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‘La democracia sentimental’ . La política que nació de la caída del muro de Berlín e internet

Luis Núñez Ladevéze | 21 de julio de 2017

Libros

A la caza del voto católico. La responsabilidad del creyente Fermín Sanz-Orrio, el olvidado antihéroe de la política «Por el bien de la patria». Una historia militar de España demasiado simplista «Pioneros franciscanos». Tres frailes a la conquista espiritual del Oeste “Historia mínima de Venezuela”. Un libro necesario para entender a fondo su actualidad «Le Labyrinthe Catalan». Un análisis francés de la locura independentista

Manuel Arias Maldonado describe en La democracia sentimental el mundo surgido de la década de los noventa. Años en los que el desgaste de la razón ilustrada y el auge de las nuevas redes cambiaron la visión política generalizada. 

La coincidencia de dos circunstancias de signo contrario, aparentemente desvinculadas, contribuyen al confuso entramado de propuestas de regeneración democrática a cuyo estudio dedica Manuel Arias Maldonado el libro titulado La democracia sentimental. Estas dos circunstancias son el derribo del muro de Berlín y el comienzo de la sociedad red al finalizar la década de los ochenta.

La democracia sentimental

MANUEL ARIAS MALDONADO | LA DEMOCRACIA SENTIMENTAL | PÁGINA INDÓMITA | 2016 | 380 PP | 24,90 €

En este complejo libro se aborda el paradójico proceso de cambio político que está padeciendo Occidente. La paradoja consiste, por expresarlo con palabras de Maldonado, en que “un sujeto capaz de reconocer que no goza de plena soberanía como agente está ganando -no perdiendo- soberanía”. ¿Cuál es este raro sujeto? ¿Por qué es capaz de reconocer que no goza de plena soberanía? ¿Cómo explicar que esté ganando lo que está perdiendo? Esta paradoja se explica por la confluencia simultánea de esas dos circunstancias de signo contrario.

Tras el derribo del muro de Berlín, queda en evidencia que el proyecto de que todo ciudadano participe en la vida política en igualdad de condiciones con los demás es una quimérica pretensión de la razón ilustrada. No es que los ciudadanos sean víctimas de un pasado que debe rectificarse racionalmente para alcanzar la igualdad de oportunidades. La razón ilustrada se creyó capacitada para realizar esa tarea igualadora. El camino comenzó con la sustitución de la silla del monarca por la hoja de la guillotina. Aunque no fuera un buen comienzo, la Revolución de Octubre y la Revolución Cultural mostraron cómo el gulag y la Revolución Maoísta conseguían igualarlos post mortem sacrificando a millones de ciudadanos. La desmesura inhumana de estas pretensiones quedó en evidencia cuando las multitudes derribaron el muro de Berlín.

Los fracasos del comunismo y del maoísmo acabaron las ilusiones del proceso ilustrado de alcanzar un mundo igualitario. Esta frustración coincide con el comienzo de la sociedad digital. No es que ambas cosas estén relacionadas porque ocurran en las mismas fechas. Es que la capacidad de cambio de los nuevos medios proporcionó paradójicamente un nuevo e inesperado servicio a los que pensaban en sociedades utópicas donde la igualdad social fuera, a la vez, el sello de una democracia participativa.

Y aquí está la explicación de cómo un sujeto que perdió su soberanía como agente del cambio histórico aspira a encontrarla de nuevo sirviéndose de la incesante renovación tecnológica que ahora culmina en las redes sociales. Algunos han creído ver que una finalidad normativa orienta el potencial de cambio de la tecnología digital. Las redes son democratizadoras. Su proceso impone una sociedad de relaciones igualitarias. No es necesario confiar en la capacidad de la razón, porque es prescindible. Como el uso de la tecnología impone la igualdad, no se necesita de más garantía para alcanzar una sociedad igualitaria y democrática. Pongamos en ella la esperanza que se perdió por haberla depositado en la razón.

Ilustración y crisis de la razón

razónEn un tiempo en el que Occidente parece despreciar sus raíces cristianas, el nihilismo y el relativismo se hacen fuertes en una sociedad que se debate entre la resignación y la búsqueda de certezas paracientíficas.

El sueño racionalista creó monstruos más peligrosos que los transmitidos por las tradiciones, los prejuicios de clase, la imaginación, la religión, los oráculos, las mitologías. Frustrado, el sujeto ilustrado dejó de aspirar a ser un ciudadano racional y pasó a ser postsoberano. La democracia sentimental describe cómo, tras tomar conciencia de sus limitaciones, el mundo de las paradojas se amplía ahora inusitadamente. No cabe pretender que la razón pueda ser una guía práctica del debate democrático. Las razones del corazón se han desbordado. La tecnología ilumina la imaginación, mientras la democracia se contagia de los sentimientos. Los intereses, el espectáculo, la información, la propaganda habitan en el núcleo de una sociedad que ha perdido la confianza en sus empeños racionales.

De este modo, se ha llegado a una “democracia” en la que los sentimientos hacen valer su capacidad para ganar adhesiones y voluntades. Nada nuevo bajo el sol. Comprobado que las reglas del método cartesiano no dan más de sí, el pensamiento vuelve la mirada a Aristóteles. La retórica gana la partida a la razón pura. Los sentimientos hacen valer su fuerza política. El ciudadano posmoderno descubre que, tanto como un ser racional, es un ser emocional. Lo dijo Aristóteles hace dos milenios y medio. La razón es sentiente, dice Zubiri. Y sorprende que Arias Maldonado, tan detallista en las fuentes, no haya tomado nota de ello.

Las redes, la democracia directa y el retorno del sofismo

La democracia sentimental es un amplio inventario de los motivos, conflictos y paradojas que nutren este giro de la posmodernidad. Su recopilación de fuentes para ilustrar sobre estos cambios es impresionante y no puede ser descrita en su conjunto ni simplificada. Vale la pena seguirlos para ponderar la información.

La idea relevante es que, con el advenimiento de la tecnología digital, las propuestas de renovación de la democracia se multiplican. Arias Maldonado da cuenta con detalle de las principales. Simplificando, la red permitiría sustituir la democracia representativa por la directa. Pero, en la época en que los sentimientos han ganado su pulso a la razón, las ventajas de la democracia directa sobre la representativa son más que cuestionables. Y Arias Maldonado da cuenta con detalle de los pros y los contras de los cambios que se sugieren.

La política de la posverdad

posverdadLuis Núñez Ladevéze explica en este artículo las claves para entender el concepto de posverdad. El sofismo del siglo XXI aupado a los altares políticos por el auge del populismo.

El desgaste de la razón ilustrada vuelve la mirada a la tradición retórica, renueva implícitamente la vieja tensión entre sofistas y socráticos, escruta el razonamiento desde su práctica. La relación entre democracia y deliberación se desplaza: populismo y posverdad prenden descontrolados en el espacio virtual, la información se tiñe de entretenimiento, la tontería abunda tanto más cuanto prende en la inteligencia colectiva de las redes…

En esas condiciones, lo importante no está en si la democracia directa tiene ventajas sobre la representativa. Lo decisivo está en asegurar la objetividad de las reglas de juego constitucionales, la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, la estabilidad del Estado de derecho para que funcione como instrumento independiente del poder ejecutivo en la resolución de conflictos de interés y en la represión de infracciones.
Imagen de portada: Detalle de la portada de La democracia sentimental, que muestra una de las obras del grafitero Banksy | Página Indómita
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