Hay jinetes de luz en la hora oscura
Max Römer | 27 de diciembre de 2017
Las noticias poblacionales de España, si bien han llamado la atención sobre la cantidad de muertes en comparación con los nacimientos, no han dejado de lado un tema de carácter humanitario: en 2017, han emigrado a España más de diez mil venezolanos. La información es realmente pavorosa cuando se hace el cálculo completo de lo que ha significado la emigración venezolana, que se estima en cerca de dos millones y medio de ciudadanos que viven fuera de su país desde que el chavismo se erigió en el poder.
Lo más interesante de estas cifras es el volumen de las mismas en este último año. La noticia relaciona este importante número con las protestas encabezadas por la oposición y que se conocen como la ‘primavera venezolana’, lo que plantea una situación de desesperanza y desilusión en todo el proceso venezolano. Un hastío que lleva a la búsqueda de las maletas en los trasteros y sí, llenarlas con lo que se pueda porque lo que se queda en aquellas tierras, se quedó.
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Venezuela pierde su sangre. Desde hace mucho, las muertes por armas de fuego llenan las morgues y muestran condiciones de violencia verdaderamente exageradas: 3 muertes por hora, lo que alcanza la friolera de 28 mil muertes a manos del hampa en el país caribeño.
La emigración para Venezuela, aunque parezca perjudicial, no lo es. Según Tomás Páez, sociólogo y autor del libro La voz de la Diáspora Venezolana, el solo hecho de migrar abre los ojos a aquellos que lo hacen. Permite una visión diferente, crearse un panorama de bienestar y de institucionalidad que no se vive en Venezuela.
Según Páez, esta ganancia es el propio know how, ese aprendizaje de una nueva cultura, lengua y costumbres, esa nueva forma de verse uno mismo que “dimensiona lo mejor de uno y genera lo mejor para sí mismo”.
Si a esta realidad se le suma que los venezolanos se han incorporado a trabajar en empresas punteras, universidades e instituciones en todas las latitudes a las que han migrado y se ve que en muchos casos han invertido en los países de destino creando empresas, la ganancia es para todos: los países receptores y los venezolanos que habitan, ahora, con otras nacionalidades. O, como también ocurre, que son nacionales de otras latitudes nacidos en territorio venezolano, lo que les hace ricos portadores de información cultural, señala Páez.
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Todo este nuevo conocimiento se amalgamará cuando caiga el régimen chavista, “aunque no regresen los venezolanos al territorio venezolano, su aporte cultural irradiará a la realidad venezolana desde el extranjero”, destaca Páez.
Toda esta nueva coyuntura de contacto cultural, social, político e institucional es fundamental a la hora de la reconstrucción de Venezuela, porque los venezolanos que no migran luchan todos los días por transformar la situación que, aunque desesperada, no cesa de tener oportunidades de crecimiento. emigración
En los últimos tiempos, y producto de la situación económica nacional, volar desde Venezuela hacia los Estados Unidos o España se ha hecho casi imposible, lo que ha generado una migración muy particular y hasta desconocida en España. Se sale del país vía lanchas hasta Aruba y Curaçao o se toman rutas de autobús de hasta dos semanas para llegar a Argentina, Chile o Brasil.
Esta situación de preferencia migratoria, si bien en el pasado eran los Estados Unidos, España y, luego, los países de América Latina, se ha cambiado por Colombia primero -favorece la cercanía geográfica-, luego los países latinoamericanos, para quedar en un segundo plano los Estados Unidos y España.
Si se ve con detalle, estos procesos migratorios requieren de un afán emprendedor muy especial. Un entusiasmo que se irradiará desde el momento de la llegada de algún venezolano a aquella tierra que le dé cobijo. Las mismas ganas de trabajar y construir que se vieron en la Venezuela de mediados del siglo XX, cuando los españoles, huyendo de la dictadura, ayudaron a crear esa nación que otrora fue próspera y democrática.