Hay jinetes de luz en la hora oscura
Max Römer | 28 de agosto de 2017
El guion de la película que se vive en Venezuela parece escrito por los que idearon las secuencias de «Titanic», «Luna sobre el Parador» y «Spectre«. Tiene la visión del país caribeño de que hace aguas por todas partes, con la diferencia de que los músicos también abandonan el barco, de la necesaria búsqueda por mantener el poder a toda costa y, el aderezo que no puede faltar, de persecuciones, intriga y suspenso.
La aventura de la fiscal general de la República, huyendo en lancha desde la costa venezolana a Aruba y luego en avión hasta Colombia, es digno de un guion de la saga de 007. La historia sería más o menos así: carcelera del chavismo, aficionada a la izquierda revolucionaria, ve la oportunidad de ser parte del juego de la transición de un país caribeño, señalando a diestra y siniestra los desmanes de la corrupción de sus compañeros de partido. Harta de ser señalada por la oposición venezolana como una pieza más del juego de extorsiones, Luisa Ortega Díaz toma la espada de la dama ciega y reparte, como si de una batalla medieval se tratara, sablazos por doquier. Cada corte de la hoja de su arma levanta pústulas pestilentes que dejan ver la verdadera faz del hasta ahora prístino proceso del socialismo del siglo XXI: una olla de extorsión, muerte y corrupción.
El caso es que la abogada venezolana, con formación de penalista, tiene de cabeza a más de uno. Los medios se preguntan quién es esta señora. Los chavistas saben que tiene mucha información y aquellos que de alguna manera se han favorecido del régimen saben que sus nombres pueden saltar por los aires en cualquier momento.
Por lo pronto, el SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) difundió un vídeo a través del canal del gobierno (desde hace mucho dejó de ser del Estado) mostrando la bodega de vinos de la fiscal, las obras de arte que tiene en su casa, así como la comodidad de las estancias que, por cierto, distan mucho de los hogares de las personas que hacen colas frente a los comercios por hacerse de una barra de pan.
La pelea es pelando, diría Nicolás Maduro. Si Ortega Díaz muestra nuestras flaquezas, yo enseño sus riquezas. Si la fiscal huye y se reúne con los demás fiscales del hemisferio, yo destapo los regalos que habrá recibido de igual número de corruptelas de su parte.
No se escapan aquellos que se han desviado de los criterios éticos tanto en el Gobierno de Maduro como el de Chávez. Cada quien sabe cuán largo es su rabo de paja y esta abogada se ha convertido en la dueña del mechero. Si ella cae, más atrás todo se incendia.
También, denuncié la violación sistemática a los derechos humanos por parte del gobierno venezolano y sus organismos de represión. pic.twitter.com/qiaAULnl9h
— Luisa Ortega Díaz (@lortegadiaz) August 23, 2017
Hasta hace poco, la fiscal no era del afecto de la oposición. Los opositores le tienen guardada una factura por haber encerrado a Leopoldo López y otros muchos políticos. El propio equipo de fiscales de Luisa Ortega Díaz se le ha volteado con este caso, afirmando que las pruebas que incriminan a López son falsas. Delsa Solórzano, diputada del partido Un Nuevo Tiempo, la denunció hace un par de años por no haber investigado la fuga de divisas que se produjo a través de CADIVI. En fin, que la fiscal Luisa Ortega Díaz no era del afecto de la bancada opositora.
De pronto, así como si de un giro copernicano se tratara, la abogada se convierte en paladín de la justicia. Adopta una posición de ungida de la verdad, busca alianzas con la oposición -los opositores la ven como una oportunidad de hacer notar que el chavismo es la maldad en la trama- y ella aprovecha las cámaras de televisión para preguntar por el estado de uno de sus escoltas. Luego de una revuelta frente al Ministerio Público, huye en una moto conducida por un guardaespaldas, para, días más tarde, escapar en una lancha a toda prisa hasta Aruba.
https://www.youtube.com/watch?v=0agHpIvaBkELuego, aparece en Brasil en una reunión de fiscales y anuncia que tiene pruebas contra Maduro y su régimen. Mientras tanto, Luis Almagro, secretario de la OEA, reunido en Washington con un grupo de fiscales, le da la mano a la justicia y se compromete a luchar por restablecer el orden en Venezuela. Un desorden democrático que, por cierto, Luisa Ortega Díaz ha contribuido a crear.
Como si nada, Luisa Ortega Díaz inicia un periplo, una gira de denuncias que le lavan la cara de chavista, la colocan en una posición de pieza fundamental de la transición venezolana y, a la vez, le permiten ser juez y parte del juego de tronos que se articula todos los días entre el Gobierno de Maduro, la hambruna del pueblo y la oposición, por cierto, cada vez más mermada en su poder de actuación.
Como buena serie televisual, la trama sigue en ascenso. Una historia de conflictos y contraargumentos, de dimes y diretes, de tomar posiciones y, luego, decir todo lo contrario. La fiscal se ha convertido en eso. Una especie de mueca de su propia historia como abogado.
Las preguntas se suceden: ¿Perseguida? ¿No será más bien que está en campaña? ¿Serán honestas sus acciones? ¿A quién quiere fuera del poder? ¿Será ella misma la que quiere llevar la banda presidencial sobre el hombro? ¿Qué garantías tiene Luis Almagro para poder respaldarla? ¿Por qué se suman los fiscales de América Latina a su gesta? ¿Por qué ahora, después de diez años en la fiscalía, denuncia al gobierno? ¿Es que tiene una doble moral? ¿Por qué este giro ético? ¿Qué le pasó en lo personal para cambiar de actitud? ¿Qué pasó en el PSUV para que diera este vuelco? ¿Qué tiene que ocultar? ¿Qué códigos se saltó de la política chavista de comportamiento que le afecta en sus intereses personales? ¿Qué pasa con la red de corrupción que ella dice conocer y en la que aparentemente está implicada? En fin, las preguntas y el porqué de este cambio no dejan de sorprender y tampoco la dejan en una posición muy clara en el futuro inmediato.