como nuevo hombre fuerte del país.

El inmenso poder de los veteranos

El poder de estos antiguos combatientes sigue siendo inmenso. Desde el año 2000 son, además, grandes propietarios de tierras. Aquel año fue el de las expropiaciones definitivas de las granjas que antes habían sido de los blancos. Mugabe, que inicialmente había prometido la reconciliación con aquella minoría blanca, con la que coexistía machacándola a impuestos, no pudo aguantar la presión de los veteranos, que venían reclamando la confiscación de las tierras y su entrega a ellos, so pena de afrontar una revuelta para desalojarlo del poder. Previamente, supuestas bandas de “incontrolados”, pero conformadas en realidad por muchos de aquellos veteranos y sus sicarios, habían asaltado de manera coordinada muchas de aquellas fincas y asesinado a sus propietarios.

El exvicepresidente de Zimbabue Emmerson Mnangagwa, de 75 años, regresa para suceder a Mugabe https://t.co/ZuSxgdUm6H

— EL PAÍS (@el_pais) November 22, 2017

Mnangagwa habrá de contar en todo caso con el respaldo del actual hombre fuerte del ejército, Constantino Chiwenga, la barrera que se interpuso ante Grace para evitar su ascenso a vicepresidenta, y que detuvo en seco las purgas de veteranos en el seno del Zanu-PF ordenadas por la esposa de Mugabe.

El estallido de júbilo registrado en las calles de Harare y Bulawayo por la evicción de los Mugabe es semejante al que se registró aquel enero de 1980 cuando el líder guerrillero Robert fue acogido por cientos de miles de personas que soñaban con un país regido al fin por la mayoría negra. La diferencia, al cabo de 37 años de disfrutar de un poder omnímodo, es que esa misma mayoría hoy le ha vuelto la espalda y abomina en voz alta de los excesos de quién se autodenominaba “padre de la nación”, un padre devenido, como tantos otros líderes postcoloniales africanos, en dictadores corruptos e inmisericordes.

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