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Puigdemont y Junqueras muestran un divorcio electoral y pugnan por ser leyenda secesionista

Juan Pablo Colmenarejo | 13 de diciembre de 2017

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En plena campaña electoral, está escenificándose el divorcio existente entre Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Los que un día fueron cómplices necesarios, hoy pugnan por convertirse en leyendas del proceso independentista, posiblemente su único premio, ya que el futuro deparará un intento diferente de conseguir la independencia.

Lo que van enseñando las encuestas realizadas para las elecciones autonómicas del 21 de diciembre es una situación de bloqueo que haría imposible la formación de un gobierno estable. Si ocurriera ese escenario, los catalanes tendrían que volver a votar tres meses más tarde. Y no solo eso, sino que el Gobierno de España seguiría con el control de la autonomía con los efectos conocidos. Uno de ellos, el traslado de las obras de arte sacro a Sijena, bastante novedoso viendo los precedentes. Ha quedado claro que las decisiones judiciales se pueden cumplir e incluso llevarlas a cabo con un poco más de pericia e inteligencia que el pasado 1 de octubre. Lo del caso de Sijena ha demostrado también lo aprendido, que fue mucho, en aquella jornada mal encarada por los responsables de seguridad del Estado. Bien es cierto que entonces, a diferencia del episodio del Museo de Lérida, no se pudo contar con la colaboración de la Policía autonómica, que se dedicó a estorbar y entorpecer la labor de la Guardia Civil y de la Policía Nacional. Nada es normal ni mucho menos habitual en la campaña electoral que está pasando a la historia como la más atípica y extraña. Con un candidato en prisión preventiva y otro fugado, no es posible pensar en otra cosa diferente. Los llamamientos al voto útil, a uno y otro lado, son delicados de gestionar porque lo único que pueden conseguir es una movilización en el bloque contrario. No acierta Rivera cuando advierte a los votantes socialistas y del PP de que su papeleta irá a la basura si no optan por Ciudadanos.

El Gobierno ordena el regreso de los bienes de Sijena aunque en Lleida no se den por aludidos

El independentismo lee las mismas encuestas que el líder naranja y, a falta de otra cosa, ya han puesto como objetivo evitar que el partido bandera del constitucionalismo sea el ganador de las elecciones. Ciudadanos puede ganar, pero tiene muy difícil gobernar. Antes de eso, el independentismo buscará un candidato que desbloquee la situación para tener el control de la convocatoria de las siguientes elecciones. Para el papel, se postula el candidato de Podemos, Xavier Domenech, como el elegido para el posible desbloqueo, muy por delante del socialista Miquel Iceta, con el objetivo de formar un Gobierno nutrido de independentistas. Si alrededor de Ciudadanos se está concentrando el voto constitucionalista, es Esquerra Republicana quien hasta ahora ha emergido como cabeza del polo independentista. El inconveniente para el partido de Oriol Junqueras es él mismo. Su permanencia en la cárcel de Estremera lo convierte en un desaparecido en campaña. No existe y no dice nada porque no puede. Frente a la ausencia de uno, la permanente exposición pública del otro. El huido Carles Puigdemont demuestra la razón por la que se fugó a las horas de ser destituido. Aunque la jugada se la ha bloqueado el juez Pablo Llarena, al anular su orden europea de detención, Puigdemont explota vía satélite su lazo amarillo encabezando una lista extraña y alejada de la disciplina de su antiguo partido, el PdCAT, antes Convergencia. La situación de cada uno de ellos los ha convertido en adversarios. La torpe presencia de Marta Rovira, número 2 de Esquerra Republicana, en Bruselas junto a Puigdemont, ha sido una acción sorprendente, propia de la endeblez política de quien la ha perpetrado, para disgusto de los directores de la campaña de ERC.

Puigdemont, en el rol del general De la Rovere, hace campaña con mentiras desde Bruselas

Desde ese día, le han pasado el balón del liderazgo a Puigdemont, que sigue manteniendo la independencia como bandera, a imagen y semejanza de lo hecho el 27 de octubre. La famosa DUI, declaración unilateral de independencia, no ha desaparecido sino todo lo contrario, porque los votos nos van a decir que hay dos millones de personas que no van a cambiar de opinión a pesar de todas las consecuencias que saltan a la vista. Una de ellas, la salida masiva de dinero de los bancos catalanes, 6.000 millones en la primera semana de la crisis de octubre. La rivalidad entre Puigdemont y Junqueras sirve para esta campaña y poco más. Solventará el ajuste de cuentas pendientes entre ambos. Uno se fue para ser el héroe y el otro sigue recluido, vestido de mártir de la causa. Ambos tienen el mismo horizonte penal, aunque el fugado juega ya otra partida porque el Tribunal Supremo solo le deja dos caminos. Uno es seguir el resto de su vida fuera de España, sin pisar países que reconozcan el delito de rebelión como el Código Penal español, y otro verse las caras con Junqueras y compañía en la cárcel.

El independentismo ya estaba roto antes de la declaración del 27 de octubre. Las pruebas de la fractura interna se están viendo ahora. El futuro nos traerá un intento diferente de conseguir la independencia. La manera de alcanzarla irá camuflada en una propuesta de reforma de Constitución. Será cuando algunos bloques se rompan para configurarse en otros bien distintos. Los adversarios de hoy serán los socios de mañana y, en el caso de Puigdemont y Junqueras, ninguno de los dos tendrá el papel que hasta ahora ha tenido. Pero en esta campaña son rivales y es una eliminatoria antes del desenlace judicial en el Tribunal Supremo. La pugna entre el héroe y el mártir es por el relato de lo ocurrido, formar parte de la leyenda. No les quedará mucho más.

Imagen de portada: El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (d), junto al exvicepresidente, Oriol Junqueras (i). | Agencia EFE
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