Hay jinetes de luz en la hora oscura
Jaime Rocha | 29 de julio de 2017
De un tiempo a esta parte, todo el mundo habla de los Servicios de Inteligencia, para bien o para mal, según el caso. Han saltado a los medios a raíz de los atentados yihadistas en Europa, generalmente para poner en evidencia la falta de preparación y experiencia de servicios como los belgas, franceses y alemanes, que no tuvieron en el reciente pasado la triste experiencia de un terrorismo autóctono.
No tienen más remedio que ponerse al día si quieren ser eficaces y una de las cuestiones a mejorar es el intercambio de información, aunque se trate de nacionales de su país (incluidas las segundas y terceras generaciones de inmigrantes de países musulmanes), que parece que todos los servicios tienen un cierto pudor en facilitar.
Se suceden los atentados, sin embargo, ¿Por qué es tan difícil crear un servicio de inteligencia europeo? https://t.co/fXCx0PIm9B pic.twitter.com/P9MASwkKFM
— elOrdenMundial S.XXI (@elOrdenMundial) March 23, 2017
Una de las obligaciones de un Servicio de Inteligencia cuando pasa a sus “clientes” la información, elaborada a base de muchas y diversas fuentes, es la de calificar tanto a la información como la fuente y, cuando tanto una como la otra son incuestionables, con la certeza absoluta de lo que se informa, debe ser compartido con otros servicios. Eso lo superamos, afortunadamente, en España hace muchos años con la cuestión de ETA; tanto Guardia Civil como Policía Nacional y CNI establecieron canales de información rápidos y eficaces e incluso un mando único.
No hace mucho preguntaba a un antiguo compañero por lo que yo creía incipiente Servicio de Inteligencia Europeo y el desencanto fue mayúsculo: no se ha dado ni un paso adelante (“hay muchas reticencias en pasar información”, me decía; justo lo que pasaba antes en España, añado), como lo que está pasando con el Ejército Europeo, que en los diez años desde su fundación no ha tenido ni una sola intervención. Según voces autorizadas de Bruselas: “A pesar de los avances hechos en política europea de defensa y seguridad, sigue sin existir un ejército puramente europeo. Esto es, una fuerza militar apoyada y financiada por los Estados miembros de la Unión Europea y que actuaría directamente bajo las directrices de la UE”.
El mundo desarrollado llevaba un claro rumbo hacia la globalización, la caída de fronteras, las uniones aduaneras y comerciales, asociaciones trasnacionales de todo tipo, que parecían prosperar casi sin oposición. Un Ejército Europeo, un Servicio de Inteligencia y una Policía europeos, ¿por qué no? Si todo son ventajas, hasta de costes.
Si a toda acción se opone una reacción, la llegada de Donald Trump a la Presidencia norteamericana, la subida de Marie Le Pen en Francia, la Alternativa para Alemania, el Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), promotor del brexit, el Partido de la Libertad en Austria o populismos de izquierda, como el gobierno de Syriza, que obtuvo un apoyo del 45 % en las últimas elecciones, podemos interpretarlo como la reacción de unos nacionalismos trasnochados y propios de otros tiempos que no terminaron nada bien.
Si la globalización llevaba un camino definido y firme, con dificultades, pero con una clara voluntad de progresar, movida por el “capital” que es quien, en definitiva, gobierna al mundo, la aparición de los populismos, que no son más que la derivada de aquellas manifestaciones populistas como el 15 M en España, ha conseguido frenarla.
Trump quiere “modificar” la OTAN, quiere que los europeos subamos considerablemente los gastos de defensa y dice que “ya está bien de poner ellos solos (los norteamericanos) los muertos”. Ha roto el Tratado de Libre Comercio del Pacífico y veremos qué pasa con su apoyo al brexit británico o las especiales relaciones con Rusia y las consecuencias para el “escudo antimisiles” en Europa, que supone un gasto de 59.000 millones de dólares.
A todo esto, los europeos no debemos, ni un instante, olvidar la amenaza terrorista que padecemos y que se puede incrementar con las derrotas del Daesh en Iraq y Siria y, a pesar de las dificultades, opiniones en contra y las reticencias de gobiernos, si queremos ser eficaces en la prevención y lucha contra el terrorismo, se hace imprescindible un “mando único contraterrorista”, como se hizo en España; una globalización de la Inteligencia y la potenciación de la colaboración entre las policías de los países que más directamente sufrimos la amenaza.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.