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Internacional

Un presidente compulsivo y efectista . Donald Trump es un outsider anti-establishment

Javier Redondo | 08 de febrero de 2017

Internacional

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Donald Trump desconcierta a todos decidiendo, firmando decretos, hablando y escribiendo tuits a todas horas. Su Presidencia será compulsiva porque es efectista y mediática. Pretende ocupar todos los espacios. Además, concibe América como una empresa. Y él es El Jefe, como en televisión.

La Presidencia de Donald Trump apunta desde su inicio tres rasgos que convierten su modo de entender la política y el cargo que ocupa en un fenómeno nuevo y susceptible de contagio. Decide de manera compulsiva, efectista y plenamente autónoma. Estas tres peculiaridades están íntimamente relacionadas entre sí, definen su personalidad política y verifican y afianzan su relato: es un outsider anti-establishment. En su toma de posesión subrayó sin verbalizarlo que una noción no se entiende sin la otra. Que sólo desde fuera se puede estar contra y, a la inversa, únicamente se puede ir en contra desde fuera: “Voy a traspasar el poder de Washington al pueblo”. Su mensaje contiene todos los ingredientes del populismo, incluido el de la desintermediación, fundamental para comprender los tres rasgos mencionados.

La CNN publicó que el presidente no consultó con los secretarios competentes ni otros cargos de la Administración la controvertida orden ejecutiva que limitó la entrada de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana en Estados Unidos. Su círculo es íntimo y cerrado. Lo cual neutraliza también a su partido. De haberlo hecho, a buen seguro hubiese tenido que matizar, rebajar o suavizar el contenido del decreto o posponer la decisión. Según su particular estilo, los órganos, instituciones y poderes intermedios dificultan su conexión directa con el pueblo; al limitar el poder del presidente, reducen el del pueblo.

En su toma de posesión subrayó sin verbalizarlo que una noción no se entiende sin la otra. Que sólo desde fuera se puede estar contra y, a la inversa, únicamente se puede ir en contra desde fuera

Probablemente Trump supo de los obstáculos legales y procedimentales que se encontraría al imponer su criterio. Sin embargo no considera que las trabas y la oposición sean problemas. Al contrario, reafirman su posición y atributos. Busca el efecto e impacto inmediato. En su universo político, las cosas son simples, no complejas. El resultado final y lo que ocurra con su orden ejecutiva es consecuencia de la burocracia y engorrosos procedimientos políticos. Sus códigos de actuación son otros. Como en muchas de las escenas en las que aparece, en programas televisivos de pressing catch, golpea primero. En sus primeros días de Presidencia, Trump ha dejado claro que va a gobernar con la mirada fija en sus votantes.

Lo explicó muy bien hace unos días en The New Yorker el profesor Steve Coll: en noviembre de 2015, tras los atentados de París, cuando Trump se preparaba para los caucus de Iowa, al comienzo de la carrera por la nominación republicana, dijo a las claras: “Quiero a los terroristas fuera; a los malos fuera de Estados Unidos”. De la memoria europea ha desaparecido la masacre de Orlando, en junio de 2016. Murieron más de 50 personas acribilladas por un inmigrante afgano de segunda generación. Trump advirtió que limitaría la entrada de musulmanes en Estados Unidos. Sus declaraciones no contienen matices; sus decisiones tampoco las contemplan. La información y contra-información arrecia a toda velocidad.

En su universo político, las cosas son simples, no complejas. (…) Como en muchas de las escenas en las que aparece, en programas televisivos de pressing catch, golpea primero

El efectismo requiere del factor sorpresa para combatir o dejar en evidencia al enjambre de burócratas de Washington, que sólo generan parálisis y frustración. Trump no tiene tiempo que perder. Por eso su primera orden fue someter a revisión la reforma sanitaria de Obama. Luego ya veremos lo que ocurre con ella. Desconcierta a todos decidiendo, firmando decretos, hablando y escribiendo tuits a todas horas. Su Presidencia será compulsiva porque es efectista y mediática. Pretende ocupar todos los espacios. Además, concibe América como una empresa. Y él es El Jefe, como en televisión.

Aquí está gran parte de los problemas que puede crear su compulsivo e infatigable proceder. “América primero” es una consigna con una profunda carga emocional, resume y reduce su no programa, concentra su idea proteccionista y esquiva contradicciones. A pesar de las consecuencias no deseadas o imprevistas que conlleve en el futuro, el dueño de una empresa puede presumir de tomar todas sus decisiones atendiendo a los exclusivos intereses de su compañía. En política eso no es posible. El juego está tan repartido que una América free-rider y un presidente polizón generaría una alteración sustancial del equilibrio sistémico, hacia dentro y hacia fuera.

“América primero” es una consigna con una profunda carga emocional, resume y reduce su no programa, concentra su idea proteccionista y esquiva contradicciones

Estados Unidos no es una compañía de un determinado sector que opera en un mercado más o menos regulado. Es una potencia mundial y una democracia sujeta a un complejo operativo por muchos anclajes. Estados Unidos no es una marca o un todo compacto y homogéneo con unos intereses únicos, unívocos y perfectamente identificables. Los hay plurales, dispersos y muy variados en la escala de grises; incluso difícilmente conciliables. Trump identifica un pueblo y se erige en su representante sin intermediarios.

El profesor Francis Fukuyama, que anunció  tras la caída del Muro el “fin de la Historia” y predijo “décadas de aburrimiento”, acaba de publicar en Politico un artículo sobre los retos del sistema político norteamericano. Se pregunta si la democracia estadounidense es lo suficientemente fuerte para frenar el personalismo de Trump. Es lo bueno de las democracias liberales y consolidadas. No es tan fácil –y además es agotador- desactivar todos sus dispositivos de control.

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