Hay jinetes de luz en la hora oscura
Max Römer | 31 de agosto de 2017
Los dictadores planetarios están dando qué pensar en estos días. Kim Jong-un lanzó un misil que sobrevoló el espacio aéreo de Japón y, sonriente, dijo que ese primer lanzamiento es un paso para una operación militar en el Pacífico.
Por su parte, el otro dictador, el latinoamericano Nicolás Maduro, responde a las amenazas de Donald Trump armando con fusiles y enseres militares a 700.000 milicianos, es decir, a población civil y a reservistas de la Fuerza Armada Bolivariana, lo que hace que el número de efectivos armados al mando de Maduro alcance los 900.000. Casi un millón de personas que, a la orden del presidente venezolano, estarán dispuestas a disparar al Ejército norteamericano.
Ministro de Defensa: Imperio nos ataca porque ve la efectividad del Gobierno Bolivariano https://t.co/AZQ5AVrXGQ pic.twitter.com/yNuHwOV1sl
— VTV CANAL 8 (@VTVcanal8) August 29, 2017
El caso es que en Venezuela no faltan armas ni ganas de dispararlas. Las cifras de muertes violentas reflejan una escalada de violencia alimentada por la escasez de recursos de todo tipo y, a la vez, sustentada por esta especie de toque de queda permanente que mantiene el Gobierno revolucionario bolivariano del socialismo del siglo XXI.
¿Por qué es un toque de queda? Porque al Gobierno, para evitar más alzamientos, conspiraciones y ejercicio de libertades le conviene que la gente se repliegue en sus casas al caer la tarde y hasta el amanecer. De esa forma, se evita tener que reforzar los cuerpos policiales para lo que realmente deberían hacer, resguardar a los ciudadanos.
La Policía bolivariana ha demostrado que no está por la labor de respaldar a la ciudadanía, ni mucho menos los intereses del Estado venezolano. Su función es la de salvaguardar al régimen dictatorial, siendo parte del aparato represivo que, además de las amenazas permanentes desde la televisión que han ejercido tanto Maduro como Chávez, así como las actuaciones brutales y sin el respaldo del Estado de derecho que han vivido los ciudadanos venezolanos desde hace casi dos décadas han dejado al ciudadano de a pie en la indigencia civil.
Rechazamos rotundamente Decreto Trump contra Venezuela,Defenderemos la Soberanía Económica a estas Infames Medidas#EsHoraDeDefenderLaPatria pic.twitter.com/ds3jnVd5Nt
— M/G Cesar Vega (@cevegon) August 26, 2017
¿Por qué este sistema de terror que se materializa con setecientos mil milicianos? Porque estos milicianos, sumados a los colectivos, a las comunas, son cuerpos de vigilancia del propio Gobierno en las bases sociales. Porque esas bases sociales son las que controlan la distribución de alimentos a través de los CLAP, que, a su vez, controlan a todo individuo gracias al carnet de la patria, que es, en definitiva, una cartilla de racionamiento electrónica que está vinculada a la manifestación ciudadana del voto, ergo, a la querencia y respaldo, o no, del Gobierno.
En consecuencia, si bien saben los militares venezolanos y el propio Maduro que toda la fuerza armada venezolana no aguantaría ni un cuarto de hora frente a un Ejército como el norteamericano, armar a milicianos es un acto más de represión, una manera de tener a un cuerpo civil armado para reprimir a la población, a sus congéneres, en caso de que el presidente Maduro necesite ayuda para mantenerse en el poder.
En síntesis, es una guerra civil preparada desde el propio poder del Estado, capaz de dejar sin alimentación a familias enteras, de señalarlas por el solo hecho de disentir de las políticas del Gobierno y, por si fuera poco, capaces -porque así las están preparando en los entrenamientos militares- de matar a quien consideren que es enemigo de la patria.
Maduro sabe que sus bravuconadas son parecidas a las de Trump. Sabe el dictador venezolano que la sartén de la economía está en la mano del norteamericano, quien, por cierto, se lo acaba de demostrar y que su equipo de Gobierno hace aguas con la huida de Luisa Ortega Díaz con tanta información sobre la corrupción.
Varios escenarios se presentan a Venezuela. Uno, que el régimen sea capaz de mantenerse, como lo ha hecho Cuba por casi seis décadas, sobre la base de la represión, el racionamiento y el manejo de corruptelas. Dos, que de tanto señalamiento internacional, los militares por debajo del Estado Mayor (generales y coroneles) se levanten en golpe de Estado, termine de caer el sistema y se llame a elecciones.
En cualquiera de estos dos escenarios, la represión miliciana sobre los civiles será tremendamente sangrienta y eso es lo que pretende el régimen al dar armas a setecientas mil personas. Ni más ni menos. Si en los años pasados la cifra de asesinatos alcanzaba la friolera de una muerte violenta cada veinte minutos, estos fusiles sumarán muertes y rebajarán la frecuencia de tres muertes por hora.
Lamentable, triste y desolador el panorama de Venezuela.