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Cataluña

El diálogo imposible en Cataluña . Cuando el único objetivo negociable es la independencia

Javier Arjona | 22 de septiembre de 2017

Cataluña

El 155 lo quieren españoles orgullosos de vivir en una potencia mundial, democrática y justa Cataluña, una prueba para Sánchez . Pactar con Rajoy para intentar llegar a La Moncloa Una explicación sobre el procedimiento del artículo 155 y su trámite de aplicación tan lento El totalitarismo catalán . Expulsar a los que no comulguen con el procés ni con su voluntad El punto débil de la ejecución del artículo 155: la evolución política del PSOE de Pedro Sánchez Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, a prisión por agitar a las masas contra el Estado de derecho

Aunque hay quien aboga, de manera interesada, por la negociación como solución al problema de Cataluña ante una supuesta falta de voluntad política por parte del Gobierno, la realidad es que el único diálogo posible para el soberanismo pasa por la independencia.

Vivimos tiempos de zozobra política y social en estas semanas previas al 1 de octubre y, a tenor de la hoja de ruta marcada por el independentismo, el paso de los días conducirá de manera inexorable a una tensión cada vez mayor hasta llegar a la fatídica fecha que el ‘procés‘ ha querido marcar a fuego en el calendario. Así estaba previsto desde el primer momento en el que el gobierno catalán decidió cruzar el Rubicón, allá por el 27 de octubre de 2015, al registrar de manera unilateral en el Parlamento de Cataluña la declaración de inicio del proceso hacia la independencia.

Un año después de aquel hito, los partidos soberanistas subían la apuesta aprobando, con fecha de 6 de octubre de 2016, una resolución en la que se pedía al gobierno catalán la celebración de un referéndum vinculante, que finalmente se anunció el 9 de junio de ese mismo año. La vertiginosa carrera al margen de la legalidad marcada en la Constitución de 1978 continuaba ganando velocidad, al tiempo que se quemaban las naves que hubieran permitido la marcha atrás con actuaciones ilegales y continuas declaraciones altisonantes que desafiaban al Estado de Derecho.

Ante la crispación creciente vivida en el último año, algunos partidos y figuras políticas del panorama nacional han señalado al Gobierno como responsable de la actual situación por no haber sido capaz de gestionar adecuadamente el denominado ‘problema catalán’. Es inaudito cómo, en lugar de defender por encima de todo la legalidad vigente como marco de conveniencia de todos los españoles, determinadas voces han preferido el rédito político buscando erosionar al Ejecutivo e instándole, una y otra vez, al diálogo como herramienta de solución al conflicto.

Aún estamos a tiempo de establecer un diálogo con Cataluña. Las crisis en democracia se combaten con más democracia. #IntermedioAlcaldesa

— Manuela Carmena (@ManuelaCarmena) September 19, 2017

También figuras destacadas del gobierno catalán y de los partidos independentistas han encontrado en este filón un elemento para atacar sin descanso al Gobierno, alegando una falta de voluntad para el diálogo. Lo curioso es que ninguno de ellos buscaba en esa comunicación otra cosa que no fuera la rendición incondicional del Estado y, por tanto, una legalización de facto de un proceso manifiestamente ilegal.

Una decisión de todos los españoles

De esta forma, ante cada negativa de Mariano Rajoy a la quiebra de las normas de convivencia votadas por los españoles en 1978, el independentismo subía el tono de sus declaraciones, alegando que el Estado español no tenía intención de negociar. Parece de sentido común que el Gobierno de la nación no pueda conceder a Cataluña aquello que ni siquiera está en sus manos, sino en las de todos los españoles, y que no es otra cosa que la soberanía nacional. Como el presidente del Gobierno ha dicho en numerosas ocasiones, lo que quiera ser España o una parte de España en un futuro es una decisión que deben tomar conjuntamente todos los españoles y no una parte de ellos.

La maza del Estado

mazaEl golpe institucional que pretende dar la Generalitat de Cataluña requiere de una respuesta proporcional, equilibrada, pero también contundente.

Así pues, no se trata de falta de voluntad para el diálogo. Se puede hablar y negociar sobre cuestiones de transferencias autonómicas o fiscalidad y siempre existirá un punto de entendimiento cuando las dos partes quieran llegar a un acuerdo. El problema estriba en que para el independentismo solo hay un punto negociable sobre la mesa y es pura demagogia política sostener que, si el Gobierno central no cede a que se celebre un referéndum vinculante para la independencia de Cataluña, es que desde Madrid no hay ni sensibilidad ni voluntad para resolver la cuestión catalana.

La falta de una legitimidad histórica

A todo esto, no hay que perder de vista que esta deriva soberanista busca una legitimidad histórica que no tiene. Las revueltas sociales de la España de 1640, bajo el reinado de Felipe IV, la toma de Barcelona en 1714 como culminación de la Guerra de Sucesión o la proclamación unilateral de una efímera República Catalana en 1931 no justifican en modo alguno una reivindicación histórica. Por cierto, que en la derrota aragonesa a manos de las tropas realistas de Felipe de Anjou, Cataluña no buscaba la independencia, sino ser gobernada por la dinastía Habsburgo en lugar de la casa de Borbón. Es decir, que ni república, ni independencia.

Cataluña no ha sido jamás un reino independiente, como sí lo fueron en su momento Asturias, Navarra, León, Castilla, Valencia o Mallorca, todas ellas regiones que no solo no han buscado su escisión sino que han contribuido de manera decisiva a que España se fuera construyendo sobre unos sólidos cimientos históricos. Tampoco tiene sentido que se compare a Cataluña con otros países como Escocia, donde en 2014 tuvo lugar un referéndum, ya que se trata de un territorio que, siendo reino soberano, decidió unirse voluntariamente a Inglaterra en 1707, tras el Tratado de la Unión.

Los frutos de la Transición

Así las cosas, estamos ante un tren que marcha aceleradamente hacia un objetivo unilateral para el que no tiene necesidad de diálogo político. Aquella Transición española en la que todos cedieron para que todos quedaran satisfechos puso las bases para que el globo independentista comenzara a hincharse y, después de casi cuatro décadas, tenemos los frutos de la cesión, entre otras, de las competencias en materia de Educación. Una historia sesgada, unos medios de comunicación al servicio de la causa y un marketing bien diseñado han hecho el resto. De aquellos polvos tenemos estos lodos…

Hasta el 1-O y más allá

sedicion catalanaPP, Ciudadanos y PSOE tienen en un sus manos parar la sedición catalana. Nos jugamos que el siguiente golpe secesionista sea más duro y dañino.

La solución al problema de Cataluña no puede ser otra que la aplicación de la ley y la defensa del Estado de Derecho. No puede haber referéndum vinculante para la independencia, si esta consulta se realiza únicamente en una parte de España. Otra cuestión es que se plantease un referéndum a nivel nacional, convocado por el Gobierno, que es quien tiene las atribuciones para hacerlo, y que todos los españoles decidamos si queremos que una región tan rica, especial y querida como Cataluña deje de formar parte de España. La respuesta negativa es predecible, pero sería en todo caso el pueblo español, aquel sobre el que recae la soberanía nacional, quien se pronunciaría, entonces sí, de manera vinculante.

Imagen de portada: Daños ocasionados en un vehículo de la Guardia Civil durante las protestas a favor de la independencia ante la sede regional del Ministerio de Economía en Barcelona | Agencia EFE.
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Carlos Cuesta

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