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Las lentejas que se cocinaron en agosto . La historia del acuerdo entre el PP y Cs

Juan Pablo Colmenarejo | 14 de marzo de 2017

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No empezó bien. Aquel fin de semana de agosto del año pasado, Mariano Rajoy tuvo que ir y venir de Galicia un par de veces porque Albert Rivera se negó a firmar el acuerdo hasta no darle una vuelta más con su equipo.

Esa fue la fría explicación que le dio José Manuel Villegas a Fernando Martínez-Maíllo, para pasmo del segundo, que tenía al presidente del Gobierno en funciones esperando en un hotel de Madrid el momento de la firma. Un día después, hubo otro amago de Rivera pero, al final, no hubo más remedio que firmar el acuerdo y hacerse la foto, muy gélida para ser agosto, con los 150 puntos del acuerdo de investidura con el Partido Popular.

Uno de los participantes en aquellas negociaciones recuerda, siempre con tensión, el enfado de Rajoy por el ninguneo al que le sometió Rivera con el amago de firma yendo y viniendo de Galicia. Entre ambos no hay empatía. Reflejan la fractura generacional que se ha producido en el voto del centro derecha. En diciembre de 2015, los votantes del PP se dividieron en tres: los que aguantan todo, es el sector más amplio y veterano; los menores de 45 años, enfadados por la corrupción y la crisis y los abstencionistas de diferentes edades, defraudados por el engaño de la ley del aborto, entre otras cosas. Seis meses después, en junio del 2016, comenzó un reagrupamiento del voto motivado por el miedo al Gobierno Frankenstein de Pedro Sánchez, Podemos y los independentistas.

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Dicho movimiento no ha terminado y las encuestas que se realizaron a finales de octubre de 2016 acercaban al PP a un 37 por ciento de voto. Sin duda, un resultado mucho más confortable que el actual. Mientras siga Rajoy en el PP y el PSOE no aclare si su rumbo es mirar al centro o virar hacia su izquierda, Ciudadanos tendrá su sitio. El 12 por ciento de voto en el que está instalado lo puede mantener, aunque no se cumpla uno de los dos factores anteriores.

En el caso del PP, los votantes de entre 30 y 45 son los que más han castigado la gestión de Rajoy en la legislatura, tras la crisis negada por José Luis Rodríguez Zapatero. Los mayores de esa edad o han vuelto ya al PP o lo están haciendo. Le queda a Rivera el rincón del PSOE. La mejor noticia para él, que no para España, es una victoria de Sánchez en las primarias. Ahí tiene Ciudadanos votantes urbanos de clases medias que solo se acercan al PP, viniendo del PSOE, cuando hay una crisis y que no están ni mucho menos con Podemos, contra el sistema.

Entre Mariano Rajoy y Albert Rivera no hay empatía. Reflejan la fractura generacional que se ha producido en el voto del centro derecha

En esta hipótesis es cuando se cumple que Ciudadanos tiene más futuro por el centro izquierda que por el centro derecha. Es evidente que cuando Rajoy se vaya apartando y entre en juego la generación de Pablo Casado, a partir de las municipales y autonómicas de 2019, el partido de Rivera tendrá otro problema. Cuando el ahora coordinador general del PP, Martínez Maíllo, sentenció el pacto de agosto con Ciudadanos, “lo firmamos porque eran lentejas”, dejó en el aire buena parte de su cumplimiento. No entienden en el PP que, con el peligro inminente de una secesión en Cataluña, Rivera se empeñe en cambiar piezas del sistema constitucional. El episodio de Murcia, veremos cómo termina, ha sido un calentón de más para unas lentejas que se cocinaron espesas y con poco cariño. Tiene razón Ciudadanos cuando se queja del desdén de Rajoy. Sabían en qué guiso se metían en agosto.

Por eso, el error de Rivera y, por extensión, de la legislatura, es no haber entrado en el Gobierno de Rajoy. Desde el poder, la partida se juega. Desde fuera, tan solo se comenta. La gente que tiene Rivera más cerca ve a su líder pasado de revoluciones. Va mucho más deprisa de lo que toca en este momento. El apretón de la semana pasada, plazo al PP en Murcia y formación del cordón sanitario a los populares con Podemos y PSOE, ha puesto la legislatura en parada técnica.

 El error de Rivera y, por extensión, de la legislatura, es no haber entrado en el Gobierno de Rajoy. Desde el poder, la partida se juega. Desde fuera, tan solo se comenta

Rivera sabe que de las lentejas de agosto solo va a sacar un par de cucharadas más. Y ni siquiera. Le da muchas vueltas a su foto con Rajoy. Busca hueco en la oposición cometiendo fallos clamorosos que tornan en impulsos para el reagrupamiento del voto del centro derecha en el PP. La reunión con Podemos, dejando la puerta abierta a un referéndum constitucional, es un error táctico. Pero también de estrategia. El sistema no se cambia con quien está fuera de él. Ir de la mano de Podemos –vaya imagen la del liberal Girauta caminando junto a los comunistas Montero y Garzón– a investigar los dineros del PP no es precisamente un hecho notable. Ciudadanos busca su sitio porque no acaba de encontrarse cómodo con el que tiene. La prisa es muy mala consejera, como suelen dicen los toreros. Mejor despacio, para no resbalar.

Foto de portada: Mariano Rajoy (izq.) y Albert Rivera en el momento en el que sellaron el pacto de investidura entre PP y Ciudadanos (28 de agosto de 2016). Agencia EFE.
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