Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ainhoa Uribe | 23 de junio de 2017
Los resultados electorales de la segunda vuelta francesa pueden ser definidos como algo más que buenas noticias. No solo gana el candidato que se presuponía vencedor, Emmanuel Macron, sino que, además, logra una mayoría rotunda. Ello supone una victoria para Francia y una victoria para la Unión Europea.
Macron controla, así, el poder ejecutivo y también el legislativo. Tras su primera victoria en las elecciones legislativas de mayo, su proyecto “En Marcha” obtuvo en la segunda vuelta, junto a sus aliados centristas, 350 diputados, muy por encima de los 289 que marcan la mayoría absoluta. Este hecho le da mucha capacidad de maniobra al nuevo presidente para sacar adelante sus reformas políticas. Y, lo que puede ser más importante, esta victoria dota a Macron de mucha credibilidad para apoyar una nueva Europa, más fuerte y cohesionada.
Si Angela Merkel se consolida en Alemania, como parece que sucederá en las próximas elecciones, la UE tiene el horizonte despejado a corto y medio plazo. Los populismos y anti-europeísmos han sido derrotados en Francia y Holanda, lo cual puede minimizar el desaliento por el brexit.
Siguiendo con el análisis interno, conviene subrayar que la otra gran noticia de la noche electoral ha sido la derrota del Frente Nacional, que obtuvo solo 8 escaños, algo menos del 1’39% de los votos. Los republicanos han quedado en segunda posición (con 137 escaños) y el socialismo, en tercera fila (46 escaños).
Réunion de travail et d'amitié avec @marianorajoy pour dessiner un avenir commun pour une Europe qui protège. pic.twitter.com/yodJyZCpms
— Emmanuel Macron (@EmmanuelMacron) June 16, 2017
Está claro que el socialismo está en horas bajas y que no existe una oposición fuerte a Macron. Es la situación ideal, aparentemente, para poner en marcha su programa electoral. Un programa liberal que apuesta por renovar el país galo con múltiples medidas, siento una de ellas la reforma del mercado laboral. Nicolas Sarkozy también lo intentó en su día, pero fracasó por la fortaleza de los sindicatos. Su ruina vino de la mano de una huelga de taxistas. No hizo falta llenar la calle de basura, como suele ocurrir en España, para que el expresidente francés entendiera que era una misión complicada (y casi imposible) reformar el sistema.
Macron tendrá que ser tan duro como Margaret Thatcher para aplicar su programa económico. Los sindicatos no se lo pondrán fácil. Su homóloga británica tuvo que soportar huelgas de mineros, del transporte, de las basuras, insultos, disturbios, caos y una tensión sin precedentes durante dos años para privatizar buena parte de los sectores económicos. Está por ver si Macron será capaz de soportar esa tensión.
Ligado a ello, hay que recordar que, aunque ha ganado con muchos votos, son pocos los franceses que fueron a votar. La gran pregunta es por qué ha habido tantos franceses que han optado por la abstención y qué harán dichos franceses a lo largo de la legislatura. Solo fue a votar el 42 por ciento del electorado, la cifra más baja de la historia. Este dato supondrá un reto importante para el recién estrenado presidente francés, que tendrá que ganar su apoyo y confianza. De lo contrario, puede que el efecto Macron sea solo un boom mediático como lo fue el famoso “change” (cambio) de Barack Obama, quien prometió muchos cambios, aunque no llegó a implementar tantos.