Hay jinetes de luz en la hora oscura
Miguel Ángel Gozalo | 05 de octubre de 2017
A veces, las cosas tienen que empeorar para poder arreglarse después. O, como dicen los hindúes, las historias tienen un final feliz, y, si no lo tienen, es que no han acabado. ilegal referéndum
Lo de Cataluña no ha acabado todavía.
La huelga general revolucionaria (porque es así como se llama en los tratados que explican en qué consiste un golpe de Estado) que ha montado Carles Puigdemont el tercer día de su rebelión -una especie de diada continua, una provocación permanente- alarma a cualquiera.
¡Cataluña paralizada y en pie! Carreteras cortadas, la estelada como indumentaria, piquetes frente a la Policía Nacional, la Guardia Civil y las sedes de los partidos constitucionalistas, cánticos reiterados de «Els Segadors» y su ejército secreto (esos Mossos a los que se ha grabado como si fueran a hacer el saque de honor, en los colegios electorales, en la aurora del famoso 1-O y también trasladando urnas en sus coches), recibiendo aplausos de las masas que ellos deberían controlar.
La retransmisión en directo de una carga policial admite pocos matices: a un lado, están los malos, sacudiendo estopa; y, al otro, los buenos, hayan hecho lo que hayan hecho. ¿De qué lado se van a poner los jóvenes, deseosos, por razones biológicas e intoxicación nacionalista, a enfrentarse a la autoridad? Si entre la masa agredida hay gente mayor y hasta criaturas indefensas (las mujeres y los niños primero, como en los naufragios), la escena cobra una carga emocional tremenda. Fotógrafos del mundo, uníos. Los Pulitzer se conquistan así.
El Parlamento catalán podría reunirse el lunes para declarar la independencia https://t.co/hTubCfmzuM
— Reuters España (@ReutersEspana) October 4, 2017
Esto, entre otras muchas cosas derivadas de la política, es lo que ha pasado en Cataluña el primero de octubre, que en tiempos fue un festejo muy relevante en el calendario franquista y ahora ha sido sustituido, a efectos de conmemoración futura, por la revuelta catalana. Franco eclipsado por Puigdemont.
La promesa solemne de Mariano Rajoy, machaconamente repetida, de que no habría referéndum, solo se pudo cumplir en parte: su confianza en que el Estado podría con una autonomía, por muy catalana que fuese, dados los teóricamente superiores medios con los que cuenta, se ha visto defraudada. La ley no le ha ganado claramente la partida a la trampa. Josep Lluís Trapero y sus Mossos han traicionado al Estado con una desvergüenza pocas veces vista en un cuerpo policial.
Con el presidente de Ciudadanos. Juntos para defender la Constitución de todos y la convivencia en paz. MR pic.twitter.com/xVCc5Qjads
— Mariano Rajoy Brey (@marianorajoy) October 2, 2017
Pero, ¿por qué en el exterior se ha abierto hueco este fraude a la democracia y parte de la Prensa internacional se ha tragado este cuento de policías feroces golpeando salvajemente a pacíficos ciudadanos? Algún día, alguien nos explicará cómo algunos medios han aceptado calificar de referéndum a ese pucherazo sin paliativos lleno de agravantes, a esa mentira que hasta se ha creído Margarita Robles, portavoz parlamentaria del PSOE. Aunque no se ha tragado la trola informativa el presidente socialista extremeño, Guillermo Fernández Vara, que ha defendido con más energía que el propio Gobierno la actuación, en defensa de la legalidad, de los cuerpos de seguridad del Estado. Y el periódico francés Le monde, tampoco: ha pedido atención para las «images trompeuses» que la Generalitat ha difundido para engañar a la opinión.
Todo el montaje urdido hábilmente por los separatistas se ha puesto al servicio de tres objetivos: por un lado, el que hubiese votación; después, que eso que sus organizadores llaman referéndum sirviese de justificación para seguir la hoja de ruta marcada por las leyes fabricadas al efecto, y, por último, proclamar, unilateralmente, sin respaldo mayoritario y saltándose la ley, la independencia.
"No nos confundamos: #Cataluña es un pueblo y #España, un Estado". La #reflexion de @ladeveze3 #referendum #dbhttps://t.co/oOq2si7jDO
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) October 2, 2017
En una de esas marchas estudiantiles que han inundado Barcelona la semana pasada, una chica muy joven y muy sonriente, encaramada a los hombros de un compañero, exhibía una pancarta minúscula, escrita sobre un folio, que, jugando al calambur, proclamaba, probablemente sin que ella lo quisiera, una gran verdad: URNA, GRANDE y LIBRE. La supuesta parodia del lema de la España de Franco se convertía, en ese escenario, en una supuesta consigna separatista (estaban jugando esos días al ratón y al gato con las urnas de los chinos), pero que puede compartir cualquiera que crea que la democracia es un sistema político menos malo que los demás: las urnas (que representan la voluntad popular, la suma de los criterios que nos permiten elegir a los gestores de la res pública) deben ser grandes, para que todos quepamos en ellas, sin discriminación alguna, y, sobre todo, libres.
Temas del día: #4Oct #FelipeVI#Huelga #Policia #GuardiaCivil#dormir @JavierPCastells #educacion @davreyero
— El Debate de Hoy (@eldebatedehoy) October 4, 2017
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La señora Forcadell, presidenta del Parlament y agitadora de veterana trayectoria, cree poco en ese modelo de urnas grandes y libres. Aunque se compren en China. Cuando la oposición exige su derecho a participar en la vida parlamentaria, se lo niega y retuerce el reglamento, como ha reconocido mucha gente de la antigua Convergencia. Es un tic autoritario, el mismo que tenían iluminados como Hitler, Stalin y Mussolini que, en cuanto llegaron al poder, decretaron el fin de ese entretenimiento burgués.
Puigdemont y su cuadrilla han utilizado esas urnas para montar su engañifa y, metidos en faena, dedicar todos sus recursos y sus falacias a la explotación de las inevitables -y no desconocidas en Occidente, como tantas veces se ha visto- cargas policiales como argumento para la exigencia de una mediación internacional en el conflicto. Más fotos que urnas. Estamos en la era de la posverdad.