Hay jinetes de luz en la hora oscura
Carlos Cuesta | 12 de diciembre de 2017
El 1-O provocó la estampida de empresas. La visualización del desastre. Pero de un desastre que no nació con el golpe del referéndum. Porque lo cierto es que el nacionalismo ya se había encargado de ello: de frenar la entrada de empresas, de disparar el endeudamiento, de multiplicar los costes administrativos, de incrementar los costes fiscales hasta asfixiar el avance de la actividad privada.
Corremos el riesgo de pensar que todo el descalabro económico que ahora vemos ha sido provocado por un referéndum ilegal. No es verdad. Porque el nacionalismo había marcado ya un rumbo que acababa, sí o sí, en el mismo lugar, aunque en momentos distintos: en la pérdida económica sin paliativos. Tan solo era cuestión de tiempo.
El nacionalismo no ha dejado de afirmar que sus problemas económicos se deben a que tienen las manos atadas. A que deben compartir su enorme riqueza con el resto. Pero los datos, para desgracia de su falso relato, no dicen eso. Más bien lo contrario.
En 1980, Cataluña sí era una de las regiones más ricas y prósperas de España (junto con el País Vasco). Y mucho más próspera que Madrid. Desde entonces, mientras los políticos nacionalistas disparaban su reclamaciones y poder, esta región no ha hecho más que empobrecerse, hasta el punto de que hoy -sin contabilizar aún los efectos post 1-O- la renta per capita de los catalanes es 4.000 euros más baja que la de los madrileños -un 12,5% inferior- y, sin embargo, su deuda pública per capita es el doble: 10.000 euros por habitante de la comunidad catalana.
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Porque, tras más de tres décadas de nacionalismo, la economía catalana ha sufrido un importante deterioro comparada con la de la Comunidad de Madrid.
En la década de los 80, Cataluña era la autonomía de régimen común más rica de España en términos absolutos. Su Producto Interior Bruto (PIB) total rozaba los 5,5 billones de las antiguas pesetas, un 35% más que el de Madrid, según las estadísticas oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE). Su economía representaba en aquel momento el 19,1% del conjunto de la riqueza nacional, frente al 14,1% de Madrid; y su renta per cápita rondaba las 938.000 pesetas anuales, con lo que los catalanes ganaban de media un 6% más que los madrileños. Hoy, todo eso se ha invertido. Y el efecto capitalidad estaba tan cuajado en Madrid en aquel año como ahora.
Tras décadas enteras de basar la política económica nacionalista en pedir y quejarse, en vez de en competir y gestionar, hoy Madrid ha sustituido a Cataluña como el principal motor económico del país y hace mucho que lo superó en términos per capita.
En 1995, el PIB catalán, próximo a los 86.000 millones de euros, tan solo superaba al de Madrid en 9.600 millones (un 12,5% más). Mientras, en 2007, en el punto álgido de la burbuja crediticia, la distancia entre una y otra ya se había reducido a menos de la mitad (un 5% más a favor de Cataluña). Durante la última crisis, las distancias seguían acortándose y se cerraba 2014 con un PIB catalán a tan solo medio punto del madrileño. Y todo ello pese a que Cataluña cuenta con un millón de habitantes más. Por eso, el PIB per capita muestra hoy la enorme distancia favorable ya a Madrid. Y es que el actual PIB per capita de los catalanes (28.590 euros) se parece más al de los aragoneses (26.328 euros) que al de los madrileños (32.723 euros). Una evolución que, aunque a menor escala, se refleja también con respecto al País Vasco: pese a tener un sistema de financiación privilegiado, los vascos han sido adelantados ya por los madrileños en este dato en casi mil euros al año.
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El resultado es evidente: si hace décadas los políticos catalanes pedían compensaciones por ser el motor del que se beneficiaba toda España, ahora ya no podrían alardear ellos. Serían los madrileños. Así, el peso de ambas regiones en la riqueza nacional no ha dejado de cambiar a golpe de nacionalismo: en el año 2000, Cataluña representaba el 18,9% del PIB de España y Madrid ascendía hasta el 17,7%; en 2007, Cataluña se anclaba en el 18,8% y Madrid seguía su ascenso hasta el 18%; en 2014, Cataluña permanecía en un 18,9% y Madrid llegaba ya al 18,7%. En 2016, el 18,9% catalán siguió sin cambios y Madrid llegó al 18,8%. Y este año, sin ninguna duda, Madrid terminará de adelantar a la comunidad reina en separatismo en un camino que no cesará en el futuro más cercano. Todo ello se ha traducido en una evolución dispar de los ingresos per cápita.
En 1980, los catalanes ganaban un 6% más que los madrileños, pero a lo largo ya de la década de los noventa se produjo el sorpaso. Así, los madrileños ingresaban un 7% más en el año 2000, algo más de un 12% en 2007 y entre un 12% y un 15% en los últimos ejercicios.
Y lo mismo ha ocurrido en cuanto a gestión de las cuentas públicas, donde el déficit de Madrid se ha mantenido muy por debajo del catalán en las últimas décadas, demostrando que el mayor mimo a Cataluña solo ha servido para restar su debida responsabilidad fiscal. De este modo, la deuda pública catalana se ha más que triplicado desde 2007, hasta superar el 32% del PIB regional en 2014, frente al 12,5% de Madrid. Y hasta alcanzar el 35,3% a cierre de 2016, frente al 14,4% de Madrid. Y todo ello pese a que Madrid contribuye al sistema de financiación autonómica exactamente en el doble que Cataluña.
Unos datos que han endeudado desde los poderes públicos a la población catalana: en 2015, la deuda regional se traducía en una factura de más de 8.700 euros por cada catalán, frente a los 3.780 de cada madrileño. Hoy lo hace para golpear en 10.200 euros a los catalanes, frente a los 5.034 de los madrileños.
Y si alguien piensa que esto son solo datos “macro” -como se dice ahora-, que mire el impacto en el tejido emprendedor. Porque Cataluña siempre había presumido de ser la región más emprendedora de España. De hecho, muchas de las empresas españolas más importantes de los últimos 150 años nacieron allí. Pero eso también ha cambiado. Según el INE, en los años 90 en Cataluña se creaban más empresas que en Madrid: 99.684, frente a 94.438 (en concreto, entre 1995 -que es cuando nade la estadística- y 1999). Entre 2000 y 2004, la cosa ya cambió: Madrid -con 117.326- albergó 2.000 nuevas empresas más que Cataluña. Una distancia que no ha dejado de crecer hasta llegar a la última medición (2010-2014), donde Madrid, con 93.999 sociedades, supera en 12.000 a Cataluña.
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