Hay jinetes de luz en la hora oscura
Juan Pablo Colmenarejo | 13 de febrero de 2017
Desde que Mariano Rajoy ocupa las dos presidencias, la del Gobierno y la del Partido Popular, se ha producido dentro de este partido político un viraje ideológico singular. No se trata de una modificación de principios e ideas. Es mucho más sutil. Se deja pasar el tiempo y son otras formaciones políticas las que dan los pasos. A partir de ahí, surge la cómoda neutralidad de no hacer nada, para no interferir.
Tiene el PP grabado a fuego el período que va desde el desastre del Prestige hasta las matanzas de los trenes. Son casi dos años de acoso en la calle, y en la política también. El cordón sanitario alrededor del PP ha desaparecido con la aparición de Ciudadanos y la abstención de PSOE a la investidura de Rajoy. Pero su huella ha dejado marca en varias generaciones de dirigentes populares. Hay una especie de convencimiento interno de que es mejor no meterse en líos ideológicos que generen polémica. Basta con hacer bien la cuenta y la gestión.
El choque cultural con la izquierda requiere demasiado desgaste como se demostró en los primeros años de la oposición al Gobierno de Zapatero. El PP se ha mimetizado con el carácter de su Presidente. Algo que ha ocurrido siempre. El PP era a Aznar lo que hoy es a Rajoy. El aguante de Rajoy es el del PP. Nunca pasa nada y sólo se dan las batallas que se pueden ganar. Es el estilo de la casa.
Ni la pérdida de tres millones y medio de votos de golpe con 53 escaños correspondientes, ni gobernar diez meses sin mandar, ni los amagos para un gobierno a la griega con Pedro Sánchez y Podemos alteraron a quien ha demostrado ser el único líder adulto de la política en activo. Jugó su baza, recibió las críticas del personal de guardia y sigue en el mismo sitio. Rajoy acaba de decir en el Congreso del PP que todavía puede dar mucho más. Con ello sigue jubilando y gastando cuadros de mando como quien se come una bolsa de pipas en un partido de fútbol. Ante todo mucha calma. Es toda una política. Sin que parezca que hace nada van cayendo todos a su alrededor.
Con la Unión Europea en vilo por las elecciones en Francia, Holanda, Alemania y tal vez Italia, el PP de Rajoy aparece como lugar tranquilo y a la vez una referencia de estabilidad
No ha quitado a Dolores de Cospedal de la Secretaría General del PP. Simplemente ha recuperado otro cargo, el de coordinador para el eficaz Maíllo, para sustituirla sin que parezca que lo hace. Y así siempre. Y como el pragmatismo es quien manda no hay que tocar nada más. La votación de la enmienda contra la acumulación de cargos venía como un misil contra la número dos desde el Partido Popular en Cuenca. El voto a mano alzada y el recuento estilo asamblea evitaron la única noticia que podría haber salido del 18 congreso. Dicen los presentes que hubo de todo para evitar la derrota de la dirección. No pasó a más. Y siguió la calma del marianismo.
Al PP, a diferencia del PSOE, le sostiene como hormigón armado su defensa de la unidad constitucional y que el partido no se ha fragmentado a imagen y semejanza de las autonomías. El PSOE está partido en 17 pero el PP no. Por eso aguanta tanto que no pase nada. Es el paraguas del sistema bajo el que se refugian millones de personas que votando al PP evitan males mayores. Da igual si el PP apoya o no el aborto, que lo hace por la vía de los hechos, que defienda con la boca pequeña la libertad de elección de los padres en educación, que cuele la ideología de género y la relativización del matrimonio heterosexual y la familia en comunidades como Madrid o que por no ser menos que Ciudadanos se apunte al pensamiento Disney del altruismo en el caso del vientre de alquiler.
Rajoy ha encontrado en la neutralidad ideológica un amplio campo para una estancia cómoda. Lo que sea chocar como los delanteros en rugby, se aparca o se deja en manos de otros. Basta con decir que es lo que sociedad pide. A la gente del PP le molesta que se les llame socialdemócratas. No lo son, pero lo parecen. A todos nos sienta mejor un traje ancho que otro en su justa medida. Lo de remar contra corriente siempre es más incómodo.
Las elecciones de junio de 2016 trajeron el comienzo del reagrupamiento del voto del centro derecha en el PP. Ciudadanos ha venido para quedarse pero el tiempo corre a favor del PP. Está en el Gobierno y poco a poco alrededor de Rajoy habrá más políticos de aquellas generaciones que han nutrido con sus votos al partido de Albert Rivera. El Presidente del Gobierno y el del PP tiene claro que si la legislatura acaba este año, ocurrirá si el PSOE estalla en sus primarias, volverá a ser candidato. El PP está en ocho millones de votos y saben sus dirigentes que en el peor escenario, perdiendo el 14 de marzo de 2004, superó los diez millones de votos.
A pesar de la cómoda neutralidad en la que está instalado tiene en su haber que es la única formación política capaz de gobernar España en este momento. Con la Unión Europea en vilo por las elecciones en Francia, Holanda, Alemania y tal vez Italia, el PP de Rajoy aparece como lugar tranquilo y a la vez una referencia de estabilidad. Sin duda, Rajoy, ahora mismo, gana en comparación con cualquiera. Es lo que tiene el aguante. Lo importante es no moverse. Lo hacen los demás. Caen todos menos él. Quien resiste, gana. Miren a Rajoy.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.