Hay jinetes de luz en la hora oscura
Charo Zarzalejos | 30 de noviembre de 2017
“Se nota que es una mujer con cuna”, aseguran quienes la conocen de cerca. Procedente de la alta burguesía gallega, sus orígenes no le han impedido militar en la izquierda pura y dura. Sus gestos, sus ademanes, su forma de hablar y de estar delatan una buena educación. Poco o nada amiga de los mítines en los que se grita, Carolina Bescansa, de 46 años, fue una de las fundadores de Podemos, como prueba la foto amistosa captada en 2014 en Vista Alegre. Junto a Luis Alegre, Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, alumbró esta nueva formación política que, nacida al albur del 15-M, ha venido para quedarse.
Hace apenas tres años, Carolina Bescansa era un referente inexcusable de esta nueva izquierda radical cuyo embrión hay que situarlo en los despachos de la Universidad Complutense. Estas cinco personas, todos ellos profesores, salieron a la palestra para ser el referente de los “de abajo”, desafiar al sistema bipartidista, denunciar el “régimen del 78” y, de paso o con todo ello, llevarse por delante al PSOE, una izquierda, para ellos, ya caduca.
La redistribución de Podemos en el Congreso . De la purga al nepotismo de Pablo Iglesias
Durante un tiempo, Carolina Bescansa era el rostro femenino, casi en exclusiva, de Podemos. Acudía a tertulias, se le recababa información ante cualquier acontecimiento, en gran medida por su formación en sociología y experta en encuestas. Su condición de buena analista de los movimientos y reacciones sociales nunca ha sido rebatida por nadie, ni dentro ni fuera de su partido. En lo suyo es una buena profesional.
Llegaron los últimos meses de 2016 y surgieron las tensiones internas protagonizadas por Pablo Iglesias e Íñigo Errejón. Todo ello en puertas del famoso Vistalegre II. Estas discrepancias, que tenían que ver mucho con el mensaje, con la presencia y utilización de las instituciones, llegaron a poner en riesgo la unidad interna que el líder de la formación morada siempre ha gestionado con guante de hierro. Para unos, esas discrepancias eran las lógicas en un proceso de crecimiento; sin embargo, en el seno de Podemos se vivió como un auténtico trauma. Fue Carolina Bescansa la que intentó poner paz entre Iglesias y Errejón, pero el secretario general de Podemos, sin decirlo abiertamente, de manera tácita interiorizó que quien no estaba con él estaba contra él. Así fue y así sigue siendo.
Errejón decidió competir con Iglesias en un congreso en el que el grito de “unidad, unidad” delataba el vértigo de las bases ante unos encontronazos entre los notables del partido, que un año antes ni imaginaban. “Nos parecemos a los de siempre”, se oía en los pasillos de Vistalegre II. Carolina Bescansa no necesitó de largas conversaciones con nadie. Ya entonces intuyó que su tiempo de notable se había acabado y optó por no ir en ninguna lista, cosa que Pablo Iglesias no lamentó ni en público ni en privado.
Despojada de cualquier cargo interno, Carolina Bescansa, sin hacer ruido, se encontró de la noche a la mañana siendo una más del Grupo Parlamentario de Podemos, con el añadido de ser vocal en la Comisión Constitucional.
El destronamiento era evidente, pero tuvo que llegar el desafío secesionista catalán para que este se consumara de manera bien expedita. Si en Vistalegre II se sintió con fuerza para mediar entre Iglesias y Errejón, en esta ocasión ya no se trataba de mediar, sino de hablar con voz propia.
La estrategia de Iglesias defendiendo un referéndum pactado, hablando de naciones y asegurando que él no era independentista pero que los catalanes tenían que poder decidir, llevó a Carolina Bescansa a afirmar que le gustaría «un Podemos que hablase más a los españoles y no a los independentistas». Fueron estas unas breves declaraciones pero que, analizadas, suponen, y de hecho lo son, una enmienda a la totalidad a la estrategia de Podemos en relación a Cataluña.
Fue la gota que colmó el vaso de Iglesias que, sin parpadear y sin previo aviso, la despojó de su cargo de vocal en la Comisión Constitucional. Fue sustituida por Irene Montero, también portavoz del Grupo Parlamentario, jefa de Gabinete de Iglesias. Es decir, la mujer fuerte, el nuevo férreo rostro femenino de Podemos.
Con la misma discreción que asumió su purga en Vistalegre II, Carolina Bescansa ha asumido esta nueva retirada de medallas, que no de la política, optando, incluso, por elaborar su propia agenda, como lo demuestra el hecho de haber acudido a Sevilla, en solitario, a dar una conferencia sobre la reforma constitucional que ella misma defiende. A la cita no acudió ni un solo miembro de Podemos. A no mucha distancia geográfica, en Córdoba, la formación morada ha debatido este fin de semana lo que denominan “proceso constituyente”. A este encuentro, Carolina Bescansa no ha sido invitada y sí, por ejemplo, Xavier Domènech, del partido de Ada Colau.
En dieciséis folios, Carolina Bescansa ha dejado por escrito su propuesta de reforma constitucional, que no de proceso constituyente, y en la que cuestiona, poniendo serios límites, el referéndum pactado que propugna Pablo Iglesias. Bescansa se acoge a su derecho a opinar dentro de Podemos y la dirección, con Iglesias a la cabeza, ha optado por dar bajonazo a la propuesta. “Es una más”, se ha dicho oficialmente.
Han bastado apenas tres años para que aquella foto de los cinco fundadores de Podemos -Luis Alegre, Pablo Iglesias, Carolina Bescansa, Juan Carlos Monedero e Íñigo Errejón- haya tomado el tono amarillento propio de las fotos antiguas. Alegre se dedica a su libro de exaltación de la homosexualidad y a sus trabajos universitarios, Juan Carlos Monedero es asesor -o eso dice-, Íñigo Errejón está en la retaguardia, manteniendo una gélida relación con Iglesias, a la espera de ser cabeza de lista para la Comunidad de Madrid. Y Carolina Bescansa, la mujer “con cuna”, convertida en la dama caída. La joven Irene Montero lleva siempre la batuta y nunca la contraria.
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