Hay jinetes de luz en la hora oscura
Fernando Rayón | 04 de julio de 2017
El flamante nuevo secretario general del PSOE ha iniciado una ronda de conversaciones con los líderes parlamentarios de la oposición para explorar vías de acuerdo y, eventualmente, que esos acuerdos parciales sirvan para otros de más calado: una hipotética moción de censura liderada por Pedro Sánchez y un gobierno de coalición de estas fuerzas parlamentarias. No hay nada que objetar al líder socialista. Quiere una alternativa al Gobierno de Mariano Rajoy y estudia las posibilidades de ella. Hasta ahí todo correcto. El problema empieza cuando conocemos los detalles de las conversaciones.
La primera reunión de Pedro Sánchez fue con Pablo Iglesias y tuvo lugar el martes 27 de junio en la sala Istúriz de la Cámara Baja. Cualquier ocasión es buena para que el líder socialista pise sede parlamentaria. Pues bien, tras la reunión, que duró hora y media, no hubo rueda de prensa de Pedro Sánchez, aunque sí del secretario general de Podemos. Y dio su versión.
Pablo Iglesias explicó que había hecho seis propuestas al líder socialista. Seis. La primera se refería al techo de gasto. «Nos gustaría llegar a una cifra alternativa para 2018» y puntualizó su propia visión de este acuerdo. A partir de ahí pareció que las propuestas del PSOE eran en realidad las suyas. Dijo que las pensiones era otro de los aspectos que Podemos había puesto sobre la mesa: «Son un derecho fundamental. Queremos medidas que refuercen su seguridad y su financiación». Y así, ya crecido, siguió. Dijo Iglesias que también quería llegar a acuerdos con el PSOE sobre una prestación familiar por cada hijo. «En este aspecto, pensamos que puede haber acuerdo”. El cuarto acuerdo –que también vendió como suyo el líder de Podemos- fue el cambio de voto del PSOE sobre el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá. Iglesias aplaudió la decisión de los socialistas de abstenerse, aunque esperaba más «colaboración» a la hora de presentar un «recurso ante el Tribunal Constitucional».
Y ya puestos, el quinto y sexto acuerdo también los vendió Podemos como propuestas suyas: reforzar la negociación colectiva y subir un 7% cada año el salario mínimo cada año. Y, por si había dudas sobre de quién eran las propuestas que se barajaron en este primer encuentro, el líder de Podemos –tras aclarar que el «feedback» había sido bueno- concluyó que Sánchez se había comprometido a estudiar sus propuestas y a establecer grupos de trabajo conjuntos liderados por las portavoces parlamentarias Margarita Robles e Irene Montero. Y ya puestos a protagonizar, informó de que había regalado a Pedro Sánchez el último número de la revista The New Left Review, el primero que coedita en castellano la fundación de Podemos Instituto 25M.
.@sanchezcastejon: Podemos estar de acuerdo en cuestiones como rescate a los jóvenes, pensiones… Lo importante es empezar a trabajar
— PSOE (@PSOE) June 27, 2017
Fue tal el alarde de protagonismo de Pablo Iglesias que, por la tarde, no tuvo más remedio que salir José Luis Ábalos para confirmar que el encuentro había sido “cordial”; que Pedro Sánchez comparecería tras concluir toda la ronda de conversaciones… y que se habían creado cinco grupos de trabajo: rescate a los jóvenes; relaciones laborales –cuyo objetivo último era la derogación de la reforma laboral-; políticas de igualdad; pensiones y Pacto de Toledo; y un quinto grupo que se encargaría de «desbloquear las resoluciones y medidas que apruebe el Parlamento y que el Gobierno ignora. Trataremos de cumplir los acuerdos de esta cámara».
Esta vez, Iglesias no había pedido en público cinco ministerios, el CNI, RTVE y la Vicepresidencia del Gobierno, pero había convertido en propuestas suyas a estudiar por el PSOE lo que se suponían iniciativas del secretario general de los socialistas.
Así las cosas, la reunión del día siguiente por la tarde con Albert Rivera se intuía como otro regalo, esta vez para el líder de Ciudadanos. Y así fue. Sánchez siguió con su argumento de que iba a escuchar y Rivera, visto lo visto el día anterior, metió el acelerador.
Quizá por eso el primer acuerdo –crear el próximo otoño una mesa formada por juristas de ambos partidos para trabajar en un borrador de reforma constitucional- resultaba ser el brindis al sol más clamoroso, pues no es posible reformar la Constitución sin el concurso del PP.
El resto de los acuerdos –la reunión duró también hora media para no hacer de menos a los de Ciudadanos- se refirieron a medidas de regeneración democrática, supresión de aforamientos, modificación de la ley electoral y limitación de los mandatos presidenciales. Y aunque Rivera aplaudió que ahora el PSOE estuviera dispuesto a «debatir, acordar e incluso llevar al Parlamento» la supresión de los aforamientos, aquel acuerdo no era ninguna novedad respecto al pacto de gobierno al que ambos partidos ya habían llegado hace un año.
Pero las cosas han cambiado desde entonces y, quizá por eso, Rivera ya había avisado días antes a Sánchez de que no contara con Ciudadanos para emprender iniciativas que desestabilizasen el país. Es decir, que nada de apoyar mociones de censura contra Rajoy.
Se comprendió muy bien este aviso días después cuando Rivera pactó con el presidente del Gobierno dos cosas: una bajada de impuestos para el año que viene; y que fueran ellos –Ciudadanos- los que se colgaran la medalla de esa bajada. Y es que reunirse es una cosa y gobernar es otra.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.