Hay jinetes de luz en la hora oscura
Justino Sinova | 04 de noviembre de 2018
Una reportera de fuste como Alma Guillermoprieto no podía soslayar el problema de la verdad en la comunicación. Al recibir su premio Princesa de Asturias, dijo esto: “Somos [los periodistas] el antídoto de las redes sociales con su inmediatez y su potenciación de la rabia”. Las redes sociales y otros productos de las nuevas tecnologías, magníficos y admirables inventos, son manipulados también como soportes de mentiras, ficciones e insidias. El periodismo ha recibido una nueva responsabilidad pues, como añadía la periodista mexicana, “sin los medios, el mundo viviría en una especie de siglo XI, aislado cada quien en su villorrio o su castillo, igual de ignorantes los dos, convencidos de que son tan reales las sirenas como los rinocerontes”.
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Es acertada la constatación del maltrato a la verdad, que la ha transformado en víctima: sufre en las redes sociales por obra de truhanes del engaño y también en demasiadas plazas del periodismo, con lo que el deseo de Alma Guillermoprieto -que los periodistas repongan la verdad- equivale a una proeza deontológica. El periodismo desprecia la verdad cuando olvida datos sustanciales, oculta realidades, disimula hechos y descarta explicaciones. A pesar de la multiplicación de medios informativos –nunca hubo tantos, tan variados y tan baratos-, hay enormes lagunas de conocimiento en la sociedad española, que padece graves achaques de desinformación.
Reseñaré cuatro ejemplos actuales de ocultación de la verdad:
Ante tales desfiguraciones, la encuesta ficción publicada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) no pasa de ser un grosero juego de salón. Pero la pereza de tantos medios ante el engaño de los resultados asombrosos que benefician al Gobierno del que depende, como nunca antes había pasado tan exageradamente, certifica que está bajo mínimos el ánimo de denuncia de las manipulaciones tergiversadoras. Hay medios de comunicación que, por sumisión al Gobierno, por coincidencia ideológica o por animadversión a los oponentes, no dan la talla en la búsqueda de la verdad.
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Alma Guillermoprieto aludía a “tanta confusión” como existe en la sociedad y resolvía que “hacemos falta” los periodistas y los medios. Bien, de acuerdo. Pero antes habría que precisar qué periodistas y qué medios, porque los hay que colaboran a la confusión. Hubo un tiempo en que la inmensa mayoría coincidía en el objetivo profesional. Hoy la verdad los está esperando. La verdad no ha muerto del todo, por fortuna, pero necesita de cuidados intensivos con urgencia hasta que la responsabilidad profesional se sobreponga a la sumisión política.
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