Hay jinetes de luz en la hora oscura
Ignacio Urquijo Valdivielso | 05 de junio de 2017
Muchas voces, muchos “nuevos políticos” se han alzado rechazando “la vieja forma de hacer política”, manejada por lo que llaman la casta y sus mastodónticos aparatos partidistas que, alejados del sentir popular, toman medidas ineficaces a la hora de solucionar los problemas sociales. Por eso, la solución, sobre todo en los municipios, pasa, según estos políticos, por la consulta, por preguntar al pueblo.
Hasta aquí la teoría, bonita teoría, que siempre tiene visos de armonía y perfección… Mas, a veces, lo malo es que cuando se lleva a la práctica, esa perfección empieza a chirriar y se desmorona.
España es, como casi todas las democracias occidentales, un país con democracia representativa, donde se eligen los representantes (en todos sus niveles, desde municipio a gobierno de la nación) en elecciones libres. Este sistema permite eficazmente que nuestras sociedades, densamente pobladas, sean regidas por una cantidad relativamente pequeña de personas elegidas por la mayoría de la población. Es un sistema realmente rentable y eficaz en todos los aspectos. Entonces, ¿por qué el uso de consultas? El referéndum, permitido por la Constitución, y en casi todos los casos de carácter consultivo, hace posible que, en momentos puntuales, las distintas administraciones públicas convoquen algunas preguntas en cuestiones transcendentes, siempre que no contradigan la legislación nacional y, en todo caso, con la autorización del Gobierno central.
Si la inmensa mayoría de los ciudadanos no participa en estos referéndums puede ser porque, en muchas ocasiones, parecen más un simulacro populista que una sincera preocupación por saber lo que pensamos y lo que queremos
Debido a esto, muchos municipios españoles, con Madrid a la cabeza, se han lanzado a la realización de consultas y sobre materias de su propia competencia, que han conseguido demostrar que esta herramienta de consulta popular tiene en su puesta en práctica diversas deficiencias, algunas posiblemente invalidantes.
Fijándonos en el municipio de Madrid, la corporación municipal, elegida para gobernar y tomar las decisiones adecuadas, eficaces y rentables para una ciudadanía de 3.165.541 personas (INE 2016), nos encontramos que se han realizado, ni más ni menos, que ocho consultas en el corto espacio de tiempo que lleva mandando el actual equipo de gobierno. De esas ocho consultas a la ciudadanía, dos han sido a toda la población del municipio de Madrid y seis, en distintos distritos.
Tomando como ejemplo la consulta “Gran Vía”, dirigida a toda la ciudad, el total de la población que participó y votó fue de 83.101 personas. Esto representa el 2,62 % de la población total de Madrid. Las opciones ganadoras de estas consultas (compuesto de cuatro preguntas) oscilan entre el 1,75 % y 2,42 %… Otros muchas preguntas en Madrid y otras ciudades muestran escasa participación.
Ante estos resultados, debemos preguntarnos si es necesario el esfuerzo, el elevado gasto económico y el tiempo ocupado para tan magra respuesta; porque esos porcentajes no indican nada sobre la opinión mayoritaria de la población madrileña, lo único que indican es que los habitantes de Madrid pasan de consultas.
Tomando como ejemplo la consulta “Gran Vía”, dirigida a toda la ciudad, el total de la población que participó y votó fue de 83.101 personas. Esto representa el 2,62 % de la población total de Madrid
Es curioso ver cómo la validez que el equipo de gobierno municipal de Madrid, Ahora Madrid, da a sus consultas pese a la escasa participación, es la contraria que se da en el municipio de Getafe, gobernado por Ahora Getafe, que ha presentado una proposición que se debatirá en el próximo pleno de junio para cambiar el nombre al estadio del Getafe C. F., el Coliseum Alfonso Pérez (Alfonso Pérez Muñoz, nacido en Getafe y exjugador del Real Madrid y del Betis). Ahora Getafe argumenta que la actual denominación del estadio fue elegida tras una consulta hace 20 años y «que se realizó de forma muy poco transparente y que contó con una participación muy escasa».
Creemos que los madrileños, y los ciudadanos españoles en general, piensan que ya han elegido a sus representantes municipales para que decidan qué hay que hacer en la gestión de la ciudad. Y puede que también piensen que con estas consultas se da más trabajo, preocupación y tensión a la vida diaria de cada cual, vida ya de por sí acelerada y estresante en nuestras grandes urbes. Además, el pueblo que es sabio, aunque a algunos les pese, puede pensar, frente a la autoridad que los convoca a estos micro o macro consultas, que ya votó y eligió en las elecciones municipales y que de los ganadores es la responsabilidad de pensar, gestionar y actuar, y que eso es un deber insoslayable. Porque la consulta puede servir, en gran medida, para evadir responsabilidades. Los elegidos para gobernar deben hacerlo en función de su programa y asumir su responsabilidad. De cómo lo hagan dependerá el fruto que recojan en las próximas elecciones, ganando por sus aciertos o perdiendo por sus errores; pero nunca echar en las amplias espaldas del pueblo la carga de no haber acertado, de haber errado, de haberlo hecho mal.
Creemos que los madrileños, y los ciudadanos españoles en general, piensan que ya han elegido a sus representantes municipales para que decidan qué hay que hacer en la gestión de la ciudad
Los sufridos ciudadanos contamos ya con suficientes cargas diarias, por eso, que cada palo aguante su vela. Si la inmensa mayoría de los ciudadanos no participa en estos referéndums, puede ser porque, en muchas ocasiones, parecen más un simulacro populista que una sincera preocupación por saber lo que pensamos y lo que queremos.
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