Hay jinetes de luz en la hora oscura
Charo Zarzalejos | 04 de septiembre de 2017
Cuando el 30 de agosto los grupos parlamentarios abandonaron el Congreso, comprobaron, una vez más, que no cabe cualquier estrategia para que Mariano Rajoy se ponga nervioso. El pleno urgente y especial para que el presidente del Gobierno explicara su conocimiento y responsabilidad en la trama Gürtel ha sido un primer paso, una especie de ensayo general de lo que promete ser el nuevo período de sesiones: oposición pura y dura, acuerdos puntuales pero significativos entre PSOE y Podemos y un esfuerzo que se hará muy llamativo por parte de Ciudadanos de cara a las próximas elecciones. El Gobierno, por su parte, bandeando como pueda su situación de minoría con dos únicos afanes a corto plazo: afrontar el desafío catalán y aprobar los presupuestos para 2018. Resueltas ambas cuestiones, vitales para el Ejecutivo, la legislatura entrará en una nueva deriva con el horizonte de un 2019 plagado de elecciones.
Del “ensayo” del pasado día 30, cuando Rajoy habló del “asunto que plantean” sin pronunciar ni de pasada el término “Gürtel”, los populares dicen sentirse satisfechos. “No es cómodo”, reconoce Fernando Martínez-Maíllo pero cree que, si la oposición fuera más inteligente, “nunca hubiera planteado un pleno como este”. Rajoy ha sentenciado su propio destino: no se irá si no lo echan y solo una moción de censura puede hacer que el presidente deje de serlo.
Así, Rajoy dejó en manos de sus adversarios su propia suerte, consciente de que, al menos hoy por hoy, la oposición es una oposición deshilachada, con serias pugnas internas por el liderazgo de la misma e incapaz de sumar los votos necesarios para esa eventual moción de censura. El PSOE no lo volverá a intentar salvo que, efectivamente, logre tejer los apoyos necesarios para llevar a Pedro Sánchez a La Moncloa, pero eso no va a ocurrir.
No habrá, pues, con toda probabilidad, moción de censura, pero sí una labor de oposición que tratará de hacer la vida imposible al Gobierno y que, en último término, vendrá muy condicionada por los acontecimientos que están por venir derivados del desafío secesionista de Cataluña y, aunque parezca una cuestión menor, de lo que se derive de la comisión de investigación del Congreso. Rajoy ya ha anunciado que irá a la misma. Sabe de antemano que los interrogatorios van a ser “implacables”, pero su entorno más próximo ya avisa de que “él también sabe sacar el colmillo y lo sacará, de manera que, a priori, la oposición se equivoca si cree que lo van a tumbar”. Los duelos parlamentarios van a estar presentes en el Congreso, pero Rajoy y el Gobierno dan todo por bueno si logran aprobar los Presupuestos para 2018, que los aprobarán, y el asunto catalán en su deriva secesionista queda resuelto aunque ello conlleve “días muy difíciles que seguramente tendremos que digerir en soledad porque, a la hora de la verdad y hagamos lo que hagamos, el PSOE va a poner pegas”. En este punto, en el catalán, el PNV procurará ponerse de perfil, pero el PP ya lo tiene asumido, máxime cuando los nacionalistas vascos ya han hecho saber al Gobierno que, aun cuando apoyaran la celebración del pleno del pasado día 30, pueden contar con ellos en asuntos cruciales. En este caso, se referían a la aprobación de Presupuestos de 2018, que para el Gobierno es cuestión capital. La no aprobación de los mismos podría precipitar un adelanto electoral del que ni en Génova ni en Moncloa se quieren, siquiera, plantear como mera hipótesis de trabajo.
52 intervenciones desde 2011 para hablar de corrupción en el Congreso #RajoyDaLaCara pic.twitter.com/i49YGOrc6T
— Partido Popular ?? (@populares) August 30, 2017
Rajoy y el Gobierno se preparan ya para estos “días difíciles”. El presidente del Gobierno y la vicepresidenta van a mantener los habituales canales de comunicación con los partidos de oposición, sabiendo que “somos nosotros—se afirma desde el Ejecutivo—quienes tendremos que poner cara y ojos a las decisiones que se tomen. No nos va a acompañar nadie, salvo los ciudadanos que esperan de nosotros medidas claras y pueden tener por seguro que no vamos a defraudar”.
Al final, el desafío secesionista culminará en la convocatoria de elecciones autonómicas en un plazo no superior a seis u ocho meses. Esta es otra circunstancia que va a condicionar la marcha de la legislatura y que servirá para aumentar más, si cabe, la pugna política. El pronóstico más compartido es que, de estas elecciones, la izquierda en su conjunto va a salir reforzada hasta el punto de que, a través de pactos, pueden hacerse con la Generalitat. El paisaje, en cualquier caso, será bien distinto al actual y será en Cataluña en donde surja el primer experimento de un Gobierno de izquierdas que, con toda seguridad, se tratará de trasladar a Madrid después de las elecciones generales, aun cuando estas las gane el PP. En esta ocasión, ya sí que sí, la izquierda española en sus distintas versiones no dejará pasar la oportunidad de hacerse con La Moncloa.
Si Emiliano Garcia-Page ha formado gobierno con Podemos en Castilla-La Mancha, no hay argumento de fondo para impedir que Sánchez lo haga en Madrid y a estos partidos se puede sumar, ya con el desafío secesionista fracasado, a ERC. Tendrán que pasar lustros hasta que Cataluña, de nuevo, se embarque en otro camino sin retorno. No es una hipótesis descabellada afirmar que el próximo Gobierno de España puede ser un Gobierno de izquierdas, aun cuando, y hay que insistir en ello, sea el PP el partido más votado.
Sin duda, este es el objetivo ultimo de la izquierda: ocupar La Moncloa y no es un objetivo de imposible cumplimiento, salvo que PP y Ciudadanos sumen mayoría absoluta, escenario que no vaticinan las encuestas conocidas hasta el momento. Lo que pierde el PP no lo gana Ciudadanos, mientras que el PSOE parece que recupera electorado que se había quedado en casa o que, en menor medida, había votado a Podemos.
Hasta que esto ocurra, hasta que no se celebren nuevas elecciones generales y los resultados permitan una suma suficiente de izquierdas, cualquier esfuerzo que haga la oposición por echar a Mariano Rajoy será un esfuerzo baldío que solo conducirá a la melancolía no confesada, pero palpable, del pasado dia 30 en el Congreso.
Quim Torra ha ordenado descolgar los lazos amarillos de los edificios públicos. El presidente de la Generalitat dispara para seguir haciendo ruido y se esconde tras el humo. Sánchez no da la cara y es el Poder Judicial el que defiende el Estado de derecho.