Hay jinetes de luz en la hora oscura
Luis Núñez Ladevéze | 05 de marzo de 2019
Se escuchan debates sobre todo radiofónicos que aventuran resultados en las elecciones teniendo en cuenta el oscilante vaivén de las encuestas y el anterior desenlace de los comicios andaluces. Se pone a examen la fragmentación de los votos constitucionalistas a los que algunos llaman, tonta o interesadamente, división de la derecha. Es un asunto fundamental que muestra el florecimiento de un sentimiento que divide el voto constitucional, en general, y el voto de derechas en particular.
No es lo mismo voto constitucional que voto de la derecha. La propaganda del socialismo de Pedro Sánchez, que no se corresponde con lo que tradicionalmente ha sido el voto socialista, fomenta la falaz identificación entre voto constitucional y voto de derechas. Ser constitucionalista no equivale a ser de derechas, pero esta forma de presentar el debate electoral tiene como fin contraponer dos motivaciones del elector, la derecha y la izquierda, para ocultar que lo fundamental de estas elecciones no es elegir entre derecha e izquierda, sino entre respeto constitucional y cuestionamiento de la Constitución.
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La diferencia es decisiva. Si hay que optar entre derecha e izquierda, gran parte de los constitucionalistas de izquierda quedan fuera del marco de lo que realmente ponen en juego estas elecciones: el futuro de la Constitución, de la monarquía parlamentaria y del Estado de derecho. Y hay un segundo efecto, deliberada y astutamente buscado por el sanchismo: si el debate se sitúa entre quienes defienden la Constitución y quienes atentan contra ella, Sánchez se presenta como el intermediario entre dos opciones incompatibles. Representa ante el electorado la moderación equilibrada entre dos actitudes enfrentadas falaz e interesadamente: un centro responsable situado entre constitucionalismo e independentismo, ambos intransigentes.
Lo que está en juego en estas elecciones no es si gana o no la derecha, sino si el constitucionalismo frena o no a quienes lo atacan o lo instrumentalizan en provecho de su ansiedad de poder. Sánchez quedó bastante descolocado en Andalucía Pero quienes insisten en trasponer este resultado como indicador de las generales, incurren en un evidente error de cálculo. La imputación de los restos de la regla d’Hont en las elecciones autonómicas es distinta de su imputación en las generales. Baste un ejemplo. En Almería, los andaluces se disputaron doce escaños. Por tres mil votos de diferencia, el PP consiguió cuatro escaños y el PSOE tres. VOX y el CDS obtuvieron dos diputados con aproximadamente la mitad de votos del PP, y Unidos Podemos consiguió un diputado con la mitad de votos que VOX.
Dicho de otro modo, la regla d’Hont no castigó a la derecha en Almería porque se repartían doce escaños y el PP consiguió el cuarto por 3500 votos que impidieron que los 3400 votos del partido animalista PACMA, se llevaran el último resto. De este modo, no la derecha, sino el constitucionalismo ganó.
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Esto no ocurrirá en las elecciones generales en Almería. Se reparten seis escaños entre cinco partidos. El que gane más votos se llevará dos escaños, el segundo, tercero, cuarto y quinto solo uno. Si VOX aumenta votos a costa del PP, el voto constitucionalista sumará tres diputados, uno del PP, otro de Ciudadanos y el tercero de VOX. El voto no constitucional sumaría tres, pues si el PSOE fuera la primera fuerza tendría dos, y uno Podemos.
En 2016, el resultado fue: tres diputados del PP, dos del PSOE y uno de Ciudadanos, quedando fuera Podemos, porque los restos no le alcanzaron para un diputado. Es decir, con la misma cantidad de votos, si VOX quita al PP el constitucionalismo puede perder un diputado pasando de cuatro a tres y la coalición de Sánchez y Podemos ganar uno, pasando de dos a tres. Y no hablemos de lo que puede ocurrir con el Senado donde el PP perderá la mayoría absoluta imprescindible para el 155.
Lo que ocurra en Almería, es probable en las provincias en que se repartan menos de siete escaños. Aunque el constitucionalismo tuviera más del cincuenta por ciento de respaldo electoral, acaso perdería las elecciones por número de diputados. Podría ganar una alianza de Sánchez con Podemos e independentistas, o llegar a una situación similar a las elecciones de 2016: tener que repetirlas para enmendar una situación de ingobernabilidad. En las circunscripciones de más escaños, el reparto es más impredecible porque también lo es la fragmentación del voto. En las autonómicas de Madrid el constitucionalismo ganó, pero VOX consiguió evitar que el gobierno municipal quedara en la derecha. Ese fue su mérito.
El ejemplo de Almería es obvio, pero más lo es si se piensa en circunscripciones donde se juegan cuatro escaños o menos, y resulta patente en Ceuta y Melilla, donde el PSOE no ha ganado nunca, pero podría obtener el único diputado si al voto inútil de Ciudadanos que restó el trece por ciento en 2016 al PP, se añade ahora otra quita a los populares por parte de VOX del doce por ciento o más. El partido más votado puede ser el PSOE. Se adjudicará ambas plazas por primera vez en la democracia del único diputado en disputa.
Si ocurre así, el constitucionalismo tendrá que agradecer las funestas consecuencias a quienes respaldaron un voto tan emocionalmente convincente como electoralmente inútil. Se comprende así la obsesión de Sánchez y de los corifeos del sanchismo en los medios de comunicación en centrarse contra Pablo Casado, y el empeño de José Félix Tezanos, obvio en la última encuesta del CIS, en devaluar como sea la utilidad del voto al PP.
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