Hay jinetes de luz en la hora oscura
Luis Núñez Ladevéze | 12 de marzo de 2018
En mi humilde opinión, y que Dios me perdone si me confundo, el feminismo ideológico, distinto del feminismo fundado en el reconocimiento legal y cultural de la igualdad entre hombres y mujeres, es una enfermedad occidental, propia de niñas ricas, malcriadas, insolidarias y consumistas, que pretenden tener por adelantado una igualdad económica que, sin duda, se alcanza por sí sola por el mero hecho de convivir en una sociedad democrática e igualitaria, como lo es la española y la de todos los países europeos.
Esta enfermedad ideológica se manifesta a través de varios síntomas. El feminismo es inconsistente, injusto, ignorante, incongruente, insolidario, cobarde e hipócrita.
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El feminismo ideológico es inconsistente, porque juzga la situación histórica actual en Europa y Estados Unidos sin tener en cuenta que es el momento transitorio de una tendencia progresiva. Solo hace medio siglo, la mujer española no tenía capacidad legal para enajenar bienes sin consentimiento del padre o del marido. Este reconocimiento se alcanza con la reforma del Código Civil exigida desde que la Constitución del 78 iguala los derechos del hombre y de la mujer. Nada tuvo que aportar la ideología feminista para elevar a principio constitucional la igualdad entre hombre y mujer expresada como principio universal por el cristianismo.
En 1978, menos de un diez por ciento de las mujeres era universitaria. Ahora lo son más del sesenta por ciento. No había empresarias, ni jueces, ni militares, ni catedráticas. Cuarenta años después, cuando las mujeres ingresan en las Fuerzas Armadas en igualdad de condiciones que los hombres, las feministas se movilizan para que haya paridad numérica y económica entre generales y generalas, rectores y rectoras, catedráticos y catedráticas, jueces de un sexo o de otro. Es como si los hombres se manifestaran para que los tres años más de promedio estadístico de vida de la mujer sobre el hombre se distribuyeran igualitariamente entre unos y otros; o como si las pensiones de viudedad se repartieran a partes iguales entre el veinte por ciento de viudos y el ochenta por ciento de viudas que sobreviven a sus maridos. Al fin y al cabo, la vida es el mayor bien que un ser humano puede disfrutar, pero del que gozan más las mujeres que los hombres, y también es la mayor fuente de discriminación que grava las pensiones de los viudos frente a las viudas que las disfrutan.
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— Paro de Mujeres CT (@ParoMujeresCt) March 8, 2018
Por ser inconsistente, el feminismo ideológico es injusto. Lo es porque, si patrocina la igualdad entre el hombre y la mujer, esconde que el origen de esa pretensión igualitaria es bíblico, y su primera y más contundente expresión tiene fecha y cita evangélica. Se expone en el relato bíblico cuando Yahvé dice al hombre que creará un ser “a su imagen y semejanza”. Tiene fecha concreta desde que se predica universalmente la igualdad de todo ser humano por el hecho de serlo, sea hombre o mujer, judío o gentil. Pero en lugar de celebrar ese reconocimiento donde procede, reprocha a la doctrina que lo convirtió en principio de convivencia entre hombres y mujeres que no lo aplicara políticamente en entornos culturales cuando aún no era posible proclamarlo como principio político y no se daban las condiciones culturales para su aplicación. Esta vino por sí sola cuando la reflexión cristiana trasladó el principio teológico al entorno político y cultural durante el humanismo europeo.
Por ser inconsistente e injusto, es ignorante. Ignora que, tal como entiende el patriarcado el feminismo, fue el cristianismo el que por su influencia espiritual dulcificó la concepción patriarcal de la vida hogareña y familiar. En el primitivo derecho romano, el paterfamilias gozaba de la atribución del ius vitae ac nocis. Por la influencia cristiana, en contraste con la originaria potestas romana, el derecho sobre la vida del recién nacido es suprimido y se va dulcificando la regla jurídica. Ya en el siglo XI, la Quarta Partida de Alfonso X el Sabio pone condiciones cristianas a la facultad de castigar del pater familias “ca el castigamiento debe ser con mesura e con piedad”.
Por ser inconsistente, injusto e ignorante, es incongruente. Se gesta en los países que constitucionalmente reconocen la igualdad entre hombres y mujeres como si fueran los responsables de la desigualdad jurídica, social y cultural entre mujeres y hombres. Pero el feminismo huye donde sería obligado promoverlo para que las mujeres puedan superar su estado congénito de servidumbre. Calla, se oculta o finge ignorar lo que, en el mundo de la globalización, no puede ignorarse porque el burka, la trata de blancas y la yihad están a la vista de todos.
Por ser inconsistente, injusto, ignorante e incongruente, es insolidario, porque se manifiesta en los países occidentales donde la renta producida por la mujer ha progresado continuamente desde hace medio siglo y se acerca a la paridad por sí sola, sin necesidad de que la fuercen, por la propia eficacia del reconocimiento constitucional del principio de igualdad. Pero silencia que, en más de medio mundo, las mujeres carecen de renta, son mulas de trabajo casero y están sometidas a la servidumbre del varón. Donde más se necesita que se ayude a la mujer, nadie va a manifestarse.
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Por ser inconsistente, injusto, ignorante, incongruente e insolidario, también es cobarde. Es cobardía reclamar donde no se necesita, porque las vociferantes no corren riesgo para pasar una noche divertida en las calles europeas, y ocultarse por carecer de valentía para afrontar el riesgo de ir a solidarizarse con las mujeres de aquellas naciones y culturas donde son oprimidas, sojuzgadas o esclavizadas.
Por ser inconsistente, injusto, ignorante, incongruente, insolidario y cobarde es también hipócrita, porque no se ha visto que ninguna organización femenista haya tenido el coraje de ir a respaldar a las mujeres de los Emiratos Árabes, a Dubai, a Arabia Saudita, a Egipto, a Irán, a Mauritania, a Pakistán, mientras se exhiben allí donde no tienen riesgo alguno para exigir lo que viene por sí solo, con el fin de apuntarse como logro propio el fruto del reconocimiento de todos.
Por ser inconsistente, injusto, ignorante, incongruente, insolidario, cobarde e hipócrita, el feminismo ideológico es también intolerante. El feminismo es intolerante, porque es un subproducto exacerbado del resentimiento causado por la presión sexual del macho dominante que se abandona a sus instintos. Enfrenta a machos y hembras por el hecho de serlo, como si la represión de la mujer fuera fruto de una guerra de sexos, a la vez que promueve la incontinencia y calla que la separación de la práctica sexual de cualquier norma de moralidad o de abstinencia sirve de estímulo al macho represor y reduce la relación sexual a un objeto inocuo de consumo.
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