Hay jinetes de luz en la hora oscura
Carlos Cuesta | 12 de marzo de 2018
Por decepcionante que resulte, el único discurso que hoy se mantiene en el campo político es el de la extrema izquierda. El único por incomparecencia del resto. Por abandono de la lucha ideológica de quienes consideran -equivocada y acomplejadamente- que lo máximo que se puede hacer es unirse sumisamente a las banderas de la izquierda sin plantear alternativas reales que demuestren que existe un proyecto de país, un proyecto ambicioso basado en generar riqueza, empleo, desarrollo, peso internacional y libertad.
Ha ocurrido con el nacionalismo: desviación natural de la derecha, que en España se ha reconvertido en movimiento de izquierdas. Ha pasado con la forma de plantear el debate de las pensiones: travestido por la izquierda en una pelea de fondos entre los que reciben la prestación -los pensionistas- y los que la pagan -familias-. Y vuelve a pasar en estos momentos con un 8M feminista que, lejos de defender los derechos de la mujer, plantea la denigración del hombre como si su naturaleza fuese la de abusar, atacar y humillar a las mujeres.
Y frente a todo ello, el centro derecha español se mantiene en silencio. Sin atreverse a abrir la boca y explicar lo que late tras esas perversiones del debate. Sin defender que solo con lazos y unión, y no con división, tiene futuro cualquier país: con unión entre regiones, entre generaciones y entre sexos.
El 8M ha sido la última de las demostraciones de que, en ausencia de liderazgo político que se atreva a encabezar el debate desde los postulados liberal-conservadores, todas las causas acabarán siendo amortizadas por la extrema izquierda. Y un Podemos muerto políticamente hace dos semanas ha vuelto a usar esa falta de valentía en el debate para coger oxígeno y protagonismo mediático. Ahora con una visión feminista trasnochada y casposa.
¿Hay brecha salarial? Sí. Pero no porque el hombre se dedique a humillar laboralmente a las mujeres, sino porque la maternidad nunca ha sido tomado en serio en España. Porque se deja que sean las empresas y cada familia las que asuman en solitario los costes de la discontinuidad laboral que produce el hecho de ser madre y porque carecemos de una política que aborde que esos costes deben ser sufragados por todos como sociedad, porque todos nos beneficiamos del nacimiento de nuevos españoles -lo único que puede evitar la quiebra de nuestros sistemas de pensiones, sanidad y educación, que son piramidales por definición-.
El cuento de la brecha salarial . Hombres y mujeres cobran lo mismo a igual trabajo
Los argumentos lanzados estos días desde el feminismo radical han sido capaces de ligar la brecha salarial al “capitalismo”, al “heteropatriarcado”, a la falta de obligatoriedad de una “educación pública” y de prohibición de la educación privada, o a la pretendida necesidad de imponer un “laicismo” obligatorio. Todo ello tal y como aparece textualmente en el manifiesto del 8M comandado, por supuesto, por la izquierda más extrema.
Pero, si esto es lamentable, más lamentable es que nadie haya desmontado semejantes barbaridades desde el centro derecha, explicando que solo con apoyo a la maternidad y reparto de cargas-financiación entre todos de la natalidad se conseguirá una equiparación plena entre el derecho de la mujer a competir en igualdad con los hombres por su progreso laboral y profesional.
Porque siendo la maternidad el único factor diferencial -salvo excepciones perseguibles penalmente- en el desarrollo de la carrera profesional entre hombre y mujer, el manifiesto de los radicales no incluía ni una sola medida de apoyo a las mujeres que deciden libremente ser madres. Los extremistas de izquierdas no lo incluían, pero es que nadie desde el rincón opuesto ha contraatacado en el discurso con medidas en favor de la maternidad y la familia.
¿Y por qué lanza el debate de esta manera la izquierda radical? Porque su objetivo no es buscar soluciones que eviten que la maternidad sea un obstáculo. Su objetivo es enfrentar a hombre y mujer y disolver la unidad natural de desarrollo personal que es la familia. Porque toda familia tiende a la responsabilidad educativa, patrimonial y personal y en ese lago la extrema izquierda no pesca votos. Ellos los pescan en el gasto, el hedonismo y la reclamación sin fin de supuestos derechos sin esfuerzo ni contrapartida de deberes. Un área en la que las obligaciones familiares estorban.
Huelga feminista . Voces de mujer argumentan a favor y en contra de la convocatoria del 8M
La izquierda sigue así su plan. No busca que las familias puedan deducirse los gastos de sus hijos, ni que las mujeres tengan incentivos a teletrabajar para evitar el corte laboral, ni que las empresas pedan deducirse un plus de magnitud real por las ausencias producidas por la maternidad -de modo que las compañías prefieran mantener a las madres pese a un factor que, además, es evidentemente temporal-. No: el radicalismo busca convertir el feminismo en un motivo de división, de afrenta, entre hombres y mujeres. Porque la disolución familiar corre a su favor.
La estrategia es simple: dividir en vez de unir. La misma que se ha visto en el debate nacionalista, donde la extrema izquierda no ha dudado en respaldar a los separatismos de una forma contra natura: la izquierda siempre fue internacionalista porque la unión del proletariado, según sus tesis, debía superar las fronteras nacionales. Y es la misma estrategia porque con el nacionalismo enfrentan territorios, dividen a España y combaten nuestro sistema constitucional.
La misma estrategia, una vez más, que se ha visto en la forma de la extrema izquierda de afrontar el debate de las pensiones. Planteando un esquema de pago de las pensiones que provocaría el saqueo automático vía impuestos de las familias y su imposibilidad de llegar a cobrar prestaciones de jubilación, generando, de nuevo, un enfrentamiento y división intergeneracional en España. Cuando la realidad es que el único sistema de pensiones que puede sobrevivir es el que garantice el derecho a percibir pensión y a generar ahorro privado de todos: porque si solo unos salen ganando, los otros se negarán a financiar el sistema rompiendo automáticamente el esquema de reparto.
Con las pensiones nos jugamos el mañana . Se necesitan reformas sin ventajismo electoral
La extrema izquierda sigue su estrategia: dividir España en tres ejes. Romper la solidaridad entre regiones, entre generaciones y entre sexos. Y generar unos enfrentamientos que anulen los lazos naturales de todo país. El ataque es claro. Porque, así como la izquierda radical surgió de un concepto de enfrentamiento -la lucha de clases-, hoy busca nuevos enfrentamientos que reavivar para beber electoralmente de la división y los colectivos supuestamente oprimidos.
Pero eso debería ya ser sabido a estas alturas. Y si triste es ver que la estrategia se repite y no dejan de faltar adeptos que compran la mercancía, más lamentable es ver a un PSOE que se tira en brazos para recibir el carné de perfecto progre. O ver a un PP que sigue callado sin dar la batalla de las ideas frente a banderas que, de ninguna manera, podrá amortizar.
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