Hay jinetes de luz en la hora oscura
Miguel Ángel Gozalo | 27 de septiembre de 2017
Del torrente informativo que ha provocado la pretensión secesionista del Gobierno catalán, además de los campeones de la lucha separatista, como el presidente Carles Puigdemont, su vicepresidente, Oriol Junqueras, y su (nunca mejor empleado el posesivo) presidenta del Parlament, Carme Forcadell, ha surgido un personaje enigmático, poderoso, de apellido charnego, nacido en Badalona, con un curriculum policial brillante, que estudiaba Derecho mientras trabajaba de guardia, que es hoy el mayor (o sea, el que más manda) de esa Policía autonómica que se creó en la Transición para proteger a los ciudadanos de Cataluña, denominada Mossos d’Esquadra: José Luis Trapero, el caballero oscuro. Su actuación, y la de los 17.000 hombres a sus órdenes, será decisiva en este pulso histórico (también aquí el adjetivo es el adecuado) que libra el Gobierno de la Generalitat con el Gobierno de la Nación.
Hasta ahora, solo se sabía de este personaje que tenía fama de independiente y que se alejaba del primer plano. Cuando, a propósito de los atentados de Las Ramblas y Cambrils, El periódico de Cataluña reveló que la CIA había alertado a los Mossos de la posibilidad de un atentado justamente en la principal vía de Barcelona y que el cuerpo policial a su cargo no lo había tenido en consideración, supimos algo más de él: que era retador (al director del rotativo barcelonés poco menos que lo acusó de servir extraños intereses), polémico y muy desahogado de lenguaje: «Mientras unos nos echan flores, otros nos echan mierda», proclamó ante las críticas.
En esta semana, que culminará el primero de octubre con la ceremonia del presunto referéndum (porque algo de ceremonia habrá, sin duda, y, si no aparecen las papeletas y las urnas por puras razones logísticas, es seguro que sí aparecerá la movilización, la palabra que utilizó Pablo Iglesias para referirse a este asunto), Trapero ha hecho alarde de equilibrismo, pero mostrando que sabe hasta dónde se puede llegar demasiado lejos. Es un maestro del «sí, pero» que puede dar lecciones al mismo Pedro Sánchez, doctor en la materia.
#ÚltimaHora ? Trapero delega en su 'número dos' la representación de los Mossos en la reunión para evitar el 1-O. https://t.co/RR4jM8uLIw
— EL MUNDO (@elmundoes) September 25, 2017
Cuando le piden refuerzos para poder sacar de la delegación de Hacienda a los guardias civiles que habían sido cercados por la espoleada multitud independentista, Trapero pide tiempo, como en el baloncesto, y el Fiscal se tiene que poner enérgico para terminar con el lamentable espectáculo de unos agentes humillados y ofendidos. Cuando lo convocan a una reunión con el alto cargo del Ministerio del Interior que ha sido designado por la Fiscalía para la coordinación de los tres cuerpos de seguridad, Policía, Mossos y Guardia Civil, se escabulle y manda a un segundo con un papel en el que dice que ellos no creen que esa coordinación sea necesaria, que será mejor que la lleve a cabo el Consejo Catalán de Seguridad (¡presidido por Puigdemont!) y que no hacen falta refuerzos porque los Mossos se bastan y se sobran para garantizar la seguridad, el orden público y lo que el Destino quiera enviarles.
La opinión de F. Rayón, @HumYComCEU, sobre el trato de #Trapero a los periodistas de @elperiodico #Atentados #dbhttps://t.co/TzJ0ONohWf
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) September 5, 2017
Pero, al final, Trapero no será un héroe de la independencia. Un policía es siempre un policía. De la misma forma que se dice que un minero asturiano se parece a un minero galés más que cualquier galés pueda asemejarse a un español, un policía catalán está inevitablemente cerca de un guardia civil: se dedican a lo mismo, tiznados por el carbón de la delincuencia. Entre ellos podrían intercambiarse este canto del cubano Nicolás Guillén: «Ya nos veremos tú y yo / juntos en la misma calle, / hombre con hombro tú y yo / sin odios ni tu ni yo / pero sabiendo tu y yo, / a dónde vamos yo y tu… / ¡No sé por qué piensas tú, / soldado que te odio yo!».
¿Por qué resulta tan relevante y significativo Trapero? Porque, en un trance tan trascendente en la vida española, cuando por fin el Gobierno de Rajoy se ha puesto firme y ha sacado toda la artillería legal, con una actuación impecable de la Fiscalía, para poner freno a la tropelía inadmisible de Puigdemont, su brazo armado policial, Trapero, al que le exigen que desarme este golpe de Estado, se encuentra entre la espada y la pared. Como miles de ciudadanos de Cataluña (como los llamó el tan recordado estos días Josep Tarradellas, cuando aterrizó en Barcelona después de su exilio), sabe que van a pasar cosas complicadas, pero que hay que intentar cumplir con el deber. Como lo cumplirían los empleados del Nou Camp y de un equipo que es más que un club con la estelada en el césped, si, de pronto, tuvieran que actuar -es un decir- en el Metropolitano, la nueva casa del Atlético de Madrid.
De todas formas, no evitará las críticas. El pasado sábado, en solidaridad con Joan Manuel Serrat, que había mostrado en Chile su rechazo al separatismo y al supuesto referéndum, Joaquín Sabina, que daba un concierto en Alicante, cambió la letra de su conocido corrido «Y nos dieron las diez» para decir que «protestaba mientras me esposaban los Mossos d’Esquadra«.
"Un pueblo unido frente al terrorismo". El análisis de Mikel Buesa sobre los #atentados de #Cataluña. #Politica #dbhttps://t.co/G1UJpUoDiw
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) August 21, 2017
Si hay un catalán contemporáneo y universal (dentro de las exageraciones que se permiten en el mundo actual, en el que todas las semanas se juega algún «partido del siglo» y cualquiera es presentado como una eminencia cósmica), ese es Serrat. Llamarlo fascista, como han hecho algunos, es no saber qué es el fascismo (como él ha dicho) y no conocer la obra, el compromiso y el talento del autor de tantas maravillosas canciones.
Termine como termine esta desdichada aventura del referéndum de Puigdemont, de lo que nadie puede dudar es de que sus consecuencias serán tremendas y de que este país nuestro tardará en olvidarlas, aunque Sabina eche una mano, más de 19 días y 500 noches.