Hay jinetes de luz en la hora oscura
Luis Núñez Ladevéze | 06 de noviembre de 2018
Cuando se oyeron las campanas, aumentó la inquietud. ¿Se habrá sumado el párroco a la procesión filoetarra? Alivió saber que no había sido el párroco, como se cuenta en la novela Patria, sino que un grupo batasuno había asaltado el campanario para acallar a los manifestantes, usando como instrumento disuasorio para que no pudiera oírse la manifestación de Alsasua el tañido de las campanas.
“No pasaréis por Euskal Herria», amenazaban desde días antes. Los convocados por España Ciudadana no cedieron al agresivo «pacifismo»… y pasaron. ¡Pasaron! Quedaba silenciar como fuera la manifestación de Alsasua, que se proponía hacer valer la españolidad constitucional y expresar su admiración por la Guardia Civil tantas veces maltratada, tan vilipendiada en este lugar. “Las calles siempre serán nuestras”. Los manifestantes de Alsasua pasaron, demostrando que esas calles eran de todos. “Dejadnos en paz”, como si la manifestación de Alsasua tuviera por finalidad interrumpir la tranquilidad de los alsasuarras.
Algo se ha ganado, tal no vez mucho, tal vez no lo suficiente. Pero algo sí. No fue la manifestacion de Alsasua una pelea callejera para doblegar entre docenas a dos guardiaciviles y sus novias como hace dos años. Apenas entorpeció con su gesticulación que los manifestantes de Ciudadanos, Vox y el PP se congregaran con banderas españolas para celebrar los méritos de la Guardia Civil. Las declaraciones se oyeron en la plaza y el desagravio saltó a los titulares informativos para ser reconocido por todos. Entre forcejeos, insultos, estiércol y piedras, fue inútil el intento de impedir que en un pueblo de España llamado Alsasua se reparase la dignidad de la Guardia Civil. Esto ha sido así. Hubiera sido el único titular, si el Gobierno, su ministro del Interior y corifeos, socialistas o no, no hubieran salido al quite del filibusterismo.
Uno de los GC,s agredidos en Alsasua coordinó rescate de autobuses con ex-etarras aislados en la nieve el pasado invierno
— Guardia Civil ?? (@guardiacivil) October 15, 2016
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Lo normal en un Estado de derecho es que no haya reservas tribales y el derecho se aplique por igual en todo el territorio constitucional. Era necesario probar que en Alsasua se puede hacer una manifestación de desagravio. Hay situaciones en que solo el gesto heroico puede hacer normal lo que es necesario. Como se probó durante años en el País Vasco. Como hay que seguir probando en Cataluña.
“Han venido a este pueblo a provocar”. No es cierto. Han ido a ese pueblo a manifestarse libremente para dignificar la función de la Guardia Civil. “No queremos crispadores”. Nadie los quiere. Ejercer el derecho a manifestarse no es crispar. Lo es convocar en las redes a tirar piedras, estiércol e insultar a los que se manifiestan pacíficamente en el ejercicio de su derecho. “Una vez más, están poniendo a Alsasua en el punto de mira”. Hasta la fecha, solo han usado el punto de mira los que disparaban en la nuca. “No hay que agitar el odio”. En un país donde secarse los mocos con la bandera de España o quemar una foto del Rey no puede considerase como incitación al odio, es patético aceptar que manifestarse en Alsasua incite a los lugareños al odio.
¿Asunto concluido? La prudencia encubre la cobardía cuando, para adaptarse al entorno ilegal, no incita a la abnegación ni reconoce la heroicidad. Dice Fernando Grande-Marlaska: “Podemos creer que el mundo es perfecto y que la gente va a respetar el derecho de terceros a manifestarse, pero la realidad no es esa. En ese contexto entiendo que para defender a la Guardia Civil y la ‘españolidad’ de Navarra se pueden plantear acciones que no determinan la posibilidad de crispación o de incidentes”. De nuevo, la novela Patria. ¿La habrá leído Marlaska? “Que dejen a nuestro pueblo en paz”, decían dos comadres, elegidas y aleccionadas.
La prudente sentencia de Alsasua no aprecia terrorismo y elogia a los dos guardias civiles
Cuando en situaciones de ilegalidad ambiental la inacción no es fruto del miedo, lo es de la complicidad. La prudencia no puede servir de cobertura a la cobardía, la practique Agamenón o su ministro. Los contramanifestantes de Alsasua, los campaneros, los vociferadores que animan contra un fascismo imaginario para camuflar su mentalidad y sus tácticas fascistas no son tranquilizantes. El ministro del Interior los quiere apaciguar como si ceder a la intimidación fuera un ejercicio de prudencia. No reconocer la valentía de quienes han llevado la Constitución a Alsasua es una pleitesía fraudulenta a los verdugos que todavía quedan escondidos o camuflados. La manifestación de Alsasua tiene que contribuir a desenmascarar la difuminación tergiversadora de la memoria histórica. Los estudiantes que llegan a la universidad ignoran quién fue Miguel Ángel Blanco, qué pasó en el atentado de Hipercor, cuánto tiempo estuvo encerrado José Antonio Ortega Lara, quiénes eran los vecinos que apuntaban por el punto de mira mientras otros exponían la nuca a la mira que los enfocaba.
No es posible beber de las aguas de un río contaminado sin contaminarse. Es lo que bebe a diario el Partido Socialista que gobierna. No todo el Partido Socialista nos gobierna, pero se deja contaminar por esas aguas. Como en Venezuela, en el País Vasco y pronto en Cataluña, el disidente es invitado a marcharse. Dejen en paz a Alsasua. Pero la manifestación de España Ciudadana se produjo. Lo que tendría que hacer Marlaska, con tanta prudencia como fuera necesaria, es ayudar a que no salga. Si la incita a irse, será porque tras la prudencia que simula se esconde la cobardía que disimula.
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