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Puigdemont, en el rol del general De la Rovere, hace campaña con mentiras desde Bruselas

Miguel Ángel Gozalo | 11 de diciembre de 2017

Nacional

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Puigdemont ha asumido el papel del general De la Rovere, el protagonista de la película de Rossellini que se cree llamado a una misión histórica. Desde su refugio belga, el expresidente de la Generalitat recurre a toda clase de mentiras, hasta el punto de justificar el fracaso de su independencia. Las elecciones catalanas serán un pulso entre independentismo y constitucionalismo en el que Inés Arrimadas puede ser la ganadora.

¿Recuerdan ustedes al general De la Rovere? Era el protagonista de una gran película de Roberto Rossellini, premiada con el León de Oro del Festival de Venecia en 1959 y basada en una novela homónima del gran Indro Montanelli, en la que un estafador de poca monta (Vittorio de Sica) en la Génova de 1943, cuando todavía los alemanes ocupaban parte de Italia, es recluido por los nazis, bajo la identidad de un general que ya no existe, en una prisión. Pretenden que delate a los cabecillas de la resistencia. El falso militar antifascista no solo no delata a nadie, sino que asume su papel en grado superlativo: se cree llamado a una misión histórica, vive su farsa con teatralidad conmovedora y acaba fusilado como un resistente de verdad, gritando «¡Viva Italia!» y dejando escrito un billete de amor a su supuesta esposa.

Dios me libre de desearle nada malo al expresidente Carles Puigdemont. Tiene derecho a defenderse como pueda desde su refugio belga, al que ha huido para escapar a la acción de la justicia, arropado por un equipo de 19 abogados. Pero, repasando su historial de perfecto desconocido aupado contra pronóstico a la Presidencia de Cataluña, porque los radicales de la CUP pusieron el veto a Artur Mas con la misma determinación con la que le habían obligado a acceder en helicóptero al Parlament cuando era president, el 15 de junio de 2011, ¿no resulta adecuado compararlo con el general De la Rovere, como prototipo de un personaje que va entrando cada vez más en su papel, llevándolo hasta el límite?

La adicción del poder

Había prometido retirarse cuando acabase su tarea de conducir a Cataluña hasta la frontera de la preindependencia. Ni siquiera hablaba de independencia cuando accedió al poder. Pero el poder crea adicción y Puigdemont es, en eso, como muchos políticos que, si no hubiera limitación de mandatos, cosa que ocurre en la mayor parte de los países, optarían sin rubor a la reelección. Cuando, tras la aplicación del artículo 155 de la Constitución, Puigdemont apareció por sorpresa en Bélgica, El Periódico de Cataluña puso este imperativo titular en su portada: «President, déjelo ya».

Puigdemont, en su vídeo de campaña: "Fue un referéndum y haremos un país mejor" https://t.co/X10xCTQp7c pic.twitter.com/T13YeHEEln

— 20minutos.es (@20m) December 5, 2017

¡Qué consejo tan poco escuchado! ¿Dejarlo? Ni en broma. Bélgica se convirtió en un fortín, en un altavoz y en un lugar de peregrinación donde trazar estrategias. El general De la Rovere está en su salsa. Para alimentar ese rol, Puigdemont recurre a toda clase de mentiras, hasta el punto de justificar el fracaso de su independencia en las amenazas de «muertos en la calle» por parte del Gobierno español, de corregir a los periodistas cuando lo llaman ex («Sigo siendo el presidente de Cataluña«) o de proclamar que España no es un Estado de derecho con separación de poderes y garantías judiciales. El héroe desarmado quiere hacer creer al mundo (aunque con serias dificultades para que alguien lo escuche) que ha tenido que escapar a Bélgica porque es víctima de una persecución política.

Curiosa persecución que le permite presentarse a unas elecciones autonómicas convocadas por el mismo Gobierno autoritario y ‘franquista’ que cercena las libertades y que él proclama que van a ser como una segunda vuelta del 1 de octubre, aquel día en que un pretendido referéndum dio paso a una pretendida República catalana.

El pulso entre independentismo y constitucionalismo

Lo que sí van a ser estas elecciones, para las que se espera una gran movilización, es un pulso muy ajustado entre las dos grandes opciones que hoy dividen a Cataluña: el independentismo y el constitucionalismo. Los que se quieren ir y los que se quieren quedar. El último sondeo del CIS, al que todo el mundo concede más capacidad demoscópica que a las otras empresas dedicadas a la prospectiva electoral, por sus mayores medios, da una ventaja mínima a los que no quieren separarse de España. Y anuncia algo reconfortante para Ciudadanos: que Inés Arrimadas puede ser la ganadora de las elecciones. Pero este dato -como el de la caída del Partido Popular, que pierde sus escaños en favor de la formación de Albert Rivera– hay que tomarlo con muchas reservas al inicio de una campaña, y más si es tan atípica como la que ha empezado el mismo día en que el juez Pablo Llarena, del Tribunal Supremo, decidió dejar en la cárcel a Oriol Junqueras, al consejero del Interior, Joaquim Forn, y a los dos Jordis famosos, los dirigentes de la ANC y Omnium Cultural, por entender el magistrado que los cuatro tuvieron una participación decisiva en los brotes de rebelión y acoso a las fuerzas de seguridad y existe peligro de reincidencia.

Junqueras y los dos Jordis nunca quisieron la ‘vía Forcadell’ porque el desafío continúa vivo

Que Inés Arrimadas pueda ganar en votos a Junqueras, a Miquel Iceta (PSC) y a Puigdemont es una hipótesis realizable y permite a Ciudadanos lanzarse a la campaña con seguridad y brío. Aunque ello no garantiza que pueda gobernar. No parece que Iceta, y mucho menos Podemos, estén por la labor, y con los votos del PP no hay suficiente.

Por eso, en un reciente desayuno informativo, Inés Arrimadas, tras hacer un certero diagnóstico de la situación catalana, dijo que no hay que tener complejos al debatir con los nacionalistas, que hay que echar el cierre al ‘procés’ y a «los chiringuitos políticos independentistas» y advirtió del riesgo que supondría que «volvieran a gobernar los mismos, porque volverían a hacer lo mismo».

Y, sonriente, como el guerrero que sabe que va a una batalla decisiva, añadió: «Si vuelve el ‘procés’, yo me muero».

Imagen de portada: El expresidente Carles Puigdemont, que ahora ha asumido el papel del general De la Rovere. | Parlament de Catalunya
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