Hay jinetes de luz en la hora oscura
Juan Pablo Colmenarejo | 26 de febrero de 2019
Ciudadanos es un partido con mérito. No cabe duda, a estas alturas, de que su éxito en Cataluña es indiscutible. Desde la mayor de las insignificancias al primer puesto en las elecciones autonómicas más difíciles hay un trecho heroico. El salto dado por Ciudadanos fue insólito, pero no solo por la necesidad de la aparición de una fuerza constitucionalista frente al independentismo, sino por la demostración de que el sistema se puede regenerar desde dentro sin necesidad de cuestionarlo.
El partido de Albert Rivera era imprescindible en Cataluña y necesario en el resto de España. El origen de este partido está en una idea de izquierda nacional que no acaba de cuajar en España. Y no por ausencia de razones. El PSOE ha dejado hueco en ese espacio. En Cataluña, País Vasco, Galicia, Baleares y la Comunidad Valenciana, los socialistas miran siempre hacia el nacionalismo, sea de derecha o de izquierda, moderado o independentista, antes que a cualquier otra parte para gobernar. El hueco que deja el PSC en Cataluña lo ha ocupado Ciudadanos, al que se estigmatiza como un partido de la derecha. No lo es y, como bien dice Fernando Savater, es un bulo que la opinión pública se ha creído.
Albert Rivera y su órdago preelectoral, ¿de verdad no pactará con el PSOE?
Desde su irrupción en el Congreso, el partido de Rivera ha querido jugar el papel de bisagra. Desde el CDS de Adolfo Suárez no se había producido nada parecido, con lo que la política española funcionaba como un bipartidismo puro que el paso del tiempo ha calcificado hasta que pasen las fiebres actuales. Ciudadanos ha mutado de socialdemócrata a liberal, para disgusto de los intelectuales que impulsaron la idea, y ha rectificado su posición de no entrar en los Gobiernos para evitar manchas y desconchones.
El análisis del voto a Ciudadanos en la Comunidad de Madrid, por poner un ejemplo al margen de Cataluña, enseña que se nutre principalmente de votantes desafectos con el PP de Rajoy y también provenientes del PSOE, en menor medida. En realidad, ese perfil ya estaba en UPyD y el paso a Ciudadanos era muy sencillo. Sin duda, el cambio de socialdemócrata a liberal tiene mucho que ver con los electores, que han ido abandonando al PP por su inacción ideológica en muchas materias. No quiere decir que Ciudadanos les ofreciera cubrir el terreno dejado por el PP, más bien eran receptores de un voto frustrado y de castigo a las decisiones de Rajoy.
La desafección del voto del PP comenzó con claridad en las europeas de 2014. Después, se vio mucho más con la catástrofe electoral de 2105 y se disimuló seis meses después en las elecciones de 2016. Las autonómicas catalanas convocadas al amparo del artículo 155 son el punto más alto de Ciudadanos. Sin duda, en ese caso sustituyeron plenamente al PP, algo que algunos de los dirigentes más ilustres del partido de Rivera han visto siempre, ocupar todo el centro derecha, como un objetivo general del partido en toda España.
Los apellidos de la derecha. De la tibieza del PP al populismo de VOX
Otros, especialmente algunos fundadores como Félix Ovejero, han creído en todo lo contrario. En realidad, según Ovejero, a quien debería sustituir Ciudadanos es al PSOE. El derrumbe del PP empezó a verse definitivamente en diciembre de 2017. Andalucía es una carambola que disimula y da tiempo a Pablo Casado, pero que mete en el tablero a VOX, que no es otra cosa que una parte del PP. Y el problema lo tiene desde entonces también Ciudadanos.
El partido de Rivera ha sido una estación de paso para votantes del PP enfadados con Gobierno de Mariano Rajoy-Soraya Saénz de Santamaría. Ahora tienen un lugar más apropiado porque, en cuestiones como el aborto o las leyes de género, banderas de la izquierda que Ciudadanos hace suyas y el PP ha dejado pasar sin más, el partido de Santiago Abascal gana por la sencilla razón de haber roto el precinto de lo políticamente correcto al cuestionarlas por completo.
Las elecciones generales se deciden en Cataluña. El salto de Inés Arrimadas al Congreso demuestra que la batalla del Gobierno de España es la decisiva. Ciudadanos ha tocado su techo en Cataluña. Arrimadas tiene un cartel tan bueno en Cataluña como en el resto de España. Incluso mejor, como se ha visto en la campaña andaluza. En su debe, no haber intentado la investidura para reconfortar al millón cien mil votantes. También hay que anotar, en la columna de los errores, el viaje a Waterloo para recordar a Carles Puigdemont que la república no existe.
También hemos ido a Waterloo, donde un fugado de la justicia tiene la sede de una República imaginaria. El Gobierno de España negocia los presupuestos con él, dejando en sus manos el futuro de nuestro país mientras nosotros explicamos en Europa que debe entregarse a la justicia
— Inés Arrimadas (@InesArrimadas) February 24, 2019
Para ese viaje no era necesaria esa pancarta. Arrimadas y Ciudadanos han hecho espectáculo frente a la casa de un huido de la justicia que vive en un limbo y en la realidad virtual. Un partido regenerador no debe caer en la tentación del plató de televisión permanente. No necesitan incluir ese número en el currículum. Si lo hacen es porque algo empieza a no funcionar. Hace cinco años, Podemos arrasaba en redes sociales y televisiones.
Ahora es VOX quien, desde posiciones opuestas, utiliza las mismas técnicas. Si un partido como Ciudadanos necesita irse con una pancarta al refugio de un fugado, mientras el Tribunal Supremo juzga a los cómplices del huido, es que algo va a pasar en las próximas elecciones que ninguna encuesta detecta o enseña. Si hay que irse a hacer méritos a Waterloo será por algo. El 28 de abril tendremos las respuestas. Sabremos a qué viene el viaje de Ciudadanos.
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